La imagen de la escultura de David de Miguel Ángel antes de la cuarentena, y luego otra después de la cuarentena, pero con varios kilos de más. Algo similar se ha difundido con la muñeca Barbie, previo y posterior a la cuarentena, la última con un cuerpo obeso. O que el reto de la cuarentena es “mantenerse en la talla”. Las bromas, chistes y memes sobre el aumento de peso se iniciaron casi inmediatamente en que partieron las medidas de distanciamiento físico para prevenir los contagios por coronavirus.

Son solo memes. Pero también son una presión social, advierten especialistas. La suposición de que la cuarentena conducirá automáticamente a un aumento de peso para todos. Reflejo, dicen, de la “cultura de dieta” en la que vivimos.

Las bromas, chistes y memes sobre el aumento de peso se iniciaron casi inmediatamente en que partieron las medidas de distanciamiento físico para prevenir los contagios por coronavirus.

Un terror por engordar que se multiplica en redes sociales. “Algo que nos comunican todo el año, solo que ahora se manifiesta de esta forma tan visible”, dice Antonia Larraín, modelo e influencer chilena que impulsó hace algún tiempo la campaña #TallasParaTodes. “También es por la cantidad de publicidad de gimnasios, personal trainers y nutricionistas irresponsables metiendo miedo para que la gente contrate sus servicios, que contribuyen directamente a este fenómeno”, comenta.

El estrés en este momento ya es alto. Las cifras de contagios y fallecidos aumentan. Lo mismo las medidas de restricción y zonas de cuarentena. Nadie sabe realmente cuándo o cómo terminará todo. ¿Por qué un cuerpo gordo hoy es motivo de burla? Un reflejo de lo que se denomina “gordofobia” o obesofobia, una actitud negativa hacia las personas con sobrepeso, que implica discriminación y burlas.

Incluso en medio de una pandemia mundial sin precedentes, engordar es un miedo que, entre bromas y memes, aumenta. “Asumimos que el cuerpo gordo está enfermo sin ser nosotros doctores, ni hacerle exámenes. Nadie tiene derecho a decidir sobre el cuerpo del otro. Ni deberíamos opinar sobre eso si es que no nos preguntan”, dice Larraín.

Más que nutrición

La comida es más que un modo de nutrirse. Es una conducta social, reglada, explica Consuelo Aldunate, psiquiatra y académica del Departamento de Neurociencias de la Facultad de Medicina, Universidad de Chile, “que acompaña tan básicamente al hombre y a la mujer, que está necesariamente ligada a múltiples situaciones emocionales, de castigo y recompensa, de amor y de odio”.

En cuarentena el miedo a engordar se multiplica en redes sociales, “algo que nos comunican todo el año, solo que ahora se manifiesta de esta forma tan visible”, dice Antonia Larraín, modelo e influencer chilena que impulsó hace algún tiempo la campaña #TallasParaTodes.

El comer, ha estado ligado al prestigio social y al status, en la medida que, el qué, cuándo y cómo se come, revelan el nivel social de un individuo y son usados como un modo de pertenecer o acceder a un determinado grupo socioeconómico. “El no comer también tiene un importante significado, pudiendo ser un castigo, una prohibición social o religiosa. A lo largo de la historia, estos cambios en la imagen han pretendido resaltar las características culturales, y en términos globales son pocas las culturas, como la nuestra que intentan reducir el cuerpo”, explica Aldunate.

Hoy, junto con el llamado a cuarentena, se dio un fenómeno llamativo, la sobre compra de productos para comer en supermercados. Papas fritas, harina, dulces, galletas y chocolates que no se consumen habitualmente. Viviana Assadi, psicóloga del Centro de Tratamiento de la Obesidad UC CHRISTUS, señala que esa gran disponibilidad de comida no es habitual, pero se entiende porque muchas personas ante situaciones de estrés funcionan en modo de sobrevivencia, “desde la ansiedad de lo qué va ocurrir, y empezamos a funcionar de manera a ciega, generando esa conducta, nos ponemos en un escenario en que la vida gira en torno a la comida”.

Aumenta la ansiedad. Los espacios son reducidos y los presupuestos para alimentación limitados. Todos esos factores, dice Assadi, pueden hacer que algunas personas suban de peso. Además, mucho de los alimentos reconfortantes suelen ser cremosos, dulces o salados, y generalmente más densos en energía, “lo que pueden desencadenar una respuesta de dopamina en nuestro cerebro que también nos hace sentir bien”. Pero a su vez, la comida tiene un valor sentimental que lo hace reconfortante: la nostalgia, la sensación de seguridad, la felicidad o el amor que brinda su recuerdo, “la comida de mamá”, etc.

Obsesión con el peso

Sería realista, y bueno, dice Assadi, reconocer que sí es posible engordar en este momento de confinamiento, y mirarlo sin enjuiciamiento. Pero para muchas personas es una situación compleja. “El 70% del país tiene sobrepeso, para las personas con más problemas en ese tema, con conciencia del peso, puede que eso les afecte. Los memes desde el humor pueden ser muy graciosos, pero para otros muy dolorosos, te pegan en un lugar que has tratado de controlar en mucho tiempo y que hoy se te pude ir de las manos”, indica la experta.

Las dietas, los productos para bajar de peso, y las rutinas de entrenamiento que incluyen fotos de antes y después, están siempre. Subir de peso es socialmente un temor, que se eleva con el encierro. Albana Paganini, directora de la Clínica Psicológica de la Universidad Diego Portales, destaca que el aislamiento es un factor de angustia y ansiedad, y parte de ese comportamiento ansioso se refleja en el temor al aumento del peso.

El juicio a si se engorda o no durante el periodo de confinamiento, dice Paganini, es especialmente dañino para personas con antecedentes de trastorno alimentario o problemas de salud mental similares, pero es estresante para casi todos. “Desde hace algunos años se habla de trastornos alimenticios no clasificados, que pueden estar presentes en un alto porcentaje de la población, en especial en mujeres”, explica.

Esos trastornos incluyen formas de nutrición y alteraciones en la imagen corporal que no se ajustan claramente a las categorías más conocidas, como anorexia y bulimia nerviosas, pero que dificultan la capacidad de bienestar. Incluyen conductas como ejercicios drásticos, dieta crónica, abuso de anorexígenos, laxantes, diuréticos, masticación y emisión del alimento sin ingerirlo, y comilonas con menos frecuencia que en el trastorno por atracones.

Subir de peso es socialmente un temor, que se eleva con el encierro, dicen las expertas.

Esos trastornos alimentarios inespecíficos de algún modo se camuflan, dice Paganini, con dietas y especial preocupación sobre la alimentación. “Como el ideal social es una exigencia y presión social muy grande, el encierro incrementa todos esos temores. Ahí está el gran conflicto y se atribuye a la cuarentena, pero no es que la cuarentena por si produzca esto”, explica.

Es una demanda por una estética específica, dice Paganini, “que se transforma en una especie de mandato estético de estar flaca y ser barbie, que aumenta su presión y en estos momentos donde las personas pierden ciertos soportes, la posibilidad de engordar es un miedo”.

Los trastornos de la conducta alimentaria pese a ser conocidos hace varios siglos, han presentado un gran aumento en las últimas décadas, especialmente entre mujeres de países desarrollados, indica Aldunate. Su severidad, va desde la restricción de la ingesta hasta el descontrol, comprometiendo el bienestar de la persona y de su entorno. “Esto se relaciona con el surgimiento de un ideal de belleza femenina de cuerpo adolescente y casi asexuado, el cual ha sido asociado con éxito y reconocimiento personal. En las sociedades occidentales, el culto al cuerpo y la obsesión por la delgadez ha derivado en el uso progresivo de: dietas y productos dietéticos, tratamientos estéticos, cirugías, etc.”, indica.

La gordura se aborda en general desde lo estético, agrega Larraín, no desde el “hacer deporte porque hace bien”, si no “porque viene el verano” o hacer dieta no para obtener los nutrientes que necesitas, si no para “tener un cuerpo de bikini”. Por lo tanto, dice, “generar este miedo, esta ansiedad, es sumamente lucrativo para ciertos rubros. Nos insegurizan para ofrecernos cosas que se supone que nos ayudarán con esa inseguridad”, sostiene.

Sin culpa

En cuarentena el acceso a los alimentos ha cambiado. Lo mismo los horarios y rutinas. ¿Cómo vincularse sin culpas con la comida? Aldunate explica, que dos aspectos son esenciales: el nutricional y el relacional. Desde el ámbito nutricional, dice, la recomendación es evitar los alimentos ultra procesados (altos en grasas, ricos en sodio, etc.), dado que favorecen la presentación de trastornos de ánimo, y en cambio privilegiar las frutas, verduras y proteínas de alto valor biológico (por ejemplo: huevo). "Se trata de buscar una alimentación saludable, para mantenernos sanos física y mentalmente”, aclara.

Con respecto al ámbito relacional, la invitación es a aprovechar esta instancia obligada de confinamiento para compartir en familia los espacios relativos a la comida. Tanto la preparación, como cocinar en pareja, cocinar con los hijos, como la hora de comer, indica Aldunate. “Establecer horarios de alimentación ordenados, que sean un espacio para compartir, en que se disfrute de la compañía familiar y evitar las discusiones en estos momentos”.

“Si te permites comer sin culpa lo que quieras, cuando quieras, es probable que te sientas más en control de la comida y puedas dejar de comer cuando estés lleno", complementa Assadi. Por otro lado, obsesionarse con el aumento de peso y establecer reglas sobre lo que se puede o no comer, "puede perpetuar esa sensación de descontrol”.

Más que engordar o no, es el momento de revisar nuestros vínculos de la comida, subraya Assadi. El tema alimentario pasa mucho con lo relacional y el encierro aunque es muy difícil, también invita a mirar el mundo relacional en el que estamos. "Desde gente que dice ‘no sé qué cocinar’ y se desespera, y otra que llama a otro para preguntarle y usa sus redes. Es un momento de cómo dejo de ver la vulnerabilidad como debilidad. Cómo comunico lo que me pasa. Somos un mundo de relaciones y es mirar cómo nos estamos relacionando con la comida y tratar de generar convivencias más saludables. Cómo estamos viviendo y cómo queremos seguir viviendo para adelante, es un momento central”. Un momento, quizás para cuestionarse ¿por qué es divertido reírse de las personas gordas?