En las últimas décadas, los hábitos alimenticios han experimentado cambios significativos, impulsados en gran medida por el fácil acceso a la “comida chatarra”, que generalmente es más económica y requiere menos tiempo de preparación que opciones más saludables. Este fenómeno se ve exacerbado en los niños, quienes son expuestos a grandes cantidades de dulces y alimentos no saludables en eventos como cumpleaños, Navidad y el Día del Niño, contribuyendo así a la obesidad infantil con graves consecuencias en la vida adulta.
Según un estudio internacional liderado por universidades e instituciones de EE.UU., Australia, Irlanda y Francia, que registró el peso y estatura de más de 220 millones de personas de 190 países, y publicado por la revista médica The Lancet, más de 1.000 millones de personas fueron clasificadas como obesas en 2022, y descubrieron que las tasas de obesidad se han cuadruplicado entre los niños y adolescentes.
Niños y niñas de Chile registran el mayor nivel de obesidad en Latinoamérica
Según la investigación, y en el contexto latinoamericano, Chile también mostró altos índices de obesidad. Para el año 2022, la prevalencia de la obesidad en niñas alcanzó un alarmante 20%, posicionando al país como único en la región con cifras sobre el 20%. Igualmente preocupante, los niños chilenos experimentan una tasa de obesidad del 30%, también situándose como la más alta en Latinoamérica.
Samuel Durán, doctor en Nutrición y Alimentació y, director del Magíster en Salud Pública de la U. San Sebastián, señala que estas cifras se condicen con los datos más actuales que existen de la población chilena en el Mapa Nutricional Junaeb 2021, donde la obesidad en niños y adolescentes es de 25,4% y el bajo peso sólo representa un 1,3%. “Los datos muestran un alto nivel de obesidad en este rango de la población”, agrega el también miembro del Comité Científico de Lácteos del Consorcio Lechero.
¿Qué factores contribuyen a la aparición de esta enfermedad?
El auge de las pantallas, con series en diversas plataformas y videojuegos, ha fomentado el sedentarismo, un factor determinante en el aumento de la obesidad, lo que contribuye a la falta de actividad física en la sociedad moderna.
En cuanto a los factores genéticos o ambientales, algunos pacientes mencionan predisposición familiar a la obesidad, que se evidencia a menudo con la transmisión de malos hábitos alimenticios a lo largo de las generaciones, más que con factores genéticos específicos.
En adultos que experimentaron obesidad en su niñez, se observa una predisposición a mantener esta condición a lo largo de la vida. Además, se ha identificado el papel de fármacos y enfermedades que pueden contribuir al desarrollo de la obesidad. Entre estos, se destaca el hiperinsulinismo y la resistencia a la insulina, problemas hormonales que, si bien pueden diagnosticarse en personas obesas, a menudo son consecuencia de la propia obesidad.
La enfermedad metabólica que representa la obesidad altera el funcionamiento del organismo, afectando los receptores de insulina y generando un círculo vicioso de aumento de apetito y peso que requiere un enfoque multidisciplinario para su tratamiento.
¿Cómo impacta a largo plazo?
Los factores determinantes que podrían explicar el marcado aumento en la prevalencia de obesidad en niños y niñas chilenas son diversos y complejos. En primer lugar, se destaca el desequilibrio entre la ingesta energética y el gasto calórico. La población infantil tiende a consumir alimentos con alto contenido calórico, grasas, azúcar y sal, lo que contribuye al problema.
Además, se observa un cambio en los patrones de actividad física, con un aumento en el tiempo dedicado a las pantallas y una disminución significativa en la actividad física, incluso después de la pandemia. La carga laboral de los padres y las responsabilidades domésticas también influyen, limitando el tiempo disponible para actividades físicas en familia.
Otro factor relevante es la percepción distorsionada de los padres sobre el estado nutricional de sus hijos, lo que dificulta la identificación y abordaje de la obesidad infantil como un problema de salud. Estos factores combinados constituyen un desafío importante que requiere acciones integrales y coordinadas para revertir la tendencia y promover hábitos de vida más saludables en la población infantil chilena, explica Claudia Bugueño, nutricionista y académica Universidad Católica del Norte, e integrante del Comité Científico de Lácteos del Consorcio Lechero.
La obesidad no solo afecta la salud física, sino que también conlleva graves consecuencias a largo plazo, incluyendo enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedades cardiovasculares. Este problema crea un ciclo negativo, donde el aumento de peso puede reducir la actividad física debido a la vergüenza social, contribuyendo a problemas de salud mental como ansiedad y depresión en el corto plazo.
A largo plazo, la obesidad puede provocar complicaciones graves como esteatosis hepática y problemas osteoarticulares, afectando la calidad de vida y aumentando la vulnerabilidad a enfermedades crónicas en la edad adulta.
¿Cuál es el papel de los adultos?
Muchos de los hábitos alimenticios y conductas de salud de los niños están influenciados directamente por los adultos a su alrededor. Los niños no tienen una libre elección en términos de su alimentación o actividad física, sino que tienden a seguir el ejemplo de sus padres y adultos cuidadores.
Asimismo, vivir en áreas urbanas con escasas áreas verdes y limitado acceso a servicios dificulta adoptar hábitos saludables. Además, persisten creencias culturales que minimizan la importancia del peso en la infancia, con la falsa idea de que los adolescentes perderán peso naturalmente durante el estirón, lo cual es poco probable que suceda en realidad.
“Un niño con sobrepeso en la niñez y en la primera infancia, es un niño que tiene muchas más probabilidades de mantenerse con esos problemas en la adolescencia y luego, durante su trayectoria de vida”, señala Manuel Ortiz, psicólogo y director del Doctorado en Psicología de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado de la Universidad de la Frontera (VRIP UFRO).
Los niños con problemas de peso suelen tener un rendimiento menor en clases de educación física, lo que puede afectar su bienestar escolar y su popularidad entre sus compañeros. Además, es común observar que pueden experimentar retraimiento social y falta de motivación para participar en actividades sociales, lo que contribuye a un círculo vicioso de aumento de peso y aislamiento social.
Estudios muestran que existe una correlación entre el peso de los padres y el peso de sus hijos, principalmente debido a la influencia de los estilos de vida familiares en las actividades diarias y el uso del tiempo libre de los niños. Además, se observa una relación entre el nivel socioeconómico de la familia y los hábitos alimenticios, lo que indica que las familias con menores ingresos tienden a consumir alimentos menos saludables.
“Sin embargo, a diferencia de los adultos, el peso de los niños está fuertemente influenciado por los hábitos y prácticas diarias de la familia”, añade el especialista.
Principales cambiaos de hábitos en niños y niñas
- Promover el consumo de lácteos debido a su riqueza en nutrientes esenciales para el crecimiento y desarrollo infantil, como proteínas de alto valor biológico, calcio, fósforo y vitamina D.
- Reconocer el papel fundamental de los padres en la prevención y tratamiento de la obesidad infantil, enfatizando la importancia de crear conciencia sobre hábitos saludables y la disponibilidad de tiempo para actividades familiares al aire libre.
- Implementar políticas públicas que fomenten la vida al aire libre y la participación en actividades familiares, incluyendo la posibilidad de cerrar temporalmente los comercios para facilitar estas prácticas.
- Priorizar el aumento de la actividad física como parte del tratamiento para la obesidad infantil, promoviendo la vida activa tanto en entornos naturales como en actividades recreativas al aire libre.
- Limitar el uso de pantallas, tanto en el hogar como en entornos escolares, para fomentar la interacción social, la comunicación y el desarrollo de habilidades sociales entre los niños, especialmente durante el recreo.
Estas recomendaciones apuntan a abordar los factores de estilo de vida que contribuyen a la obesidad infantil, promoviendo hábitos saludables desde una edad temprana y fomentando un entorno propicio para el crecimiento y desarrollo saludable de los niños.
Se considera fundamental la presencia de nutricionistas en espacios vitales como las escuelas para llevar a cabo intervenciones efectivas con los niños. Dado que los padres a menudo no están conscientes del riesgo y pueden no ser capaces de inculcar hábitos alimentarios y de actividad física saludables, su intervención es clave. “Para hacer intervenciones educativas directas con ellos” enfatiza la nutricionista.
Otros factores y recomendaciones son:
- Priorizar el tiempo de sueño adecuado, con una recomendación de dormir más de 8 horas para reducir el riesgo de obesidad.
- Educar sobre la calidad y cantidad de alimentos consumidos, destacando la importancia de incluir frutas, verduras, legumbres, pescados y lácteos en la dieta.
- Desmitificar mitos sobre ciertos alimentos, como los lácteos, y promover su inclusión en una alimentación equilibrada.
- Enseñar a los niños a cocinar y hacerlos parte del proceso de preparación de alimentos, fomentando el consumo de comida casera y saludable.
- Limitar el tiempo de pantalla durante las comidas, promoviendo el compartir en familia y actividades al aire libre tanto en interiores como en exteriores.
- Utilizar las pantallas de manera positiva, aprovechando su potencial educativo cuando sea necesario.
“Los últimos estudios muestran que los lácteos se asocian de manera inversa con la obesidad infantil, así también como con las caries dentales y que, De hecho, lo que hacen el consumir lácteos es aumentar un poco el tema del contenido mineral óseo la masa magra. Que es mas libre de grasa en verdad. Y favorecen lo que es el crecimiento de los niños, por tanto, yo creo que es fundamenta” concluye Bugueño.