Han pasado dos semanas desde la última vez que vi a Eduardo, cliente que ha atravesado una profunda crisis matrimonial en la mitad de la pandemia. Mientras se conecta al audio, veo a través de la pantalla como Eduardo se agacha en su closet -acondicionado como mini-bar para resistir el encierro- y saca una bebida. Cierra la puerta del refrigerador, la puerta del closet, se deja caer en su silla de trabajo y se arrastra hasta la pantalla gracias a las ruedas de ésta.
"Puta Seba, no sabi cuanto te he echado de menos. Estoy pa' la cagada y no sé qué hacer. Estuve a punto de llamarte el mismo dieciocho, pero después me dio plancha, pues a mí se me traba la lengua y ya tempranito estaba rindiéndole los honores a la Patria con unas mimosas. ¿Cachai lo que son?
Creo que si…
Es espumante con jugo de naranja. Esa weá la caché la primera vez que fui a Buenos Aires. Me enamoré de esa costumbre de desayunar alegre. ¿Cómo nunca la había cachado antes? Bueno, a la Claudia le encanta y como ha andado mal… porque la echaron…
En este momento se produce un silencio cortante. Eduardo mira hacia la derecha y lo veo ponerse rojo. Suspira fuerte y continúa, nuevamente mirando a la cámara.
Weon, la echaron el día antes del dieciocho. ¿Lo podis creer? Al día siguiente nos pusimos a chupar desde que abrimos los ojos. Partimos con las mimosas, seguimos con los blancos, los tintos y hasta ahí me dejó la Claudia. Yo maté la noche a punta de piscola. Puta el dieciocho pa' fome.
¿Y qué pasó con la Claudia?
Está la media cagada. Estas son peleas de perros grandes y la Clau es la única mina en esa mesa. Lleva como 20 años ahí. Hizo carrera y tiene todas las charreteras. Si trabajara en Walmart, estaría llena de chapitas, porque ha ocupado todos los cargos de su línea hasta llegar lo más arriba. Ha sacrificado su vida por esos weones estirados que valen callampa, se ha deslomado por darles en el gusto y por mucho que se siente con ellos, igual es la que tiene que servir el café y organizar el almuerzo. En fin Seba, si el año pasado fue complejo con lo del estallido y este 2020 ha sido como las reverendas por la pandemia, no sé qué se nos viene para el 2021, pues mientras nosotros hablamos, la Claudia está en videoconferencia con sus abogados. Acá se ha metido toda la familia, porque así de raros son estos weones. En la familia de la Clau no se pescan mucho, pero cuando les pasa algo con las pegas y las lucas, se unen todos. Puta, en mi familia es al revés. Somos puro amor, puro webeo, nos juntamos todo el rato, pero cuando hay problemas nos damos el pésame, nos sobamos la espalda y chau pescado. Cada uno para su casa a vivir las penas solito. Entonces la Claudia, después de chupar casi a la par conmigo por dos días, vivió una reseca infernal y se puso endemoniada. Al principio, te confieso, era tanta mi caña, que me dolía la cabeza nada más escuchar su voz. Esa wea puta que les cuesta a las minas.
¿Qué les cuesta?
Entender que cuando uno está con caña hay que hablar bajito. Ojalá no hablar. Pero no, la weona gritaba, me decía que yo no la ayudaba, que para lo único que servía era para ahogar las penas en copete, pero que después ahí me quedaba, echado y me empezó a sacar en cara lo poco ambicioso que era, la poca pelea que daba y como su viejo y sus hermanos la apoyaban, mientras yo sobrevivía una caña más. Y puta la wea, transpirando mal, me duché e intenté ayudarla, pero ella ya estaba en una vorágine, whatsapp, teléfonos, mails, zoom. Hasta el viejo, que no había salido de su casa en toda la pandemia, llegó y mientras ellos discutían en la cocina, yo me tuve que bancar a la suegra en el living, con dos metros de distancia, porque la vieja fea me miraba con cara de covid. Weón, y cuando me pongo nervioso transpiro. Y cuando estoy con caña y me muevo, transpiro. Imagínate como estaba con la vieja enfrente. Los dos con máscara y la ñora no aceptando nada. Y hablaba weón, hablaba todo el rato, lanzaba mala onda contra todo y contra todos. Nada de mamita amor o de suegrita cariño. Un demonio en el cuerpo de una vieja estirada. Y yo no computaba nada. Me sentía como en la bicicleta estática, puro aguantando, solo que acá no me podía poner una toalla al hombro para secarme la transpiración. Fue una pesadilla y me imaginé que la Claudia, sin pega, se iba a poner igual y casi me da un ataque de pánico. De verdad Sebastián, for real. Fue una visión y te juro que se me fue la caña. Me dije, weón, teni que hacer todo lo posible para que la Claudia trabaje hasta su último día, sino será el último mío. Fue la media iluminación. Lo vi ahí, vi la maldad encarnada en esa vieja y me aterré.
¿Qué es lo que te dio tanto susto?
La típica. Al principio jurai que tu polola no se parece nada a tu suegra. Después te casai y te teni que bancar las peleas entre tu señora y tu suegra. Parecen dos razas distintas y de repente, zas. Te cae la teja. ¡Son igualitas! CSM. Weón, me helé. Me dije, Eduardito, no sé por qué chucha cuando me hablo a mí mismo me llamo Eduardito, filo, Eduardito, te vai a sacar la chucha para ayudar a la Claudia aunque en ello pierdas tu pega.
¿Y qué pasó después?
Puta que eris rápido. Ahí vino el problema. No se me ha ocurrido que chucha hacer y pensé, seguro que ese weón del Seba me da unos tips. Weón, me teni que ayudar a bancarme a esta mujer. Está como un alien. No come, chupa, hace gimnasia como condenada y fuma después de bajarse de la elíptica. Ni a mí me parece saludable esa rutina. No podi hacer ejercicio en esas condiciones, hay que ser profesional para chupar. Hay que cuidarse. Yo estoy así de rosadito a mis cuarenta y tantos porque me cuido. Si chupo, descanso. Ahí está el secreto de la eterna juventud. Pero lo que hace la Claudia es de locos. Y en la cama, se mete con el ipad y el teléfono y no para de trabajar, se las pasa peleando y siento su mala onda.
¿Y qué haces?
Puta, prendo la tele y pongo fútbol. Eso no falla. Me pone cara de horto y se va con sus webaditas a la cocina y se sirve una copa, se fuma un pucho y sigue trabajando.
¿Y tú?
Caigo raja. Para mí los goles son como una canción de cuna.
¿Cómo quieres ayudar a la Claudia?
Puta, dime tú como hacerlo. No sé weón. Mira, con la cantidad de plata que le van a dar, cualquier mortal se podría morir tranquilo aunque viviera cien años. Lo he pensado Sebastián y lo peor es que se me ocurrió decírselo.
¿Qué dijiste?
Puta, ya medio entonado, le dije que le ponía mucho color, que fuera una agradecida de la vida. No necesitai trabajar Clau, pero si queri podis poner un emprendimiento, ponte una peluquería, un almacén.
¿Y qué pasó?
Weón, se volvió loca y me empezó a lanzar webadas. Después se me tiró encima y me empezó a pegar. Es flaquita la weona, pero pega fuerte y no paraba y cuando la trataba de calmar me amenazaba con que iba a llamar a los pacos. Y tú cachai como andan las cosas con Las Tesis, así que me hice un ovillito y la weona me pegaba combos y patadas hasta que se le dobló la muñeca. Ahí paró. ¿Y a que no adivinai lo que pasó después?
No…
Nos empezamos a cagar de la risa. La Claudia no podía parar de reírse al imaginarse atendiendo en un almacén a sus amigas y a su familia. Y cuando nos imaginamos a la suegra con sus amigas en la peluquería nos recontra cagamos de la risa y ahí caché que eran las peores ideas del mundo. Lo bueno fue que después me pidió perdón y me dio las gracias por dejarla descargarse a combos y patadas.
¿Y tú que le dijiste?
Le dije que la única wea que no le hubiera permitido era un Suárez o un Jara. Tengo mis límites. Nada de mordiscos ni faltas de respeto. La Claudia volvió a reírse y me prometió que si todo salía bien, volvíamos a Europa y después yo me podía ir al Mundial. Weón, lloré. Soy capaz de bancarme museos lateros y catedrales sin vida, sabiendo que tengo chipe libre para el mundial. Weón, no sabi lo feliz que me puse y ahora lo único que tengo que hacer es seguir acompañando a la Clau, que después de esa ola de felicidad le bajó la depre de nuevo. Amaba su pega, vivía para ella y estos HDP la sacaron porque es incómoda. Así es ella, no dice las cosas para agradar. No dice lo que queris escuchar. Es brava y con una ética del trabajo que te la encargo. Así es su familia, para los weones la pega es una religión.
¿Y para ti?
Buena pregunta. No, para mí no es una religión. Es un juego importante, pero nunca tanto. Me importa más el fútbol y mi familia. Y la Claudia, que puta que me ha salido cara esta pasión. Pero creo que esta crisis de mierda nos ha fortalecido y aunque sigo amoreteado y me sobo para callado, me da ternura acordarme de la flaca arriba mío lanzándome combos y yo después recibiendo patadas. ¿Esa wea es amor o no? ¿O estoy muy cagado?
Ante mi silencio, Eduardo se levanta, va a buscar otra coca-light y mira la hora del reloj de su computador.
No puedo creer que se nos pasó la hora. Y todavía ni te he contado la mitad de las webadas que me han pasado estas dos semanas. Acuérdate que esta es mi hora hasta fin de año. Te pediría que escucharas a la Claudia, pero sé que ahí perdería un amigo, así que ni cagando. Fuera de webeo, me encantaría que hablara con alguien como tú, pero me dijo que ni cagando. Y la entiendo, lleva una vida de psiquiatras y psicólogos. Está vacunada. Pero puta que hace bien hablar, estoy seguro que si me subo a la balanza, marcaría un par de kilitos menos. Sin esforzarme ni transpirar. Gracias Sebastián, nos vemos la próxima semana.
Tras cortar, suspiré y pensé que me iba a derretir en la silla de mi comedor, que a esta altura, es parte de mi consultorio virtual. Me levanté, me estiré y me pregunté si efectivamente era amor de lo que hablaba Eduardo. No es una aproximación muy académica, ni romántica o espiritual, pero no pude dejar de sonreír al imaginarlo recibiendo golpes hecho un ovillo. ¿Estaré mal? Abrí la ventana de mi terraza, miré mis plantas y pese al encierro y la pandemia, las flores no olvidan que es primavera.