La incorporación de la mujer en el mundo de la ciencia, es un proceso que se está abriendo camino, pero aún nos queda mucho por avanzar y brindar un verdadero espacio de reconocimiento que nos permita seguir contribuyendo al desarrollo.
En este contexto estamos atentos a esta realidad, mediante una revisión histórica sobre figuras femeninas de diversos países, que han hecho significativas contribuciones, y cuyos nombres han sido completamente olvidados o bien, sus aportes no han tenido el espacio y divulgación que merecen. No sólo Marie Curie debiera estar en nuestra memoria. Françoise Barré-Sinoussi, una científica francesa que descubrió el virus del SIDA; Annie Easley, programadora informática y científica espacial norteamericana quien generó los programas para el Apolo 11, o Emmy Noether, matemática y física alemana que reveló nuevas conexiones entre energía, tiempo y movimiento angular, desarrollando las bases para el teorema de Noether, son solo algunos ejemplos a destacar y que esperamos puedan quedar plasmados en esta jornada científica.
Mujeres como ellas, que además realizaron importantes sacrificios personales para avanzar en su carrera científica, no pueden ser olvidadas. Del mismo modo, tampoco debemos olvidar nuestro presente y la realidad que ocurre en el país ¿Qué podemos decir al respecto? En Chile, las cifras indican que quienes lideran iniciativas como investigadoras responsables, representan aproximadamente un 25% de los proyectos Fondecyt regulares y aún estamos en minoría en la dirección de centros de investigación asociativos como los centros Fondap, los centros Basales y los institutos Milenio, así como también, en los más altos cargos académicos como profesoras titulares.
Sin embargo, en el ámbito macro hemos visto un cambio notable, pues tanto al interior de la comunidad científica como de la sociedad en su conjunto, se está generando una mayor consciencia del rol de la mujer en la ciencia, y la importancia de apoyarlas en su desarrollo profesional.
Pero este hecho también nos plantea un gran desafío a futuro. Si actualmente se está logrando mayor paridad en los niveles iniciales de la formación científica ¿Qué pasará cuando ellas avancen en sus carreras? ¿Seguirá existiendo este techo de cristal o se abrirá más el abanico? Sin duda, este es un experimento social que ahora está en curso y debemos ver cómo evoluciona el avance de las mujeres en sus carreras, a lo largo del tiempo.
Frente a esta realidad, el mensaje es claro: el talento de las mujeres científicas hay que impulsarlo y respetarlo, sin volver a caer en la discriminación que por tanto tiempo ha existido. Pero el respeto está entrando, y ese signo positivo nos dice que estamos en buen camino. Sin embargo, debemos acelerar los cambios.
En ese marco, es fundamental que logremos generar un verdadero cambio cultural, que también implica erradicar el machismo en aspectos cotidianos, haciendo que hombres y mujeres, puedan compatibilizar sus diferentes roles, dentro y fuera del campo laboral.
Para tener una sociedad más desarrollada, necesitamos que hombres y mujeres puedan repartirse de forma más equitativa el cuidado de los hijos y todo el espectro doméstico, un fenómeno que parece estar bien encaminado. Tener un padre y una madre, igualmente involucrados en la crianza, es muy importante para los niños y, además, permite que la mujer no se abrume con el rol doméstico y pueda crecer más ampliamente en lo profesional.
Esto es fundamental, ya que en mi generación aceptábamos los moldes antiguos y además nos imponíamos el rol de la súper mujer que debía cumplir con todo: preocuparse de la casa, atender al marido, y trabajar durísimo para convertirse en una científica brillante.
Hoy estamos abriendo los ojos como sociedad y por eso, la invitación es a seguir brindando espacios para que las científicas puedan desplegar su talento y liderazgo, e incrementar sus aportes para la construcción de conocimiento y desarrollo de nuestro país.