El cerebro humano posee 100.000 millones de neuronas. Células que todavía representan un mundo por conocer para los científicos, porque aún guarda secretos respecto de su funcionamiento y estructura.
En este órgano de casi un kilo y medio de peso, se esconde la mente, una red intangible que se forma a partir del funcionamiento y las infinitas conexiones que pueden generar las neuronas.
“Se considera que la mente es el último refugio de libertad personal y autodeterminación, pero avances en ingeniería neuronal, imágenes cerebrales y neurotecnología, pone en riesgo la libertad de la mente”, dice Marcello Ienca, un profesor de Bioética de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich.
Compañías como Microsoft y Facebook están invirtiendo miles de millones de dólares para comprar startups que desarrollan neurotecnología. A fines de agosto, Neuralink, otra compañía de Elon Musk, detallaba cómo era posible conectar -sin cables- partes del cerebro de un cerdo a un computador, el paso previo a su objetivo final: la fusión del hombre con la inteligencia artificial (IA).
Falta poco tiempo, dice neurobiólogo español, ideólogo del proyecto BRAIN, Rafael Yuste. El profesor de Ciencias Biológicas en la Universidad de Columbia, Nueva York, esta preocupado por lo rápido que ha avanzado la tecnología que lee nuestra mente, la que según él, es solo un paso más para conseguir implantar ideas que no nos son propias, algo que en su laboratorio ya han logrado hacer en ratones.
Lo que no se sabe es lo que están haciendo los ejércitos y otras empresas que no cuentan sus investigaciones.
Que nos lean la mente ocurrirá antes de que nos puedan cambiar la actividad cerebral desde fuera y manipular la mente.
Rafael Yuste, neurobiólogo español
¿Qué puede pasar si no se legisla? “Puede ocurrir el mismo desastre que ha ocurrido con las redes sociales y la digitalización apresurada de la sociedad que ha traído de muchos problemas al mundo y de todo, la adicción, problemas psicológicos, al interior de las familias, la sociedad y la política mundial con el nacimiento de populismos y teorías conspirativas. Todo eso, imagínatelo pero mucho peor cuando haya tecnologías que en vez de adivinar lo que piense la gente, de manipular a la gente a través de lo que leen o reciben por internet, todo esto esto ocurra en el cerebro de las personas, que se pueda decodificar directamente lo que piensan y lo que no se piensa también y que está en el inconsciente”, explica Yuste.
Protección
Una mención en 2012, incluida en el proyecto BRAIN ya hacía hincapié en las consecuencias éticas importantes. En 2017, un paper del propio neurobiólogo publicado en Nature hacía un llamado a proteger la privacidad de la mente y legislar contra posibles de iniciativas de neurotecnología que fueran invasivas y que de un momento a otro pudieran entrar en nuestro cerebro y no solo para curarlo de alguna enfermedad como parkinson o alzheimer, sino para controlarnos.
Hoy Chile, podría convertirse en el primer país en contar con una Ley de Neuroderechos.
El mes pasado, se presentaron en el Congreso Nacional dos proyectos de ley para resguardar la privacidad mental, la intimidad y el derecho a la identidad individual de hombres y mujeres ante el avance de la inteligencia artificial. Uno de ellos implica una reforma constitucional para que la protección de los neuroderechos esté garantizada en la carta fundamental.
Pedro Maldonado, neurocientífico del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, cree que lo que está hoy en el Congreso, tiene distintas urgencias, pero agrega que es importante que se empiece a discutir. “Lo primero es la protección de datos, eso es lo urgente. Los datos que entregamos en distintos lugares y en internet. Para que nos lean la mente, falta mucho según yo”.
Según Maldonado, las máquinas serán inteligentes cuando entendamos que podemos hacer las máquinas más inteligentes. “Hoy día las máquinas son buenas para clasificar, pero no son capaces de razonar. Todavía no lo hacen, pero podrían llegar a hacerlo si las programamos para eso. Es difícil que puedan leer nuestros pensamientos. Además, existen ciertos niveles.
Una máquina puede saber si una persona está pensando en casa o en tenis, pero saber lo que estoy pensando de mi jefe, faltan años luz para eso. Para eso hay que traducir la actividad del cerebro y los cerebros son muy distintos entre las personas, entonces eso es más difícil.
Pedro Maldonado, neurocientífico del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI).
Pero el neurocientífico chileno está preocupado. Por experiencias previas, dice, en otras oportunidades se ha legislado con la intención de proteger pero se termina prohibiendo cosas que pueden ir en beneficio de las personas. “Por ejemplo, hay muchas técnicas en medicina en las que se inserta un dispositivo, como tratamiento contra el parkinson. Pero no podemos decir que no interfiera en la actividad síquica de la personas por lo tanto si se prohíbe por ley, en algún artículo una posible interferencia, también se podría prohibir este tipo de dispositivos”.
Pasó con la Ley Ricarte Soto. “En ese tiempo hacíamos estudio en el laboratorio para mirar el cerebro de los pacientes en coma y así medir su actividad cerebral, buscábamos saber entender qué les pasaba en ese estado, pero como no podían darnos su consentimiento como dice la ley, tuvimos que suspender la investigación”.
Con cuidado
La entrega de datos y la navegación a través de la red, con avisos relativos a nuestras últimas búsquedas no le gusta nada al neurobiólogo español. “Evito compartir mis datos, en la computadora tengo una especie de pestaña que cubre la cámara cuando no la estoy utilizando y en general no pertenezco a la red Facebook, solo tengo Twitter y lo utilizó para dar información sobre nuestro trabajo, no para información personal”.
Con el correo electrónico, dice que le molesta “muchísimo” cuando me salen anuncios de algo que he escrito, “me da mucha rabia pero no encuentro una manera de evitarlo”. “En la universidad, la cuenta de correo es de Gmail y también mi correo personal. Hago lo que puedo, dentro del desastre que tenemos en el mundo. Estoy un poco recogido para que mis datos no estén completamente fuera”, declara Rafael Yuste.