Hola Sebastián. Un par de amigos me dieron tu contacto. Aunque no vengo a hablar de mis glorias tenísticas del pasado, los dos me dijeron que entiendes bastante bien de dónde venimos y las consecuencias del tenis en nuestras vidas. En fin, conoces a Benjamín, también a su viejo, Samuel. Somos o fuimos de la familia del tenis y ahora que estoy solo con Tyson, mi perro, se me vienen recuerdos de esa etapa, de esa soledad. Los entrenamientos, los torneos, hoteles y aeropuertos. Las penurias económicas, el no saber si te alcanza o si te podrás subir al avión. El miedo a las lesiones o a no alcanzar a recuperarte para el próximo partido... La verdad… nunca pensé que en el encierro volverían esos recuerdos… pensé que los había borrado.

¿Qué volvió?

El pánico a que siga la mala racha. Para que te hagas una idea, me puse tan weon con la cuarentena, que mi señora me pidió me fuera de la casa. Al principio, estaba tan sobrepasado, que te juro sentí un alivio, pues entre la pega, el colegio de los niños, la cosa doméstica, el perro y las quejas de mi mujer… irse parecía un buen plan. Me fui a trabajar a la playa y pensé que después de un par de semanas me iban a echar de menos. Sorpresa. El único que me había extrañado era Tyson, perro al que apenas pescaba. Fue horrible, pues salvo los pasos de este gil y sus jadeos, lo demás era frío y silencio. La Bea no me dirigió la palabra en días, hasta que estallé y ahí entraron mis tres niños. Clemente, el mayor, me dijo -reuniendo todo su valor- que en mi ausencia no había habido ni una pelea, ni un grito, ni una mala cara… pero desde que había vuelto de la playa costaba respirar en la casa. Weón, tiene 13 años. Yo a esa edad no pensaba. Y me destruyó. De ahí anduve un par días como zombie y mi suegro me ofreció arrendarme el departamento desde el que te hablo. Estaba amoblado, así que me fui al tiro.

Foto: AP

Silencio…

Mira, yo no creo mucho en estas cosas y si estoy hablando contigo es porque confío en Benjamín. Me dijo que también hablaste con su viejo y esas son -para mí- palabras mayores. Fuera del tenis, Samuel es mi máximo referente. Siempre pensé qué distinta habría sido mi vida de haber tenido un papá como él. Ya, pero me fui para otro lado. La cosa es que me fui de nuevo de la casa y Tyson, según mi señora y mis niños, se empezó a portar pésimo. Empezó a mearle la cama a la Bea, se escondía y acostaba en el lugar vacío de mi closet y cagaba en el pasillo. Te juro que yo nunca pequé a ese perro. Ni siquiera me gustan mucho y él es todo lo que no habría querido en uno. A mí me hubiera gustado tener un perro grande, que me acompañe a trotar o a subir un cerro, pero este guatón es más flojo que la chucha. Se ahoga y todavía no descubro para que sirve.

¿Qué tipo de perro o de qué raza es?

Son estos que están de moda. Los bulldog francés. Mis hijos morían por tener uno. Mi señora no quería y a mí, desde el fondo de mi corazón, me importaba una reverenda raja. Es como cuando tu señora te pregunta si es momento de cambiar las cortinas o de pintar la casa. ¿Qué chucha se responde? Así que llegó el perro y lo único que hice fue ponerle nombre. Y ahora vivo con él.

¿Cómo es?

Insoportable. En la casa es pajero, duerme todo el rato. Ronca y se tira pedos. Pero si él quiere que lo pesques y no lo pescas, te rompe algo que te importa, te mea un área estratégica o te caga adentro del clóset. Y cuando lo sacai a pasear, el weon te vuelve loco. Camina cuando quiere. Y si para, no hay forma de moverlo. Una vez intenté que corriera y lo hizo por media cuadra y después se negó a avanzar. Nunca más corrió. Pero si ve un perro te arranca el hombro de un tirón. Y para que cachís como es el weon, lo que más goza del paseo es que le ladren a través de las rejas. El weon no se mueve, no ladra y después de un rato les mea la reja o caga. Es un verdadero hijo de puta y según mi señora y mis hijos… yo soy igual…

¿En qué sentido?

Mira, tu conociste a Benjamín. Ese weon es 5 años más joven que yo, es 20 centímetros más alto y tenía una familia que le financiaba su carrera, lo acompañaba a los torneos importantes y le pagaban pasajes aéreos para que volviera a Chile para estar con los suyos. Ese príncipe era mi partner y seguimos siendo amigos. Me ganaba en todo, menos en personalidad. En eso, soy igual al Tyson y si bien no meaba la red, les mandaba el mismo mensaje a mis contrincantes. Te voy a cagar. Y ahora que lo pienso, mi vieja, al igual que la Bea, no me soportaba en la casa. Seguramente, así como Tyson volvía loca a la Bea, yo enloquecía a mi vieja… y le recordaba a mi viejo. Yo era inquieto, todo el día webeaba a mis hermanos chicos. Por deporte. Supongo que esa era mi forma de sobrevivir en la casa.

¿Cómo era vivir en esa casa?

Puta… éramos la típica familia militar. Cuatro cabros chicos en una casa diminuta, vieja todo el día cabreada, cambios constantes, traslados y anda saber dónde cresta se metió tu papá. Después de varios pueblos y ciudades, mi única preocupación era saber dónde estaba el club de tenis. El colegio me importaba una raja y yo creo que a los profes y a mis compañeros les pasaba lo mismo conmigo.

¿Qué les pasaba?

Deben haberme aguantado con la esperanza de que me fuera pronto. Tenía demasiada energía. Cuando mi viejo estaba, que eran pocas veces, tarde o temprano me sacaba la chucha. Pero no era un weon violento, sino que me terminaba mandando un charchazo porque mi vieja y mis hermanos estaban desesperados. Después el weon se sentía culpable y yo aprovechaba de explotarle ese lado. Un charchazo traía meses de inmunidad. Y si bien nunca les he pegado a mis hijos, yo creo que los weones tienen claro que puedo llegar a ser un cabrón.

¿Y cómo era vivir en tu casa con tu señora y los niños antes de la pandemia?

Ahora que cacho más de perros, te podría decir que mi señora es como un gran danés. Alta, de huesos largos e imperturbable y creo, porque ya dudo de todo, que nos llevábamos bien, pues yo le inyectaba esa adrenalina que a ella le faltaba. Para mis niños, siempre seguros con mamá en casa, mi presencia era como una entretención. Además, nunca estaba mucho tiempo. Por pega viajaba un montón, y siempre tenía eventos, lanzamientos y campañas que me mantenían ocupado.

¿A qué te dedicas?

Soy gerente de marketing de una marca deportiva y si cachai el mundo del tenis y el del marketing comprenderás que vivo con la adrenalina a mil. Me apasiona lo que hago. Pese a que salirme del tenis fue muy difícil, entrar a esta empresa fue como por fin pertenecer a la familia correcta. Soy un competidor nato y aunque no tenía el tamaño ni las lucas para mantenerme en el circuito, me hice fama de hacer sufrir a mis adversarios. Y en la pega soy igual. Vivo obsesionado con los rankings y con ganarle a las otras marcas deportivas. Por eso, cuando pasé de moverme como loco dentro y fuera de Santiago, a estar encerrado en la casa, supongo que como Tyson, empecé a romper cosas, a mear las camas y a cagar en las alfombras. Además, soy picado y cuando cacho que las cagué, hago lo mismo que el perro. Me hago el weon. Y como la Bea tiene esa actitud de gran danés, más me picaba y más weon me ponía.

¿Cuál actitud?

Como que te mira desde arriba. A ella le parece ordinario o de mal gusto ser tan competitivo, querer siempre ganar o en el peor de los casos, nunca perder. No… ella tiene clase y a mí esa webada me revienta. Benjamín era un poco así, pero el weon tenía sentido del humor y un viejo que era súper competitivo y que lo aleonaba. Pero sí, la Bea y Benjamín nunca han necesitado ganarle a nadie. Nacieron parados, desde la cuna son ganadores y no cachan que los demás, para estar a su nivel, nos tenemos que sacar la chucha. Y a mí me cuesta controlarme. Así como ponía todo en un partido contra un rival que me sacaba una cabeza o que estaba varios puestos por delante en el ranking, en una campaña hago la misma webada. Dejo todo en la cancha. Y sé que no es la webada más importante del mundo, pero para mí lo es. Y cuando me enfoco en algo se me olvida todo y cuando me interrumpen o quieren que me concentre en otra cosa, me enojo. Esa webada me pasaba todo el rato en la casa durante la cuarentena. La Bea quería que pescara más a los niños, que no era puro pasarlo bien, echar la talla y ser el papá divertido. Quería que los educara y weon, no te cuento cómo me costó el colegio. Y si saqué la universidad en Estados Unidos, fue porque estaba amarrada al deporte. Si perdía la beca, perdía el tenis, el techo y la comida. Otro día te cuento cómo fue ese infierno, pero la saqué gracias a mi coach y a muchos compañeros que encontraban increíble que un weon con tan pocas facilidades para los estudios, se sacara tanto la chucha. Y lo logré. Y si me alejo de la educación de mis hijos es para no transmitirles mis traumas.

¿Y qué te gustaría que trabajáramos?

Me encantaría que me ayudaras a controlarme. Clemente, que por supuesto va al psicólogo, pues para la Bea ir a terapia es como ir al dentista, una obligación, me cagó con su comentario de que estaban en paz sin mí. Esa misma semana el CEO me lanzó en una videoconferencia, una de esas frases que te enseñan en las escuelas de negocios de niños ricos… una webada como que yo era un gran líder en tiempos de guerra… pero un desastre para los tiempos de paz… Y aunque lo odié y no sé si entendí del todo la webada, me hizo sentido. Esas dos frases y Tyson me han hecho pensar que algo de bully tengo y no puede ser. Esta webada no es un partido de tenis. Mi familia y mi equipo no son mis adversarios… no tengo que destruirlos, sino protegerlos. Y estoy fallando. Y si aún estoy a tiempo, me encantaría hacer cualquier webada para volver con la Bea y los niños.

¿Y qué te gustaría que pasara con Tyson?

Ese weon es a toda raja. Tiene que seguir tal cual. Fiel a su esencia. Un bully.

Continuará…