Nuestra sociedad se encuentra bajo estrés. Esto se ha visto ratificado en una serie de estudios donde, por ejemplo, en el reporte "Depresión y otros Desórdenes Mentales Comunes" de 2017 de la Organización Mundial de la Salud señala que en nuestro país cerca de 850 mil personas mayores de 15 años padece depresión (5% de la población) y más de un millón sufre ansiedad (6,5%).
El estrés es un mecanismo de defensa. Está diseñado para huir o atacar cuando nos encontramos en peligro, sin embargo ¿qué ocurre si nos encontramos siempre estresados? ¿puede ser el estrés una forma de vida? Y de ser así ¿es bueno para nuestra salud?
A las preguntas anteriores, sumemos la situación actual. El ministro Mañalich reconoció en noviembre de 2019 un aumento muy considerable de las consultas por necesidades de salud mental, tanto en los servicios de urgencia como en servicios ambulatorios y en sector privado, reflejándose esto en un incremento del consumo de medicamentos. Pese a lo anterior, carecemos de una política de salud mental que aborde el problema de manera integral.
Los medicamentos para la salud mental no son algo a tomar a la ligera. Todos los fármacos tienen sus contraindicaciones, que pueden ir desde náuseas, mareos, cambios en el apetito-sueño-conductas, hasta algunos de mayor gravedad. En términos simples, un medicamento de salud mental "modifica" la cantidad de un "neurotransmisor" o químico que hay en el cerebro, que sería el "idioma" en el que conversan las neuronas. Esto implica que los estados de ánimo pueden estar asociados a cambios en estos, así como un auto que le falte aceite, bencina o refrigerante.
Es por lo anterior que algunos de los medicamentos necesitan ciertos resguardos especiales, por los efectos que pueden provocar y, por consiguiente, requiere receta médica que se retiene en la farmacia. Estos en algunas ocasiones tienen advertencias en forma de estrellas rojas o verdes, identificándolos como medicamentos que requieren supervisión médica obligatoria.
El problema más grande es cuando se confunden las cosas. Un medicamento es como una muleta con un pie roto. Es importante utilizarla, no obstante, pensar que con solo ella se mejorara el pie es un error. Los medicamentos pueden ser buenos o malos, según como los utilicemos, por lo que si vamos a utilizarlos que sea bajo supervisión médica y teniendo en cuenta que debemos revisar el origen de lo que nos ocurre. Taparlo con una manta o ignorarlo puede llevar a un estallido, no social, sino personal.