Michel Bozon “fotografiará” la identidad sexual de Chile: “Hoy muchas más mujeres se declaran bisexuales”
El especialista francés fue comisionado por el Ministerio de Salud para llevar a cabo la segunda Encuesta Nacional de Salud, Sexualidad y Género, un trabajo que no se hacía desde 1998 y en el que también participó. Aunque el sondeo recién comienza, Bozon ya palpita algunos resultados: "Ya no tantas personas se dicen homosexuales o lesbianas, pero sí bisexuales".
Recién llegado de París, el sociólogo y director de investigación del Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia, Michel Bozon (67), reconoce que lo aborda la curiosidad por saber de Chile. Su interés está enfocado, eso sí, en levantar cifras y aspectos de las actitudes más privadas de la sociedad chilena. El investigador francés, junto al Departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud y a las universidades de Chile y Alberto Hurtado, realizará la Encuesta Nacional de Salud, Sexualidad y Género (ENSSEX) 2022-2023. Allí se buscará sacar una radiografía a la identidad sexual de Chile, donde se espera reconocer aspectos de la vida en pareja, anticoncepción, aborto, enfermedades de transmisión sexual, orientación sexual e identidad de género, entre otros parámetros.
Son muchos los estudios en sexualidad y género que ha realizado Bozon a lo largo de su carrera, incluso antes de que el tema fuera frecuente en la discusión pública, según afirma. Sus investigaciones hablan sobre prácticas sexuales, comportamiento de las personas durante la epidemia del sida y sociología de la sexualidad, entre otros tópicos. Lo ha hecho principalmente en Francia, pero también ha realizado este tipo de estudios en otros países. De hecho, es segunda vez que participará en un sondeo de esta índole en Chile. El primero lo hizo hace 25 años atrás, en 1998. Allí se realizó el proyecto denominado “Comportamiento sexual en el Cono Sur” (Cosecon), y sus resultados fueron publicados a principios del año 2000. Era una época donde la sociedad chilena afrontaba este tema con una mayor presión social, y donde reinaba “el pánico moralista”, como acusa el sociólogo francés.
-¿Cuál es su interés en saber sobre la identidad sexual en la sociedad?
Desde el inicio de la década de los 90 me especialicé en sexualidad y género. Eso sí, en ese tiempo el tema no era tan popular como ahora. No habían muchas encuestas, faltaban datos. Los alumnos no hacían memorias o tesis sobre el tema porque era difícil, no habían profesores que los orientaran en este aspecto. Los ministerios, el Estado, no daba tanto dinero para hacer estos estudios. La primera oportunidad que se dio para investigar esto fue cuando ocurrió la epidemia de sida. Esto generó una movilización sobre conocer más y mejor la sexualidad. No se podía diseñar una estrategia de lucha eficiente sin tener más conocimiento de cómo funciona la sexualidad.
Hubo una movilización internacional sobre el tema, pero especialmente en las personas gay. No se hablaba de personas LGBTQ+ en ese momento, sino que del “movimiento gay”. Era importante saber cuántas parejas tenían para modelizar la epidemia del sida, saber cómo se iba a desarrollar y saber cómo se negociaban medidas de prevención entre las personas. Entonces, se hizo necesario conocer las relaciones de poder entre las personas, tanto heterosexuales como homosexuales.
Para mí, investigar estos temas no es una mera curiosidad, es una forma de reflexionar sobre las normas de la sociedad, de saber si las normas continúan siendo adaptadas. Esto podría servir para pensar mejor los comportamientos sexuales de la sociedad y lo que hay que hacer al respecto, de forma más abierta.
-Cuando llegó a Chile a realizar esta encuesta en 1998, ¿qué fue lo que más te sorprendió de la realidad sexual de este país?
Habían muchas cosas prohibidas. Se tienen que pensar que el sexo anal era una cosa prohibida por ley y tampoco estaba permitido el divorcio. Además, había una obsesión muy grande sobre la juventud y, por supuesto, había una homofobia muy fuerte. Es todo un marco que es difícil imaginar hoy. El feminismo tenía mucha menos importancia en el debate público, por cierto. Todo eso creaba un ambiente no muy favorable para hacer una investigación por parte del Estado.
-¿Por qué volver a hacer este estudio después de 25 años? ¿Cuál debería ser la periodicidad óptima con que se debiera seguir la huella de la identidad sexual de un país?
Nosotros pensábamos que habría sido mejor hacerlo antes, no fue nuestra decisión que fuese después de tanto tiempo. Presentamos un primer proyecto por personas que ahora están en este equipo: la profesora Irma Palma de la Universidad de Chile, y el profesor Jaime Barrientos de la Universidad Alberto Hurtado. Presentamos un primer proyecto en 2006 y esperábamos un presupuesto extranjero que al final no llegó.
Retomamos el estudio varias veces, y el proyecto avanzó después de una solicitud del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) en 2014. Hicimos un cuestionario y un primer piloto; entregamos el informe y la idea era que el Minsal tomara cuenta de la secuencia. Finalmente decidieron que no iban a hacer el estudio.
Lo que cambió la situación fue la crisis sobre el sida en jóvenes, a fines de la década pasada, que hizo que se dieron cuenta que la tasa de infectados era más alta de lo previsto. Entonces se acordaron que había un proyecto avanzado, y que podían retomarlo. Nos contactaron en 2018 y avanzamos con un nuevo equipo del Minsal en varias reuniones. Sin la pandemia hubiera sido antes, quizás en 2020.
-¿Cómo podría haber cambiado la sexualidad chilena en 25 años?
Teníamos muchas hipótesis sobre las transformaciones interesantes e importantes que habían ocurrido en la sociedad chilena. Es claro que muchas cosas cambiaron, y que teníamos datos en otras encuestas del Estado para documentar esto. Teníamos las encuestas periódicas del Instituto Nacional de la Juventud (Injuv), que dan elementos del comportamiento de la juventud, de las personas que se dicen homosexuales o bisexuales, de las edades de iniciación sexual. Todos esos indicadores aparecen ahí y sabíamos que esperar. Esperamos que hayan cambios en las actitudes frente a homosexuales, al movimiento del aborto y al desarrollo de una primera educación sexual en los colegios. Todos esos elementos nos daban la idea de que íbamos a observar cambios profundos en las actitudes frente a la sexualidad.
En el último tiempo aparecieron también otras temáticas, que son importantes pero que tal vez no vamos a poder tratar con tanto detalle en un estudio de población. Estos son los temas de las personas trans o de las personas no binarias. Son elementos que se debaten mucho, pero que dicen relación a una proporción de la población no tan alta, y son difícil de encontrar en un muestreo aleatorio de 20 mil personas. La idea en este estudio es poder tener submuestras significativas de poblaciones lesbianas, bisexuales y homosexuales.
-¿Cuál es la importancia de sacarle una fotografía a un país en términos de su identidad sexual? ¿En qué aspectos ayuda a al desarrollo de Chile y de su población?
Primero, una encuesta de este tipo es un desafío de conocimiento. Se debería tener esa primera perspectiva. Como es una sociedad que intenta conocerse, es también un desafío para evaluar las normas de una sociedad, y las prácticas de las personas que habitan un país. También para evaluar los bloqueos que existen, así también como los prejuicios vinculados a un pánico moral con la juventud. Muchas personas piensan que los jóvenes hacen muchas tonterías en sexualidad, que se inician a los 12 o 13 años. Esas cosas no ayudan nada en las políticas públicas, porque no es verdad.
-¿Cómo esta encuesta se encargará de analizar los principales cambios en la perspectiva de género en Chile?
Esta encuesta es sobre salud y sexualidad, pero también con una perspectiva de género, interesándose en las desigualdades entre hombres y mujeres, y especialmente en la violencia sexual, y acoso sexual. Todos esos aspectos casi no aparecieron en la encuesta del 98, que era muy dedicada a la prevención del VIH, uso de condón, número de parejas, etcétera. Pero en el tema de violencia, tal vez había una pregunta o dos. Muy poco.
Ahora estamos en un contexto donde hubo décadas de movilizaciones sobre este tema de violencia sexual, el cual se traduce en el cuestionario donde se aplica un módulo muy importante, súper delicado.
-¿Dentro del estudio se contempla saber la perspectiva sobre el aborto en Chile?
Claramente el aborto continúa siendo un tema complejo de estudiar, sobre todo cuando la ley ha cambiado en Chile. No tenemos buena información sobre el proceso que llevó a personas a contemplar la interrupción del embarazo, o a hacerlo también. Y es súper complicado hacer en una encuesta. Esa parte de la encuesta tiene mucha dificultad porque las personas no contestan fácilmente sobre esos asuntos. Pero es muy necesario conocerlo, especialmente si la ley puede cambiar de nuevo.
-¿Cómo se podrán superar las barreras de silencio ante temas más delicados de hablar?
El encuestado o la encuestada responderá ciertas partes del cuestionario fuera de la presencia del entrevistador. Se le da una tablet, y la persona contesta en el dispositivo. Luego se cierra el programa y vuelve a un módulo con entrevista del encuestador. Es delicado, un poco complejo.
Hay muchas expectativas sociales sobre el tema, porque puede servir en el marco de la educación sexual. La idea de que se hace mejor educación sexual a partir de conocimientos real sobre los comportamientos mismos. Sobre qué cosas ocurren durante la primera vez. Tenemos un módulo importante sobre este aspecto.
-¿Se podrá saber con mayor certeza el porcentaje de población homosexual en Chile?
Últimamente la población homosexual, a partir de preguntas hechas en la INJUV, rondan dentro del 5% a 6%. Sin embargo, esto puede haber aumentado recién, especialmente en las generaciones nuevas. Esto, porque hay toda una política entre los jóvenes de autodenominación que amplía el espectro de las minorías sexuales.
Por ejemplo, y comparando con estudios de otros países, hay muchas más mujeres ahora que se declaran bisexuales. Hay un aumento de esta tendencia. No tanto de las personas que se dicen homosexuales o lesbianas, pero sí hay un aumento de quienes se dicen bisexuales. También hay una tendencia leve, en números absolutos, de personas que se rehúsan a clasificarse como hombre o mujer, y se reconocen como no binario. Esa es una tendencia que existe, pero no sabemos si va a aparecer en una encuesta de este tamaño que dice relación a todas las regiones del país.
-¿Esta investigación podrá mostrar cuál es la realidad sexual por región? ¿Se puede saber dónde hay una mayor proporción de población LGBTQ+, por ejemplo?
Yo diría que eso sería donde hay más ciudades grandes, que no es necesariamente un efecto regional, sino de urbanización e ideas. Pero también esos problemas se configuran de forma diferente con la subida de las redes sociales, de la importancia de internet como forma de encuentro entre jóvenes.
Ése es también uno de los elementos que diferencia a la encuesta del 98: no sólo el contexto político influye, sino también el contexto comunicacional que ha cambiado mucho y que hace que personas puedan hacer encuentros sin que sus cercanos lo sepan. Hay una individualización de las estrategias en las personas, los amigos no siempre saben y la familia todavía menos. Quienes te rodean pueden no saber que estás en una aplicación de encuentros, y eso es una de las explicaciones al desarrollo de identificaciones LGBTQ+. Ellos usan mucho más las herramientas tecnológicas que las personas heterosexuales, que les permiten conectarse entre ellos mismos en lugares con menos población. Pueden entrar en contacto de forma más fácil, y en este contexto también ha cambiado el escenario social.
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