“¿Por qué seguir hablando de amor? ¿Por qué escribir un libro sobre el amor después de todo lo que del amor se dijo? ¿Qué decir después de todos los que hablaron de amor? ¿Qué se puede seguir diciendo?”.

Con estas preguntas parte Y sin embargo, el amor, libro donde Alexandra Kohan nos recuerda la importancia de Eros tanto en la invención del psicoanálisis como en la comprensión de los actuales conflictos de pareja. Sí, Cupido, ese Dios travieso que se esconde detrás de una nube, nos sigue jugando buenas y malas pasadas en una era donde las flechas llegan… o se bloquean… a través de nuestros smartphones.

Y es que en consulta, pese a Chat GPT y a todos los avances tecnológicos, las preguntas de Kohan siguen vigentes precisamente porque nadie tiene las respuestas. Las incógnitas evidentemente van de lado a lado, pero en esta columna nos centraremos en la principal queja de muchas mujeres: ¿Qué les pasa a los hombres con el compromiso?

No son amigos. Tampoco pololos. Menos pareja… pero hacen muchas más cosas que uno haría con un amigo…

Para Luciano Luterau, autor de Adiós al Matrimonio, este fenómeno se debe a que los hombres de nuestra época se comportan como niños que se sienten cómodos con la posición del “yo te gusto” y se aterran con encarnar un “te deseo”. Y esta nueva posición, sin lugar a duda, encuentra tierra fértil en las redes sociales, escenario de múltiples plataformas que permiten a los hombres ser vistos y ser deseados sin jugársela, estrategia que no solo les permite flirtear sin concretar, sino que les ahorra la posibilidad de sufrir o perder.

Así, sin más preámbulo, nos adentraremos en la era de la seducción sin compromiso a través de Andrea, cliente ficticia que llega al diván del runner porque no sabe qué hacer… ni cómo nombrar… a Claudio... No son amigos. Tampoco pololos. Menos pareja… pero hacen muchas más cosas que las que uno haría con un amigo… y menos de las que tendría que sufrir en un matrimonio.

Vamos con ella:

Hola Sebastián, Felipe, un amigo que estás viendo, me dio tu contacto (suspiro). Perdona, estoy muy nerviosa y no sé por dónde empezar…

¿Cuéntame un poco qué hablaste con Felipe?

Ya… Mira… no sé hace cuánto tiempo atiendes a Felipe, pero lo conozco hace un par de años, cuando entré al gimnasio. Te juro que no soy de mirar pal lado cuando entreno, pero… por decirlo de alguna manera… era imposible no mirar a Felipe.

¿Por?

Era un espectáculo sobre la corredora. No sé cuánto habrá pesado cuando llegó, pero mínimo noventa… y eso que no es muy alto. Corría afirmándose de la máquina y aunque parecía que le iba a dar un infarto… no paraba… De ahí se echaba sus veinte minutos en el suelo para recuperarse y muchas veces uno tenía que pasar sobre él… y Felipe… como si nada… (sonrisa). Era imposible no agarrarle cariño, pues se reía de las tallas y de los mensajes de aliento que le llegaban. Y lo más increíble es que venía todos los días… y todos los días daba la sensación de que iba a partir la trotadora en dos… de que le iba a dar un infarto o de que ibas a tropezar con él… pues era capaz de acostarse en cualquier lado… (silencio). Bueno… me fui para otro lado… La cosa es que es increíble ver hoy a Felipe corriendo maratones… y como estoy complicada con un amigo… se me ocurrió hablarle y él me contó que tú lo has acompañado en distintos procesos de cambio y que hoy le prestas oído para sus temas matrimoniales…

¿Estás casada?

¡No! Recién cumplí treinta la semana pasada y veo difícil que eso pase… pero igual estoy enredada con un tipo de mi pega y no sé qué hacer. Después de mi última relación, que fue súper tóxica, decidí enfocarme en el trabajo y en el gimnasio. Y todo iba bien hasta que me topé a Claudio en una clase de Cross-Fit. Al tiro enganchamos… ósea… miento… me gustó porque no me pescó… y pese a mis indirectas y no tan indirectas… en vez de invitarme a salir como cualquier cristiano… me preguntó si quería acompañarlo a una carrera de Trail… ¿Qué es eso le pregunté? Te juro que aparte del gimnasio, mi relación con el deporte era nula, pero era tanto lo que me atraía que fui un sábado de madrugada a la loma del horto. Me pasó a buscar ultra emocionado… pero no por mí… sino por la carrera… y todo el camino me fue hablando con lujo de detalles sobre el circuito y mi rol, pues básicamente, junto a su hermana y un amigo que iban en el auto con nosotros, teníamos que asistirlo… Te juro que no entendía nada… pero la cosa es que tuve que esperar horas, con otros ayudantes de otros corredores, a que Claudio pasara por mi lugar para darle unas barritas de cereal, unos geles y agua… De verdad estaba totalmente perdida… pero para no alargarme tanto… fue todo tan intenso que me sumé al equipo de Trail de Claudio y empezamos a ir los finde a distintas montañas con una tribu de personas de máxima intensidad… Yo estaba loca por él… y él me pescaba tan poco… que estaba muy confundida…

¿Por qué?

Los dos somos abogados, trabajamos en la misma oficina, fuimos a la misma universidad… pero a él lo único que le interesa de la pega es que le paguen lo suficiente para sus viajes y carreras. Vive en un depa minúsculo, no tiene auto, todo lo hace en bici y después del gimnasio se va para su casa… En definitiva, no carretea y su foco es correr… y es tanto lo que me gustaba… que empecé a hacer lo mismo…

¿Y ahora?

Pucha sí, es mucha historia para tan poco tiempo, pero después de muchos meses de solo chatear, de idas y venidas y desencuentros, pasó lo que tenía que pasar… Y sigue pasando, pero no tiene nombre.

¿Cómo es eso?

A ratos somos amigos, en otros colegas, amantes y aunque antes lo negara, ahora me muero de ganas de ser su polola, de ser pareja, pero sé que con esto lo único que hago es ahuyentarlo. Cada vez que toco el tema me dice que no echemos a perder lo lindo que tenemos y cuando le mando mensajes románticos o no me responde en horas o me pone un emoticón. Todavía no decido que es peor. Y la vez que le reclamé por WhatsApp… no me pescó en varios días e hizo como si no pasara nada… (fuerte suspiro). A ratos me vuelve loca y me dan ganas de mandarlo a la punta del cerro… pero por otro lado nunca había estado con un hombre tan sano, tan correcto, tan enfocado… Él me ha dicho que así como estamos es perfecto… y a ratos lo siento así… pero en otros quiero más… lo quiero solo para mí y odio todo su mundo del Trail… mundo al que renuncié el mes pasado…

¿Y cambió algo entre ustedes?

Nada. Para Claudio casi no fue tema. Me sigue contando con lujo de detalle sus carreras, planificamos los viajes porque eso me encanta, casi siempre vamos al gimnasio en los mismos horarios y después de una noche de acción y pasión… cada uno para su casa… pues para Claudio el sueño y el descanso son sagrados. Y te juro, lo amo, lo odio y ya no sé qué hacer. ¿Me podrás ayudar?

En el capítulo un mundo para solteros, hay un apartado donde Luciano Luterau sostiene que lo más importante para el hombre actual es la comodidad ante todo, razón por la cual la principal queja de las mujeres es que ellos rehúyen los compromisos y toman distancia de sus parejas, “a las que incluso llaman la chica con la que estoy saliendo”.

De hecho, para el autor de El fin de la masculinidad, los solteros no son hombres sin pareja, sino sujetos que se niegan a tener un lazo afectivo que pueda ser catalogado de pareja. En síntesis, un soltero es alguien que “no quiere saber nada de un lazo que lo comprometa con otro”.

Así, la soltería de Claudio es más una actitud psíquica que un estado civil; es -siguiendo con este psicoanalista transandino- “un modo de andar en la vida y de relacionarse con los demás (…) basado en desconocer el compromiso con el otro”. Y Andrea, si bien al principio aceptó este juego de seducción sin compromiso -digno de nuestros tiempos-, hoy lo padece y quiere, tal como en la época freudiana, ser la mujer de Claudio, ser su elegida y su favorita.

¿Logrará Andrea ser la pareja de Claudio?

Continuará…

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