Muchos hablan del déficit democrático que existe en el país y en distintas partes del mundo, aludiendo que las y los ciudadanos no están interesados en la política, ni en sus mecanismos de participación. Un ejemplo de esto es la última elección presidencial donde -de un total de 14.347.288 personas habilitadas para votar-, sólo lo hicieron 7.007.668, es decir, un 48%. Estos datos hablan una vez más de mecanismos formales o tradicionales dentro de la política, los cuales son justamente los que tienen a las y los ciudadanos decepcionados y desencantados.
Hoy, a pesar de que los actores sociales se sienten cada vez más desconfiados de los políticos, desapegados de los partidos y escépticos ante las instituciones del sector público, aún siguen comprometidos con los principios democráticos, como bien dice Pippa Norris (2011). Esto ocurre porque las expectativas democráticas de las y los ciudadanos son cada vez más altas, y al mismo tiempo las noticias son más negativas, y la percepción de un rendimiento político defectuoso o fallido, impulsaría a las y los actores sociales a involucrarse de otras formas de acción política.
De esta manera es que se abren nuevos espacios y formas de participación gracias al activismo digital y social, ya que las y los ciudadanos han ocupado las redes sociales para manifestarse, sobre todo en tiempo de pandemia, donde se han movilizado y han seguido acontecimientos políticos incluso confinados.
Claro es el ejemplo del debate del 10% de las AFP, el que fue seguido seriamente por las y los ciudadanos. De hecho, una vez que fue aprobado en el Congreso se sintieron bocinazos y gritos en las calles. Las personas estaban atentas a sus representantes, escuchando sus argumentos y viendo sus actuaciones, es decir, sin necesariamente saberlo estaban ejerciendo el accountability social hacia los actores políticos. Y lo siguen haciendo más que antes, ya que la participación ciudadana es cada vez más alta en espacios de voluntariados, en manifestaciones, cabildos ciudadanos -donde hasta el 2 de noviembre de 2019 habían participado más de 10 mil personas (Radio Universidad de Chile) y en compromisos sociales.
Del mismo modo, se tiene el ejemplo reciente del colectivo LasTesis, el cual ha hecho activismo digital a través de performance y cantos rupturistas condenando la violencia hacia las mujeres. El mensaje fue tan claro y certero que fue replicado en distintas partes del mundo. Es más, el colectivo feminista LasTesis fue destacado justamente por la revista Time dentro de las 100 personalidades más influyentes del año, por su aporte a la igualdad de género. Y todo esto gracias a una performance que se viralizó por las redes sociales, rompiendo fronteras terrestres e idiomáticas.
Por lo tanto, el problema fundamental no es un supuesto desinterés en la política como acusan algunos sectores, sino un rechazo a la forma tradicional y a los vicios de hacer política. Por eso se han buscado nuevas maneras y mecanismos de participación acorde al contexto mundial y la evolución digital, donde se puede ejercer un activismo social y cívico que sea más cercano y confiable para seguir preservando el modelo democrático que tanto se ha visto deslegitimado en los últimos años. Un último ejemplo de esto es ver cómo las y los ciudadanos han participado de manera activa en las campañas del Apruebo y Rechazo en el próximo plebiscito, el que será el primero desde la vuelta a la democracia, y que tiene una diversidad de participación que ha sobrepasado el cálculo de los partidos políticos.
*Magíster en Ciencia Política Universidad de Chile