Isaac Newton planteaba hace casi tres siglos la existencia de planetas que orbitaban otros soles. Esa posibilidad de mundos análogos al nuestro se mantuvo por mucho tiempo en terreno de especulación. Pero en julio de 1995 el astrónomo de la Universidad de Ginebra, Michel Mayor y el estudiante Didier Queloz, descubrieron lo que Newton anticipaba: el primer planeta que orbitaba una estrella similar al Sol. Un hallazgo que abría la posibilidad de detectar planetas habitables.

Hace 24 años, la noticia de su hallazgo, que se anunció en octubre de 1995 en la revista Nature, detallaba que habían detectado un ciclo de 4 días en la velocidad radial de la estrella 51 Pegaso, un cambio que fue interpretado como un movimiento inducido por un planeta que orbitaba muy cerca alrededor de la estrella y con una masa similar a la de Júpiter.

Ese exoplaneta, conocido entonces como 51 Pegasi b, se pudo determinar tras observaciones periódicas, que estaba a una distancia de solo unos ocho millones de kilómetros de la estrella que orbitaba, similar a la que muestra Mercurio en nuestro Sistema Solar. Su presencia era un hallazgo que llevó a repensar las ideas de dónde y cómo se forman los planetas. Un descubrimiento que abrió un nuevo campo en Astronomía: los exoplanetas. Gracias a la técnica que usaron los investigadores, hoy se han descubierto más de 4 mil exoplanetas.

Hoy, Mayor y Queloz, ambos suizos y nacidos en 1942 y 1966, respectivamente, fueron galardonados por el Premio Nobel de Física 2019, gracias al hallazgo del primer exoplaneta.

Nuevo campo de estudio

Su relevancia científica es innegable. Antes de su hallazgo investigadores habían descubierto exoplanetas alrededor de núcleos giratorios de estrellas muertas conocidas (púlsares), pero no alrededor de estrellas similares a la nuestra, detalla Patricio Rojo, astrónomo del departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile e investigador del Centro de Excelencia en Astrofísica y Tecnologías Afines, CATA.

Ellos descubrieron la primera estrella "tipo sol", detalla Rojo, hubo descubrimientos antes de un planeta alrededor del cadáver de una estrella o pulsar. De hecho, los investigadores Gordon Walker y Bruce Campbell (Universidad de Columbia Británica) luego de 10 años de búsqueda, concluyeron que no había planetas grandes como Júpiter orbitando estrellas de tipo solar. Otro equipo, conformado por Geoff Marcy y Paul Butler (Universidad Estatal de San Francisco), replicaron ese estudio y en agosto de 1994 informaron el mismo resultado.

Esos resultados negativos no preocupó al equipo Mayor y Queloz, sino todo lo contrario, dice Rojo, "porque si existían planetas que giraban en torno cadáveres de estrella, como no iba a existir alguno que lo hiciera alrededor de una estrella vida".

Fue una publicación de muy alto impacto en su momento, que además daba cuenta de un hallazgo inesperado. "Tiró por tierra un par de teorías y predicciones de cómo sería la formación de los sistemas solares, en el sentido que ese planeta orbitaba alrededor de su estrella seis veces más cerca de lo que Mercurio orbita nuestro sol, con un periodo de menos de cuatro días", señala Rojo.

Incluso ese mismo carácter "inusual", puso incluso en duda su publicación en Nature, donde solo dos de las tres personas que hacen de árbitros para seleccionar los estudios, votaron para que se publicara, hasta que el editor de entonces aceptó finalmente el estudio. Así reconoció Mayor en una entrevista en año 2015 a la revista de divulgación científica Scientific American: "Íbamos a una conferencia sobre estrellas de tipo solar en Florencia en octubre (1995). Justo antes, recibí información de Nature de que solo dos de los tres árbitros votaron para aceptar el documento. Depende del editor en ese momento. Afortunadamente, decidió aceptar. Algunas personas en la reunión estaban realmente intrigadas: 'Ahora tenemos que buscar la razón por la que tenemos un planeta de tan corto período'. Otros colegas estaban buscando argumentos: 'No es un objeto real, no tienes suficiente precisión'. Pero estábamos 100 por ciento seguros de nuestras medidas".

Se hizo necesario revisar entonces la teoría y cómo era posible que un planeta llegase a tener esas condiciones, destaca Rojo, "qué nos habíamos perdido en la teoría, que no sólo no predijo este primer planeta, sino que lo prohibía, no se podía tener un planeta donde se encontró". Lo que planteaba hasta ese momento la teoría de cómo se formaban los planetas estaba basada en nuestro sistema solar, que era el único que se conocía, "y en nuestro sistema solar los planetas gigantes, del tipo Júpiter, están lejos del Sol, lejos de la estrella".

Dentro de la comunidad científica era esperado que esta publicación iba a ser merecedora del Nobel. "Fue un descubrimiento sumamente importante, que rompió con toda la teoría detrás, y en día somos cientos los científicos trabajando en esa área. Otra de las cosas que queda por descubrir en esta área y que será igual de importante, es la primera detección de trazos de vida, esta publicación fue importante para que esta otra idea a futuro pueda llegar a buen pie eventualmente", explica Rojo.