En las desérticas llanuras de la Antártica, un equipo de investigadores y rastreadores logró dar con cinco meteoritos hace un par de días. Una de estas rocas extraterrestres era un poco más grande que una pelota de fútbol y su peso casi alcanza los 8 kilogramos: fue catalogado como uno de los más grandes descubiertos en toda la historia.
A propósito de esto se evidenció que de todos los meteoritos encontrados desde que se tiene registro, más de la mitad han sido localizados en la Antártica. ¿Tiene algo de especial este continente ubicado al sur del mundo que atrae este tipo de rocas espaciales? ¿Qué información se puede extraer de estos meteoritos y qué secretos esconden de la formación de sistemas solares completos?
El primer hallazgo de un meteorito en la Antártica es el Adelie Land, encontrado en 1912. Hasta la fecha, según reporta The Meteoritical Bulletin, 70.970 meteoritos han sido localizados y recolectados para su respectivo análisis, y el 62,7% de estos fueron encontrados en la Antártica. Originalmente son mucho más grande de lo que queda al caer a la Tierra, ya que la fuerza con que entra a la atmósfera terrestre hace que gran parte del meteorito se queme. Algunos se queman por completo y no alcanzan a llegar a la superficie. De hecho, se estima que los meteoritos que sobreviven, queda menos del 5% de la roca original después del impacto con el suelo.
Pero, ¿por qué en la Antártica? ¿Tiene alguna particularidad este lugar que “atraiga” la caída de meteoritos, en comparación a otros sitios? En realidad no, la caída de meteoritos en la Tierra es completamente aleatoria y ocurren mayoritariamente en el mar, por abarcar una mayor superficie sobre el planeta. Sin embargo, el continente blanco tiene otras particularidades que haga más frecuente la localización de meteoritos.
Millarca Valenzuela, investigadora del Centro de Astrofísica CATA y doctora en geología de la Universidad Católica del Norte explica que en la Antártica, el proceso de movimiento de los glaciares genera una acumulación puntual en los lugares donde confluyen estas masas de hielo y roca. “Por lo tanto, tenemos muchos sitios donde podemos ir y encontrar estos meteoritos, entre todo lo que ha arrastrado el glaciar”, comenta.
Asimismo, la geóloga experta en meteoritos añade que principalmente los lugares de búsqueda de meteoritos corresponden a donde no hay disponibilidad de agua líquida. Eso significa que deben ser desiertos, en general, y en particular desiertos calientes como Atacama, Sahara, entre otros. “Así también en el caso de la Antártica, donde no hay agua líquida que pueda actuar como un agente de meteorización de los meteoritos -sobre todo en la parte más cerca del polo-”.
Los meteoritos en la Antártica son más visibles porque las condiciones ambientales son favorables para la preservación y recuperación de estas rocas espaciales. La mayoría de los meteoritos en la Antártica se encuentran en “áreas de hielo azul”, o zonas que carecen de cobertura de nieve y permiten que los meteoritos queden expuestos más fácilmente. Actualmente se rastrean mediante imágenes tomadas por satélite, las que luego se entregan a un equipo de investigadores que inician un rastreo en terreno.
“En la Antártica, el proceso de movimiento de los glaciares genera una acumulación puntual en los lugares donde confluyen estas masas de hielo y roca. Por lo tanto, tenemos muchos sitios donde podemos ir y encontrar estos meteoritos, entre todo lo que ha arrastrado el glaciar”, complementa Valenzuela. Eso sí, a diferencia de meteoritos que caen en desiertos “calientes”, los hallados en la Antártica muchas veces no son hallados en su zona de impacto, por lo que se pierde información de la distribución de cómo cayeron. “Pero nos ayuda a encontrar muchos meteoritos, de muchos tipos quizás, en un solo lugar”, dice la geóloga.
El método de recolección de meteoritos es muy simple, según cuenta Valenzuela. “La primera es aleatoria, cuando el buscador se mueve de manera aleatoria por cierto lugar, y la otra es una búsqueda sistemática. Esta última se hace en una cuadrilla que “peina” un área y va a levantar todo lo que encuentre”, grafica la investigadora.
Asimismo, estos métodos se enfocan búsqueda en ciertos tipos de desiertos. Por ejemplo, en los desiertos fríos es más frecuente hacer una búsqueda aleatoria, por las características del terreno y la acumulación de meteoritos en ciertas locaciones específicas. Mientras que en los desiertos calientes lo más adecuado para encontrar material extraterrestre es hacer una búsqueda sistemática, con personas entrenadas para reconocer meteoritos que se distancian entre 10 metros y que barren el suelo con sus ojos, y paran cuando algo parece un meteorito. “Ahí usamos un medidor de susceptibilidad magnética. Nunca un imán, ya que estos borran la información paleomagnética que tienen los meteoritos”, advierte.
Los datos satelitales y de detección remota para mapear áreas en la Antártida que tienen más probabilidades de contener meteoritos. Al buscar áreas que cumplan con las condiciones ambientales y climáticas que favorecen las “zonas de encallamiento de meteoritos”. Se estima que existen hasta 300.000 meteoritos más por descubrir en el continente blanco, por lo que se enfocan en buscar en lugares específicos donde se conoce que los meteoritos son trasladados y acumulados en distintos puntos de la Antártica.
¿Qué nos dicen los meteoritos del universo?
De todos los meteoritos que se han encontrado y estudiado, casi en un 98% provienen del Cinturón de Asteroides, ubicado entre Marte y Júpiter, mientras que el resto proviene de superficies de planetas o lunas. La información que nos entregan los meteoritos corresponden a estudios del proceso de formación del sistema solar. Es decir, “nos puede contar cómo ocurrió una nebulosa solar, los tipos de materiales que existían en esa nebulosa, incluido los relictos, o lo que quedó de una supernova”, cuenta la geóloga.
Por otro lado, algunos meteoritos vienen con material orgánico que también se estudia para comprender cuáles son los componentes de estos “ladrillos” que fueron parte de planetas y protoplanetas hace cerca de 4500 millones de años atrás.
“El estudio desde la petrología, usando microscopios ópticos y electrónicos, nos permiten reconstruir la temporalidad, la mineralogía y otras asociaciones que nos permiten decir cómo ocurrió un proceso astronómico”, adelanta la geóloga de la UCN y también investigadora del Núcleo Milenio de Astrofísica. Asimismo, Valenzuela, explica que a través de distintos procesos es posible deducir hasta qué temperatura estuvo expuesto el meteorito para entender en qué sector específico de una nebulosa solar estuvo.
En el caso de los meteoritos con material orgánico, como los carbonáceos, una cosa muy importante de su estudio son los indicios del material inicial, que podrían ser parte del material que llegó de otros planetas a la Tierra, y que podrían ser la materia prima para la configuración de las condiciones para deducir cómo emergió la vida en sus planetas de origen.