Mis papás no quieren que estudie cine
No cambié, solo aprendí, y aprender no es cambiar, es crecer (Bob Marley).
Cristóbal llegó a mi consulta con un libro entre las manos y no pude evitar girar mi cabeza para ver la carátula. Para mi sorpresa, este joven de apenas 17 años leía la Montaña Mágica y al preguntarle si le había gustado, me dijo estar fascinado. Me contuve de comentar la novela y me ajusté al protocolo de preguntarle qué lo traía por aquí.
Nada más terminar mi pregunta, Cristóbal se hundió en el sofá de mi consulta y me dijo que estaba condenado. "Mira, mis viejos me pidieron que viniera a verte, pero estoy seguro que apenas me levante de acá, te van a llamar para saber cómo me fue. Parecen tela, comprensivos, pero es mentira. Te hacen creer que tú tomas las decisiones, pero cuando efectivamente las vas a tomar, vienen a salvarte a último minuto, y ahí empieza un lavado cerebral completo. Mis viejos son control freaks, pero son pillos y están dispuestos a pagarme todas las sesiones necesarias para que haya evidencia que me dieron todas las oportunidades".
¿Qué te hace pensar así?
"Pedro, mi hermano mayor, quiso estudiar filosofía y terminó estudiando derecho. Diego, el que viene, quería estudiar educación física y hoy es ingeniero comercial y mi hermana que quería estudiar teatro hoy está en segundo de psicología. Ahora es mi turno y supongo que harán todo lo posible para que no estudie cine".
Durante la sesión, todo parecía desesperanza. No había nada que Cristóbal pudiera hacer contra sus padres ni contra el sistema y ya casi al final de este primer encuentro le pregunté cómo se sentía. Súbitamente el acelerado discurso de Cristóbal se detuvo y tras unos pesados segundos, me confesó que le daba vergüenza escucharse y verse desde fuera.
"Seguramente te parezco una guagua que no hace más que quejarse y lloriquear, pero la verdad, no sé qué hacer con mi futuro. Estoy cagado de miedo y si me preguntai que haría el próximo año, me dedicaría a leer, ver películas y escuchar música hasta quedarme dormido".
¿Y cuánto tiempo crees que podrías hacer esto?
"Si pudiera, me pasaría años así, pero sé que eso no va a pasar, mis viejos no lo van a permitir, pues sus hijos tienen que ser exitosos en lo que hagan y ellos no van a descansar hasta que todos seamos profesionales ejemplares".
Tras acordar nuestro próximo encuentro, me despedí de Cristóbal y me puse a leer Sueños y Existencia de Fritz Perls, padre de la Psicología Gestalt y una de las personas más influyentes en el trabajo profesional del psiquiatra chileno Claudio Naranjo.
Escuchemos a este rebelde discípulo de Sigmund Freud:
"El perro de arriba generalmente es lleno de virtudes, ejemplar y autoritario; siempre tiene la razón. A veces tiene la razón, pero siempre es implacable. El perro de arriba es un matón y funciona con "Tú debieras" y "Tú no debieras". El perro de arriba maneja con exigencias y amenazas de catástrofes tales como "Si no accedes, entonces no serás querido, no te irás al cielo, te morirás, y cosas por el estilo".
De repente sonó mi teléfono y vi que me había llegado un mensaje del padre de Cristóbal preguntándome si su hijo había venido. Antes de responder, decidí seguir leyendo un poco más, pues me interesaba saber más de la contra-cara del ejemplar can.
Sigamos con Fritz Perls en Sueños y Existencia:
"El perro de abajo maneja siendo defensivo, apologético, adulador, haciéndose el bebé llorón, etc. El perro de abajo no tiene fuerza. El perro de abajo trabaja así: "Mañana", "Haré todo lo posible", "Mira, lo he intentado miles de veces, pero no es culpa mía si no me resulta", Lo siento, pero no puedo evitar que se me olvide el día de tu cumpleaños, "Tengo tan buenas intenciones". El perro de abajo es hábil y astuto y por lo general saca la mejor parte del perro de arriba porque no es tan primitivo como éste".
Al terminar este párrafo, decidí responder el mensaje del padre de Cristóbal con un "sí" y al instante me preguntó si eventualmente nos podíamos reunir. Tras pensarlo un par de segundos, le contesté que al finalizar el proceso con Cristóbal le podía dar un feedback y al segundo obtuve un ok de respuesta, así que decidí seguir leyendo un poco más:
"Como todo padre e hijo luchan entre sí para conseguir el control. La persona se fragmenta en controlador y controlado. Este conflicto interior, la lucha entre el perro de arriba y el perro de abajo, nunca es completo, no se resuelve en definitiva porque ambos luchan por sus vidas".
En nuestra segunda sesión Cristóbal me contó que se había quedado pensando en lo que me había dicho de sus padres y me reconoció que si bien era una realidad que eran muy controladores, no era menos cierto que él y sus hermanos se habían aprovechado o, al menos acomodado, a ello.
"Creo que a mí y a mis hermanos nos paraliza el futuro para el que mis viejos nos preparan y supongo que lo más fácil es hacerles caso y no pensar más. El problema es cuando me junto con mis amigos, pues ahí me doy cuenta que lo único que el único mundo que me interesa es el que gira en torno a las películas, los libros y la música. Me encantaría dedicarme full a ello, pero despierto cuando les pido plata a mis viejos, pues aquí me doy cuenta que es tanto lo que gasto en carretes y viajes, que por mucho que me haga el weón, es imposible no pensar en las lucas".
El discurso de Cristóbal era perfecto. Como buen perro de abajo era astuto y sabía que necesitaba de esos perros de arriba para mantener su estilo de vida. Total, los futuros culpables de su infelicidad iban a ser sus padres… y no él.
Sesión a sesión podía ver el juego descrito por Fritz Perls y bastaba que Cristóbal subiera un poco y se hiciera cargo de su situación actual, para que sus padres mentales lo bajaran y lo volvieran a poner en su lugar. Esta pataleta duró un par de meses, hasta que en una oportunidad le ofrecí leerle en voz alta unos pasajes de Sueños y Existencia.
Sorprendido, me pidió leerle más y le sacó una foto al párrafo que a continuación transcribo:
"Una vez que reconocemos la estructura de nuestra conducta, que en el caso del automejoramiento es la división entre el perro de arriba y el perro de abajo, y llegamos a comprender que mediante el escuchar podemos lograr una reconciliación de estos dos payasos belicosos, entonces nos damos cuenta y comprendemos que deliberadamente no podemos producir cambios en nosotros mismos o en otros. Este es un punto decisivo: muchas personas dedican la vida a actualizar un concepto de lo que ellas deben ser, en vez de actualizarse ellas mismas como son. Esta diferencia entre autoactualizarse y actualizar la autoimagen es muy importante. La mayoría de las personas vive únicamente para su imagen. Donde algunas tienen lo propio, la mayoría tiene un vacío, porque están ocupadas proyectándose como si en realidad fueran esto o aquello. Nuevamente la maldición del ideal. La maldición de que uno debe ser lo que no es".
Tras tomar la foto, Cristóbal me hizo un gesto para que le pasara el libro. Se quedó mirando la carátula de Sueños y Existencia y me dijo que le daba miedo estudiar cine y alejarse tanto de la imagen que él y sus padres habían construido de sí mismo. Era tanto el temor, que hasta ese minuto estaba dispuesto a estudiar cualquier otra cosa, con tal de no salirse con la suya, estudiar cine y ser un fracasado.
Le tengo pánico al error.
De este punto en adelante las sesiones tomaron otro rumbo y Cristóbal empezó a llegar a las sesiones más relajado y aliviado, pues había hablado con sus padres y los había convencido de que estaba dispuesto a estudiar cine con los ojos abiertos.
Sus padres, contentos al ver su cambio de actitud, lo apoyaron y en mi consulta pude constatar que éstos no solo distaban de parecer perros feroces, sino que estaban muy agradecidos porque su hijo, pese a sus evidentes dotes artísticos, nunca se había atrevido a jugársela por ellos. Y recién la semana pasada, sin titubear, les dijo que quería entrar a la escuela de cine, pues ya no quería alimentar la imagen de alguien que ya no quiere ser… y que quería aprender a ser él mismo… todo el tiempo…
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