Es habitual que la atención a los flujos migratorios en los países esté centrada en fenómenos o episodios que tienen como protagonistas las áreas y clases populares, principalmente urbanas. La llegada de profesionales foráneos es menos evidente o problemática, y funciona muy frecuentemente el supuesto de que se trata de individuos y familias que hacen una contribución positiva a las sociedades de llegada.

Las extremas derechas, los discursos anti-migrantes, el acento en el color de la piel, el narcotráfico y la prostitución, aparecen como problemas o defectos del pueblo llano, estratos sub-proletarios o nuevos vecinos humildes de los que se ignora el origen más allá de etiquetas o lugares comunes. De este modo, permanece oscurecida la voz de las clases más acomodadas, a las que muchas veces sirven los que recién arribaron.

Es justamente tratando de dilucidar el posicionamiento de la clase media alta santiaguina que una encuesta realizada en el marco de un proyecto FONDECYT (CONICYT), de quien escribe junto a la investigadora María Luisa Méndez (Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, PUC), preguntamos a una muestra de 400 familias de dicho estrato socioeconómico sobre temas relativos a problemáticas sociales contemporáneas. Una de ellas fue la de las migraciones.

A este respecto, la pregunta central fue si estaban de acuerdo con que "la presencia de inmigrantes contribuye al enriquecimiento cultural de Chile". Un 55% dijo estar de acuerdo, y sobre un 32% manifestaron disentir de dicha afirmación. No obstante la significativa oposición, esto nos muestra una clase, compuesta en gran medida por profesionales y directivos, que favorece una imagen positiva del migrante.

Podríamos preguntarnos si esta opinión se basa en experiencias propias de migración, pero los datos identifican únicamente a un 3% de encuestados que hicieron la totalidad o una parte de sus estudios en colegios en el extranjero, muy lejos del 55% mencionado. En otros términos, la clase media alta santiaguina mira al migrante desde su fuerte enraizamiento en historias definidas dentro de las fronteras nacionales. Miran al nuevo migrante contemporáneo desde una situación ajena a las necesidades y los vectores que conducen la migración.

Entonces, ¿cuál podría ser una vía fructífera de explicación de esa visión bastante favorable? En base a los hallazgos del proyecto de investigación mencionado, nosotros argumentamos que la opinión más abierta a la migración es un componente de un repertorio o visión política dentro de la cual algunos países extranjeros siguen siendo ingredientes significativos de la identidad personal.

En el otro extremo, los chilenos de clase media alta que declinan reconocer a la migración un aporte cultural favorable para el país, son aquéllos con visiones más tradicionales para las cuales las fronteras nacionales siguen definiendo los límites de una comunidad con un destino compartido en la historia. Sin embargo, dados los orígenes de los migrantes más masivos, en su mayor parte de países latinoamericanos, los primeros subordinan al migrante, pues siguen soñando con un lejano pasado europeo y sociedades como España, Francia o Inglaterra. Al parecer menos propensos a dar la bienvenida al migrante, los segundos aspiran a comunidades más integradas y culturalmente homogéneas, las cuales rendirían un culto al pasado, al origen de lo chileno.

Integración subordinada, ¿racista o etnicista a veces?, o un comunitarismo de tintes tradicionales, ¿nacionalista?, exigente para el recién llegado, emergen como rutas en los vericuetos de las ideologías que conviven en fricción en la clase media alta santiaguina.