No quedar en la universidad: Especialistas indican que puede ser el fin de un objetivo, pero no el fin del mundo

Teenage mental health stock
Foto: Reuters.

No entrar en la educación superior puede generar frustración y decepción. Emociones completamente justificadas. Era algo que querían. Sin embargo, dicen, los jóvenes construyen sus expectativas en relación tanto con sus proyectos como con las expectativas de sus padres. Por eso el temor o la fantasía de defraudarlos, también es determinante.


El fin de semana se conocieron los resultados de selección universitaria de la Prueba de Transición (PDT), correspondiente al Proceso de Admisión 2021. La espera para miles de jóvenes terminó. Llegó el día en que pudieron saber si gracias a sus puntajes quedaron en la carrera universitaria que querían.

Pero también está la posibilidad de no quedar entre los seleccionados. Y aunque existe una segunda oportunidad en las llamadas listas de espera, vivir de alguna forma esa desilusión puede ser para muchas y muchos sentir una sensación de fracaso.

No quedar en la universidad puede generar frustración y decepción en los jóvenes. Emociones completamente justificadas. Era algo que querían.

Es la tristeza que se siente cuando no se alcanza una meta. Pero no se trata del fin del mundo, advierte Alberto Larraín, psiquiatra y académico de la Universidad Autónoma de Chile. “Lo primero que hay que decir es que nosotros los adultos le hemos transmitido a los escolares que la carrera universitaria más que ser un camino o la preparación para algo, pareciera ser un fin en sí mismo”.

Esa carga sobre lo que implica el entrar a la universidad, dice Larraín, es lo que finalmente termina generando enormes niveles de frustración. “Pareciera ser que, si yo no queda en la carrera o la universidad que quiero, su proyecto de vida desaparece”.

No quedar en la universidad puede generar frustración y decepción en los jóvenes. Emociones completamente justificadas. Era algo que querían.

No es el fin del mundo, solo el fin de este objetivo. Y para asimilar eso, dice el psiquiatra es importante el trabajo que debe hacer el grupo familiar o grupo más cercano. “Lo más importante es dejar constatado que ni el cariño ni la valía de la persona están en juego en relación con si es aceptado o no en la universidad”. Eso significa, por ejemplo, no hacer comparaciones con otros hermanos o amigos que pudieron haber quedado en una carrera, aclara.

Expectativas de padres

La decepción ante un resultado negativo se suma además a las emociones en contexto de pandemia. Se trata de alumnos y alumnos que dieron la prueba y que vienen con dos años de estrés, aclara Larraín.

Primero, tuvieron un mal cierre de tercero medio con el estallido social, y tuvieron un cuarto medio en el contexto de una pandemia. Además, dice Larraín, “es la primera generación con una prueba nueva, la prueba de transición”. Entonces es muy factible que estos factores puedan haber afectado el rendimiento. Y a ello se pudo sumar el nivel de estrés producto de haber vivido eventos familiares complejos, “como el fallecimiento de algún familiar o problemas como el acceso a internet u otras dificultades para poder acceder a sus clases de forma normal”.

Para el presidente de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis (ICHPA), Lucio Gutiérrez, hablar de frustración ante un resultado indeseado en la PDT es un asunto complejo, “pues los motivos que subyacen a la frustración son de diversa índole y responden a diversos aspectos”. Es decir, no todos ni todas sufren de la misma manera, ni tampoco por lo mismo.

Incluso, llegado el caso, dice Gutiérrez puede ser que tras algunas frustraciones, haya alivios. Comenta, por ejemplo, un joven que en la intimidad manifestaba sentirse aliviado por no haber quedado en una carrera tradicional que su ambiente esperaba para él, “ya que, si le hubiese alcanzado el puntaje, no se hubiese atrevido a decirle a la familia que no deseaba elegir esa carrera”. Detrás de ese “fracaso”, explica, “había un triunfo subjetivo y una ventana a la libertad”.

“Uno se da cuenta que la frustración que tienen los adolescentes viene de una expectativa asumida o de sentir que están defraudando a su familia y el esfuerzo que ellos han hecho, más que una propia auto imposición de éxito”, recalca Larraín. Y eso puede ocurrir, por ejemplo, en el caso de papás o mamás que han trabajado mucho para que sus hijos lleguen a cuarto medio o lleguen a ser los primeros universitarios de la familia.

Suicidio, Depresión
Los motivos que subyacen a la frustración son de diversa índole y responden a diversos aspectos. No todos ni todas sufren de la misma manera, ni tampoco por lo mismo.

Es muy importante tener en cuenta que los y las jóvenes construyen sus expectativas en relación tanto con sus proyectos como en relación con las expectativas de los padres y madres, dice Gutiérrez. “A veces el temor o la fantasía de defraudar a los padres puede ser gran parte del asunto, o al menos complejizarlo enormemente”.

Apoyo

¿Cómo apoyarlos? Lo primero que hay que hacer es tratar de saber cómo está esa persona, indica Larraín, y si ese “estar” es adecuado o puede requerir apoyo profesional. Se puede además tratar de establecer un plan. No tomar decisiones precipitadas, aconseja el psiquiatra, sino ver cuáles son las opciones que tienen de mediano plazo y también acorde a su contexto familiar.

“Me parece fundamental, como padres, estar allí para escuchar y contener su dolor psíquico, si lo hay, para lo cual debemos separar lo que son las expectativas que tenemos sobre ellos y su futuro, de lo que les pasa”, señala Gutiérrez.

El lugar de los adultos, añade Gutiérrez, es procurar, dentro de lo posible, identificar lo que nos pasa y no imponerles a los jóvenes su propia frustración respecto a sus resultados. “Intentar entender qué es lo que les frustra (si les frustra algo) sin darlo por sentado. Y dar un espacio de escucha para que ellos puedan tramitar su frustración acompañados por nosotros”.

Es importante poder acompañarse y entender que este no es un momento para vivir solo. “Por eso es muy importante el rol de los padres y los amigos”, dice Larraín. Las emociones tienen algo peculiar explica el especialista. “Cuando yo comparto las emociones negativas, ya sea la angustia o frustración, se alivian. En cambio, las emociones positivas se multiplican”.

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