Mi mundo se cae… ¿qué hago frente al derrumbe? (3ª parte): Amar en tiempos neoliberales...y en pandemia
Me produce un gran placer estar sola (…) elimino el dolor que me produce la gente. Quizás sea el placer más fuerte que conozco (Virginia Woolf).
Cuarentena total en Santiago, cierre de fronteras, amargo empate frente a la selección boliviana y un arbitraje cuestionado. Qatar, “la normalidad” y el 2022 se ven cada vez más lejanos. Pases de movilidad en la mira, el pueblo colocolino rememora 30 años de la gesta libertadora, algunos constituyentes desconocen Acuerdo por la Paz, Garín cae en octavos de final de Roland Garros, Vidal -ya recuperado del Covid- sufre desde la banca, marejadas en nuestras costas, trombas marinas, tornados en el sur y en la capital, mientras Orrego y Oliva se juegan la Gobernación, la Lista del Pueblo debate su futuro en un congreso. ¿Qué te gustaría hacer con el 100% de tus ahorros si los retiras?
Fuera de nuestras fronteras, todavía no se declara al ganador de las elecciones presidenciales en el Perú, Human Rights Watch denuncia abusos gravísimos de la policía contra los manifestantes en Colombia, el ministro de Salud de Brasil afirma que la celebración de la Copa América no es un riesgo -pese a que su país registró 2.700 muertes en 24 horas-, los seguidores de la albiceleste -tras el empate con los cafeteros- aseguran que Maradona está revolcándose en su tumba y probablemente Octavio Paz haga lo mismo tras escuchar las palabras del Presidente argentino. En Estados Unidos ventilan datos de la declaración de la renta de los más ricos, generando polémicas por las evasiones y lagunas fiscales de figuras de la talla de Gates, Bezos, Soros. Y Emma Coronel, la esposa del Chapo Guzmán, acepta un pacto de la justicia estadounidense y se declarará culpable.
Cierro las pestañas de la prensa local y de mis redes sociales y me conecto vía Zoom con Gustavo, cliente con quien, en sesiones anteriores, hemos abordado el impacto de la contingencia nacional -en particular los retiros de los fondos de pensiones-, en su vida profesional, personal, matrimonial y familiar.
Que te puedo decir Sebastián… no sé ni como empezar. A esta altura pensarás que estoy hipersensible a las noticias, pero después del anuncio del matrimonio igualitario se activó una bomba en el cumpleaños de Agustín, mi primer hijo con la Javiera, mi segunda señora… mi tercer hijo… Ufff… mira… si ya de por sí es complicada la logística de mi vida, con esto de los aforos, fue tanto el webeo, que al final solo pude invitar a mis papás, que como ya te he contado, son invitados de piedra para una familia políticamente correcta. (silencio). Para que te hagas una idea, mi mamá tiene un verdadero tema contra la iglesia, en particular contra los jesuitas y no pierde ocasión para reafirmarlo. Según ella es contradictorio -en sus palabras, una aberración- que haya hombres de iglesia pensantes. Para ella, la intelectualidad y la fe no pueden ir juntas y para la familia de la Javi, católicos progresistas, estos infaltables comentarios -omnipresentes en bautizos, primeras comuniones y matrimonios-, caen como patada en la guata. En fin, el cumpleaños número 18 de Agustín no fue la excepción y en este escenario presentó a Benicio... su pololo (Silencio).
¿Qué pasó?
De muy niño supe que Agustín era gay... palabra que a mi mamá le carga. Es un niño exquisito, cariñoso, profundo y conciliador, pero también el más decidido y testarudo de mis hijos (Silencio). Comprenderás que con una madre psicóloga, apostólica y políticamente correcta, pasé por una procesión de terapias individuales, de pareja y familiares para abordar la sexualidad de mi hijo… Hoy es tema superado, pero no siempre fue fácil, pues en su minuto hubo que cambiar a Agustín de colegio por el bullying. Duele mucho que un hijo sufra, pero aparte de esa pésima experiencia escolar -en colegio católico, como te recalcaría mi señora madre- sus amigas, amigos y la familia de la Javiera, de sus abuelos hacia abajo, han sido muy apoyadores. Siempre lo han acogido y protegido. Para que te cuento sus hermanos. Lo aman, pero como siempre, la nota diferente la pone mi vieja, que aunque lo desmienta una y otra vez, es homofóbica. No acepta que Agustín sea “totalmente gay” y cuando rompe la negación, pasa a decir que es una moda transitoria, resultado de una crianza permisiva… o consecuencia de mi ausencia (Silencio). Cuento corto, para no darte la reverenda lata, Agustín oficializó su primer pololeo delante de sus cuatro abuelos, sus padres, algunas tías y primos… (Silencio).
¿Y?
Al principio mi madre no dijo nada. No felicitó a Agustín, ni miró a Benicio, pero con un par de pisco sours en el cuerpo… empezó con el cuento político. Mira, mi mamá nunca toma, pero cuando lo hace, hay que ponerse casco y protectores, y aprovechando la agenda nacional, felicitó a Agustín porque ahora se podía casar. Hasta ahí, todo bien, pero mi madre, inmune a miradas, codazos o patadas, no iba a frenarse con esa tremenda galería. Tenía la atención de la Javiera, mis cuñadas y mis ex suegros. Mi padre, viejo lobo de mar, se fue a ayudar a la cocina y mi vieja siguió con que el Presidente saca este tipo de medidas, que a nadie interesa, para desviar la atención de los verdaderos problemas. Primeros callos pisados. Además… siguió la señora… ¿desde cuándo los gays se quieren casar? Como en tantas desafortunadas oportunidades, mi madre comentó la columna de Matamala -su gurú de turno- y confesó que le parecía de lo más extraño y conservador que ahora sean los homosexuales los únicos que quieren casarse. Ahora sí que tenía la atención plena de todas y todos y sacó su carta favorita: Lemebel. Él sí que era un valiente, consecuente y revolucionario... y le cargaba esa palabra tan inglesa y tan poco chilena… él hablaba de maricones, locas y primas. Mis ex suegros se atragantaron, mientras Agustín y Benicio, que nunca habían escuchado de las yeguas del apocalipsis, miraban y escuchaban con tal admiración a mi vieja, que les pidió que buscaran en internet la opinión de Pedro sobre el matrimonio homosexual y la leyeran en voz alta.
¿Qué hizo tu hijo?
Lo que todo el mundo hace. Le hizo caso a la vieja y leyó la siguiente respuesta: “En este país pacato y de misa dominical, le queda perfecto el tipo de homosexualidad del buen vestir y del bien vivir y del buen pasar, domesticada, asustada, formateada por el poder. Esta homosexualidad simétrica al varón, claro que hay un mundo preparado para eso, no es que esta homosexualidad se haya ganado un lugar dignamente; el neoliberalismo le ha hecho un cuartito rosa a esta situación gay cómoda y conservadora, que se quieren casar de blanco en la catedral”. (Silencio)
Mi madre, una vez más, se las mandó. Ahí, en un párrafo, atacó a la iglesia, a la clase alta y al modelo neoliberal. Mis ex suegros, entre incómodos y ofendidos, intentaron cambiar de tema. Pero ya era tarde. La Javi me miraba aterrada, mientras Agustín y Benicio se devoraban la entrevista. Y ahí, en su salsa, mi vieja les pidió que leyeran en voz alta: “que se casen con el gato si quieren, pero yo nunca luché por el casamiento gay. Vengo de otro tiempo que cuestionaba la burguesa postal familiar. Éramos locas feministas, anarcas que peleábamos por la liberación de ese tipo de instituciones. Ya había pasado la política del emparejamiento de iguales. Por eso sospecho de este destape con portaligas”. (Silencio).
Mi mamá, Agustín y su pololo… estaban extasiados. Mateo, mi segundo hijo, que por supuesto todavía va al mismo colegio jesuita que su abuelo materno, se sumó a la lectura… y sus primos también. De repente mi mamá estaba rodeada de toda la juventud; eso le encanta. Se puso sus anteojos redondos y como si agarrara el libreto de una obra de teatro, tomó el iphone de Agustín y declamó:
“Se pueden enamorar, convivir, amancebar y pueden adoptar hijos o mascotas, pero más que repetir la ceremonia nauseabunda de la boda, debe existir un universo cambiante, múltiple, trans, libertario y diferenciado, más progresista, más arriesgado, locas políticas que se casen con la revolución del deseo, de todos los deseos sociales de los oprimidos” (silencio).
Después del espectáculo de mi madre, mis ex suegros se retiraron. Mis ex cuñadas quisieron hacer lo mismo, pero no pudieron, porque sus hijos no querían perderse ni un segundo de esta catarsis familiar, que terminó con mi mamá abrazada de Agustín y Benicio, prometiéndoles que otro día les seguiría contando de Lemebel.
¿Qué pasó después?
Terminado el acto, reapareció mi papá. Era momento de irse y en silencio nos llevamos a mi madre al auto. Lamentablemente el retorno era largo, así que comuna tras comuna tuve que escuchar a mi mamá despotricar contra la institución presidencial, contra el sistema neoliberal, las convenciones conservadoras y los hombres sin carácter que permiten que sus hijos hagan lo que quieren, en clara alusión a mi padre y a mí. (Silencio). Mi viejo, por suerte, se hace cargo de esta señora y desde entonces no he sabido más de ella, ni de mi ex señora, Agustín, ni de nadie. (Silencio). Además, en esta oportunidad -como vivo solo- pude ir directo al congelador. Hielo, whisky, puro, cenicero y terraza (silencio).
Fumé y tomé… feliz… feliz de estar lejos de mi madre… de mis ex… de todas y todos. Saboreé ese puro como si fuera mi último acto de humanidad y jugué hasta el final con los hielos del primer… segundo… tercer whisky… y no pude dejar de pensar en el primer retiro… segundo… y tercer retiro… ¿vamos por la botella completa? (silencio). En otros momentos de mi vida me la hubiera bajado sin problemas, pero recordé al Maturana… a mi viejo… ¿cómo lo hacen… o cómo lo hicieron… para llegar tan bien… tan viejos? Yo no he llegado a los cincuenta y estoy hecho mierda y si me bajo completa la botella o si retiran el 100% de los fondos, seguro termino hospitalizado… (silencio). Al día siguiente no me levanté en toda la mañana de la cama. Era sábado y por primera vez en mucho tiempo, estaba y quería estar totalmente solo. Fui al living en bata, abrí una coca light, pedí una pizza y un tiramisú por rappi y me senté en un sofá. Agarré mi Kindle, seguí leyendo la biografía de Jeff Bezos para distraerme un rato, me aburrí, hojeé el Árbol del Vivir de Maturana, me pasó lo mismo y contra mis principios, me puse a leer De Perlas a Cicatrices, de Pedro Lemebel, y no pude soltarlo. Era un antiguo regalo de mi madre que adornó mi repisa por años. Jamás lo coticé, y contra todo pronóstico me pasé la tarde leyendo y riendo. Que te puedo decir, después de haberlo pésimo por meses… o años… con la webada del estallido, el plebiscito, la Constituyente, los retiros, mi última separación en pandemia y los espectáculos revolucionarios de mi mamá, gocé la “sinfonía chillona de las candidaturas”, tal vez lo más terapéutico que he leído, pero como sé que a la hora exacta me cortas, no te la voy a leer, pero te lo mando por WhatsApp para que lo comentamos la próxima semana.
Tras terminar la sesión, revisé mi teléfono y efectivamente había recibido un mensaje de Gustavo. Le había tomado una foto a un párrafo de Lemebel …
“Si se trata de candidatos al tablao político, los hay por miles. Desde la cantante o actor de teleserie que nunca deslumbró por sus aptitudes artísticas y hoy quiere usar su fama ratona para llegar al parlamento político, hasta el hijo, nieto o sobrino de la casta partidista que usa el apellido paterno para colgarse del carro democrático. Total, en estos tiempos de consumo caníbal, la política es la diva del show”.
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