Newton y Obi Wan, un camino a la “Gloria”

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Es octubre del año 2015. Me encuentro a más de 500 metros de altura al interior de una avioneta, que se dirige desde Punta Arenas a Puerto Williams, la ciudad más austral del mundo. Con la compañía de teatro Ñeque vamos a presentar una obra sobre el bosque nativo.

Para llegar tenemos que sobrevolar fiordos del Cabo de Hornos, bosques de lengas y el canal de Beagle. Apoyado en la ventana, observo cautivado el paisaje del fin del mundo, no sin un dejo de intranquilidad. ¿La razón? El viento austral hacía sentir la aeronave como una cajita de lata, lo que junto a pensamientos catastróficos, inocularon en mí la idea de una posible caída a las gélidas aguas. Si sobrevivíamos al impacto, la hipotermia se haría cargo de nosotros en cosa de minutos.

En ese momento la ficción en mi cabeza se interrumpió cuando me percato que en una nube bajo nosotros, se ve la sombra de la avioneta rodeada por una aureola de luz y anillos de colores. Esta bella imagen me lleva a conectar con mi lado místico, una herencia híbrida de creencias similares a la mapuche, donde todo ser vivo tiene un espíritu protector (gnen). Siento que esa aureola de luz es la energía de “gnenes” queridos que me están protegiendo, logrando así calmar mi ansiedad fatalista. Guardando las proporciones, imaginen a Luke Skywalker arriba del X-Wing escuchando la voz de Obi Wan: “Que la fuerza te acompañe”.

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Independiente de esta “experiencia religiosa”, estaba seguro que la causa de ese halo de luz obedecía a un fenómeno óptico, regido por leyes de la física. Pero, ¿era posible que la aureola fuera una especie de gato de Schrödinger, un fenómeno óptico y “energía” mística a la vez? Mi lado espiritual, llamémosle “Obi Wan”, pudo coexistir con mi lado racional, llamémosle “Newton”. Si la intención era obtener conocimiento, “Newton” era el indicado, pero si el propósito era encontrar paz a 500 metros de altura a merced de los vientos australes, lo más sensato (para mí) era acudir al maestro Jedi.

Yuval Noah Harari hace notar un dilema similar en su best seller De animales a dioses cuando señala que “desde un punto de vista puramente científico, la vida humana no tiene en absoluto ningún sentido” y que “cualquier sentido que la gente atribuya a su vida es solo una ilusión”. La pregunta que me parece interesante, es si estamos dispuestos a creer en el mundo “Obi Wan” a sabiendas de que es una ilusión, tal como en el teatro, donde actores y espectadores creen de manera cómplice en el juego de la representación.

El problema a mi parecer, es cuando ambos (Newton y Obi Wan) intentan hacer la pega del otro. Basta recordar cómo se defendió el geocentrismo a partir de la Sagrada Escritura “Tú fijaste la Tierra inamovible y firme”. Una verdad divina incuestionable. Ejemplo de lo contrario podemos encontrar en el propio Star Wars. En la trilogía original, la “fuerza” es vista desde un sentido meta-físico y espiritual, pero en la posterior trilogía, la fuerza se medía según la cantidad de midiclorianos que se encontraban en la sangre. Ya no se trataba de algo espiritual, sino de una cuestión química, esfumándose la épica de los Jedi.

De vuelta a la aureola, Manuel Tello, catedrático emérito de física de la Universidad del País Vasco, señala que efectivamente cuando estamos ubicados entre el sol y nubes de gotas esféricas muy pequeñas en la lejanía, podemos ver nuestra sombra (marcando el punto antisolar) rodeada de anillos concéntricos de colores, fenómeno al cual se conoce como Gloria. La causa permaneció mucho tiempo en el misterio (su mecanismo es mucho más complejo que el de un arcoíris) hasta 1947 cuando Van de Hulst formuló la primera teoría que predecía correctamente el fenómeno. Pero fue recién el 2005, cuando Phillip Laven dio con un modelo físico que lo explicaba, al señalar que los anillos eran “causados por la interferencia entre ondas superficiales que son generadas por los rayos que entran en las gotas de forma diametralmente opuesta”.

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Una gloria solar y Espectro de Brocken observados en San Francisco.

Antiguamente el avistamiento de “Glorias” era muy poco común debido a que el principal requisito era estar más arriba de las nubes, por lo que a falta de aviones, el fenómeno se podía observar solo desde montañas altas. Como la aureola de luz rodeaba la sombra del observador, solía ser interpretado como muestra de iluminación espiritual, razón por la cual en China se conoce como “Luz de Buda”. Según Tello, “cada uno puede ver su gloria, pero no la de los demás”. De la misma forma, cada uno sabe donde su “Newton” y “Obi Wan” le aprietan el zapato. En mi caso son zapatos distintos y nunca me los pongo juntos.

*Socio fundador Ñeque Teatral y colaborador de la Fundación Chilena de Astronomía

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