Estamos en septiembre y reina la confusión. ¿Celebrar o fondearse? ¿Festejar a lo grande o aislarse en un lugar recóndito del mundo? ¿Vamos de salida o estamos mejorando antes de empeorar? ¿Vas a volver a tu consulta o siempre vas a atender por Zoom?
Estas y otras preguntas se repiten en el consultorio virtual y en nuestra tercera sesión Eduardo, cliente que presenté en columnas anteriores, me sorprende con una certeza. Messi se queda en el Barcelona.
"Estoy contento Sebastián y aunque sé que esta polera me queda apretada y parezco fiambre, no me la he sacado desde que se confirmó que la Pulga se queda en casa. Ha sido una alegría y la teleserie de los abogados y los millones me sacó de mis miedos y penas y me trajo de vuelta a casa.
De repente Eduardo se pone de pie y adivino que se dirige al mini-bar que esconde dentro de su closet. Con una Canda dry light en mano, se estira la polera antes de volver a sentarse.
Bueno, esta polera es una prueba contundente de cuanto he engordado. La compré con la Claudia cuando fuimos a Barcelona. Inolvidable el Camp Nou, ver a Messi. Yo me hubiera vuelto a Santiago después del partido y te aseguro que no habría pestañado en todo el viaje. Tenía la adrenalina a mil y esa noche no podía parar. Por fin algo bueno del viaje. Pude gritar, saltar, tomar. La Claudia me miraba… ¿cómo se dice, por el rabillo del ojo? Eso, me miraba, pues yo estaba desbordado de felicidad y en el estadio pude botar toda la frustración.
¿Cuál frustración?
Puta, llevaba días recorriendo calles, tiendas, museos y la Claudia siempre quería más. Ella ya había venido antes, con su familia y otra vez con amigas, y tenía una agenda repleta de cosas que hacer. Y así como tu me ves, que no paro de hablar, allá andaba calleuque y cuando por fin nos sentábamos a comer y tomar algo, me desfondaba en una silla todo traspirado. Parecía mochileo la webada, pero sin webeo. Y cuando empezaba a recomponerme después de la primera cerveza, la Claudia me lanzaba el itinerario de la tarde. Weón, era como ir al gimnasio. Y claro, a este ritmo, varios días, exploté al ver al Messías.
¿A quién?
A D10S, a Leo. Weón, hubiera bajado a la cancha a poto pelado de la felicidad. No sé cuánto tomé, pero no había forma de bajarme de la pelota. Y claro, después de haber andado raja entre catedrales y boutiques, verme enajenado en la galería debe haber sido un shock para la Claudia. ¿Tu vai al estadio? Ahhh… verdad que ustedes no responden preguntas personales. Lo vi en Google. Fuera de weveo, yo soy de ir al estadio, desde chico, con mi viejo, después con mis amigos del barrio, después en la U, siempre fui y supongo que a la Claudia le impactó verme así. Y eso que estábamos en el Vaticano del fútbol. Habían puros orientales a mi lado y me miraban extrañados al principio, pero a diferencia de la Claudia, se subieron a mi carro y hasta nos terminamos sacando fotos y gritando webadas. Se cagaban de la risa los chinos. ¿O eran japoneses? No me acuerdo, pero terminamos abrazados y la Claudia me miraba horrorizada mientras sacaba fotos. Fue una locura, debut y despedida.
¿Qué quieres decir?
No hubo más estadios y la Claudia me hizo la media cuática, porque al final la dejé en el hotel y seguí carreteando con un grupo de chilenos que conocí a la salida del estadio. Para qué te miento. Hasta me grité un C-H-I y los chinos repetían como loros mis webadas. Al día siguiente, no sé a que hora llegué al hotel, la Claudia no estaba y te mentiría si te dijera que me alcancé a preocupar. Me saqué los zapatos y me desmayé en la cama. Me perdí la ciudad y desperté para tomar el tren a París. No di un lindo espectáculo en el tren. La pasé en el baño. Llegué pálido a París y la Claudia no me habló ni siquiera en esa iglesia que se quemó. Weón, de ahí en adelante me porté tan bien, que hasta recé para que se le pasara la bronca a la Claudia.
¿Y se le pasó?
Sí y nunca más hablamos del tema, hasta que después de nuestra segunda sesión la encaré y le pregunté si tenía otro weón. Así, care raja. Fue como hacer una llamada en frío. ¿Cachai esa webada?
No.
Es la webada que hacen los weones que venden webadas por teléfono. De la nada, te lanzai e inentai vender algo y así, sin preámbulos, dejé pálida a la Claudia. Que te puedo decir, lo negó todo, pero su cara y su cuerpo decían lo contrario y después de esa conversa, que no duró mucho, se puso como una seda. Al día siguiente le dio depre, arrastrando las patas, agachada. Y una noche llegó con una bandeja llena de webadas ricas y unas copas. Básicamente alimentó y le dio de tomar a su guatón para reconocerle que efectivamente lo había engañado un par de veces. Me dijo que se sentía pésimo, pero que yo hacía rato que no la pescaba. ¿Ahora la webada es mi culpa? La muy cara tabla me dijo que lo más terrible es que yo no cachaba nada. ¿Lo puedes creer?
¿Y qué hiciste?
Agarré mis webadas y me fui a encerrar a mi oficina. Pensé en irme para otro lado, pero viejo, acá tengo baño, cama, mi compu, la consola, el mini-bar. Y abro la puerta y tengo una pequeña cava. Si hay que deprimirse, me deprimo acá. Y ahí empezaron las noticias de Messi y me fui a la mierda. ¿Se va del Barcelona? Se acaba el mundo weón, ya no aguanto tantos cambios. Me banqué el estallido social, la cuarentena, perder el 18, celebrar cumpleaños con weones en cámara. A propósito, la Claudia me dijo que no podía invitarte al mío. En fin, aguanté todos estos cambios, pero que Leo se fuera del Barcelona era más de lo que podía tolerar. Weón, yo que odio a Cristiano Ronaldo, lloré cuando se fue del Madrid. Que cagazo. Se acababa una etapa y lloré, pero esto de Messi me hizo quedarme en cama mirando el teléfono como enfermo. Y cuando caché que no se iba, fue como un milagro, me puse la camiseta y me importa una raja que me quede apretada. En la pega se cagan de la risa y me piden que les mande un video para cuando me la intente sacar. Hasta yo me reí weón. Lloré de emoción y pensé, puta, si Messi, con todas las mariconadas que le han hecho, se queda, ¿Quién soy yo para separarme?
¿Y quién eres tú?
¿Te fuiste en la profunda? Está bien, me gusta, demás que tú también eri futbolero. Puta, yo no soy como Leo, me encantaría serlo, pero mi talento es otro. Yo parezco weón… ¿será por lo guatón? No lo sé, pero la gente tiende a mirarme en menos al principio. Y cuando me conocen y cachan las webadas que hago en la pega y lo que he logrado en la vida, se caen de raja. Y la guinda de la torta es cuando conocen a la Claudia. Ahí me gano el respeto de los varones. Varios quedan para dentro. Y es cierto, no es fácil estar casado hace veinte años con una mina rica e inteligente. Es más, te lo pongo así, es más difícil que la chucha. Y me la gané a puro cariño, a puro respeto. Gozando, sí, siempre gozando, pero ni en la ducha la he engañado. La amo, pero tampoco soy ciego, puta que es pesada la weona y supongo que en alguna parte rara de mi cabeza pensé que si ella se pegaba una canita al aire, se pondría más simpática, pero ahora parece que lo quiere es estar más conmigo. Al menos esa pomada me vendió.
¿Y se la compras?
Sabis, yo creo que sí. Yo creo que no deben haber sido un par de amantes. Yo me imagino que han sido varios, algunos Long Play, otros EP y otros One Hit. Estoy seguro, pero ningún weón se la bancó al final y eso supongo, a sus ojos, me hace adorable. Y para estar a tono, me propuse ponerme en forma hasta poder sacarme la polera como Dios manda.
¿Y cómo es eso?
Weón, para sacarme esta polera tengo que pasar por el quirófano. Si me la saco así, la rajo, así que decidí no tomar más y empezar a hacer un poco de ejercicio. Me compré una bici estática y la instalé al lado de la elíptica de la Claudia. Yo me siento y pedaleo con una toalla empapada desde el minuto dos, mientras ella asciende el Aconcagua sin traspirar una gota. Me puse una tele delante y ya llevo 3 días pedaleando. Me hago sus 20 minutitos y después la Claudia me regalonea con unos jugos asquerosos. Weón, son verdes y cero azúcar. Estoy tan cagado de sed que me los tomo, pero en otra situación los usaría para regar las plantas.
Entonces…
Estoy feliz Sebastián, no me separo y ya empecé a mover la raja. La Claudia ahora parece gatita de chalet y por lo menos ya no se está preparando para arrancar por el techo para reunirse con don gato y su pandilla. Está aguachadita y el finde nos pegamos un maratón de Netflix abrazaditos. Y así estábamos, cuando me dijo, guatón, eri lo máximo. ¿Qué más le puedo pedir a la vida papá?
Ante mi silencio, Eduardo se levantó inquieto, fue al mini-bar y volvió con una coca light.
Lo sé Seba, debo estar medio maniaco, así me dijo mi jefe. Puede ser, pero se que de acá se viene un porrazo feo. ¿Cómo lo hará Messi después de esta teleserie? ¿Cómo será jugar por un club que no estuvo a la altura? Va a ser complejo y lo mío también. Como Leo, parece que voy a terminar mi carrera con la misma mina, temporada tras temporada, pero ahora que se toda la maldad, siento pesadas las piernas.
¿Nos vemos la próxima semana?
Claro que sí, y la siguiente también. Resérvame la hora hasta final de año, y aunque la Claudia se enoje, igual te voy a invitar para mi cumpleaños.
Tras terminar la sesión me siento francamente cansado e insospechadamente contento. Sonreí al imaginarme a Eduardo en El Camp Nou con la misma polera que ahora no se podía sacar y supuse que ante la incertidumbre, era una gran noticia la continuidad, pues como dijo Buda, “cuando no sepas qué hacer, no hagas nada. La respuesta está en la quietud mental”.