La población migrante está creciendo y, con ello, la segunda generación de migrantes residentes en Chile. Según datos del Ministerio de Educación, en 2016 había más de 61 mil niñas y niños migrantes inscritos en el sistema escolar chileno. De ellos, 17.465 residen en la regiones de Tarapacá, Antofagasta, Valparaíso y Metropolitana.
Es por esto que la académica y doctora en Sociología de la U. Bernardo O'Higgins (UBO), Iskra Pavez, decidió realizar un estudio para identificar los tipos de violencia de los cuales han sido testigo los niños y niñas migrantes. Para esto, se realizó una encuesta a 136 alumnos de entre seis y 17 años, que viven en las regiones I, II, V, y RM. La mayoría de ellos proviene de Colombia (29,4%), seguido de Perú (27,9%), Bolivia (16,9%), Venezuela (11,8%), República Dominicana (4,4%), Haití (3,7%), y Ecuador, Uruguay, El Salvador y España con un 0,7%.
Uno de los resultados preliminares que arrojó el estudio fue el alto nivel de exposición a violencia que viven, sobre todo en la región de Tarapacá, en la que un 87,40% de los niños afirma haber sido testigo de violencia indirecta. Esto quiere decir han presenciado disturbios, disparos, asesinatos o robo de casas. Una cifra similar se da en la región de Antofagasta y en la Metropolitana, con un 84,60% y 74,80% respectivamente. No así en la región de Valparaíso, donde la cifra alcanza un 20%.
Pavez afirma que esta cifra es mayor en aquellas regiones debido a que, por lo general, las familias migrantes llegan a vivir a barrios que ya están segregados y son más vulnerables. "A las familias migrantes les cuesta encontrar un lugar para vivir, les cobran arriendos súper altos, y terminan viviendo en barrios que ya tienen altos índices violencia social", explica.
Pero no es todo, el estudio también arrojó cifras sobre discriminación, violencia por parte de otros niños, adultos y delitos comunes de los cuales son víctimas las niñas y niños migrantes. Los datos preliminares indican que, en la Región Metropolitana, el 72% de los encuestados ha sido víctima de violencia por parte del grupo de pares y el 55% por parte de adultos.
Discriminación
Por otro lado, el 61% de ellos ha sufrido discriminación por su género, color de piel, por sus rasgos, por el acento con que habla, entre otras variables. Mientras que el 59% de los niños y niñas migrantes declara haber sufrido delitos comunes, tales como ataques con o sin armas y robo.
"Sufren de hostigamiento a través de las redes sociales, los niños hacen grupos virtuales contra los inmigrantes y hacen memes sobre ellos. También es común que los niños más grandes les escondan sus pertenencias o les roben su colación", declara la académica.
Lo más complejo de todo ese escenario, dice Pavez, es que al comparar los datos con el estudio de referencia realizado en 2017 por el Consejo Nacional de la Infancia -que incluyó las mismas preguntas, pero a todos los niños y niñas del sistema escolar chileno-, se percataron que el panorama no era diferente.
La hipótesis que tenían antes de realizar el estudio, explica, era que los niños y niñas migrantes tiene más posibilidades de sufrir violencia. "Pero tuvimos que rechazar esta tesis porque los datos son parecidos a la encuesta del Consejo Nacional de la Infancia. Esto nos viene a mostrar algo más terrible, que la infancia en Chile es maltratada y los niños migrantes entran en esta categoría. La infancia en Chile es una categoría de riesgo. Los niños en sí en Chile son víctimas de violencia", explica Pavez.
El estudio del Consejo Nacional de la Infancia indica que el 82% de las niñas y niños afirma estar expuesto a la violencia en su comunidad; el 73% ha sido víctima de delitos comunes, como el ataque físico; y el 62% ha sido violentado por su grupo de pares.
La académica explica que si bien el Consejo Nacional de la Infancia establece que ser migrante no es una variable explicativa, sí hay variables que los hacen más víctimas que los niños chilenos. "Los niños están conscientes de que se hace una diferencia por su origen, color de piel, su acento. Incluso por el nivel de curso al que llegan acá, que a veces es diferente al curso al que iban en su país", dice.
Otra de las preocupaciones que arrojó el trabajo, se vincula a los resultados cualitativos que obtuvieron. Es decir, lo que reflejaron las conversaciones y entrevistas con los niños y niñas. "Lo que más preocupa es que cuando los niños cuentan que están siendo víctimas de bullying en el colegio o en el barrio, y al momento de contarle a un adulto, ellos no hacen nada. El adulto está sobrepasado y, en ocasiones, no hace caso", dice la investigadora.
Las explicaciones que los profesores le dieron a Pavez fue que, simplemente no saben qué hacer, ya que no se sienten preparados. "Las escuelas no tienen planes para combatir el bullying racista, ya que el currículum educativo no contempla eso. Hay que cambiar la forma del estudio y enseñar cómo valorar los temas culturales y cómo crear amistad entre los distintos pueblos".
Este tema debe visibilizarse en la agenda pública, ver la forma en que la segunda generación de migrantes, que vienen a ser las niñas y niños, se integra al país, recalca. "Una cosa es que se les garantice la educación, que sí, está bien. Pero cuando están dentro, en el aula, en los recreos, los niños están a su suerte. En los barrios pasa lo mismo. Se necesitan políticas de integración social para ser niño y migrante en Chile. Cambiar la mirada a una más positiva de los niños y no como si fueran el problema".