Son casi tres años desde el primer caso de Covid-19 en el país, y aún se trata de un tema preocupante para la comunidad científica. Esto en el contexto de variantes inciertas que han provocado la muerte de millones de personas, la reincorporación de algunas medidas sanitarias y un 2022 que cerró con 31.817 casos activos a nivel nacional, el registro semanal más alto en más de un mes de acuerdo al Ministerio de Salud (Minsal).
Una de las medidas que se instauró producto del escenario epidemiológico es el uso de mascarilla obligatorio en los vuelos de Colombia, Brasil, Ecuador y España. Asimismo, en países como Inglaterra se ha desatado la controversia por la posibilidad de que la medida vuelva; esto en el marco de un promedio de 10.721 casos por día, lo que representa un incremento del 63% respecto hace dos semanas, de acuerdo a cifras del The New York Times. Las muertes también aumentaron en un 72%.
Si bien el gobierno de este país no implementó nuevamente el uso de mascarillas, varias personas han decidido usarlas voluntariamente. Según el Daily Mail, algunos científicos sostienen que estas restricciones son necesarias para contrarrestar la demanda del Servicio Nacional de Salud (NHS). De igual forma, otros expertos sugieren a la población evitar aglomeraciones.
Desde que la medida se implementó de forma obligatoria en 2020 es sabido que ha causado controversia. Un ejemplo de esto es la manifestación en Madrid a favor de la “libertad” que reunió alrededor tres mil personas, y otras protestas de la misma índole que se desarrollaron en Washington, Estados Unidos.
Al respecto, el profesor Yik-Ying Teo, experto en salud pública de la Universidad Nacional de Singapur afirmó en The Telegraph que se trata de cómo los líderes o responsables políticos hagan uso de las mascarillas. “En muchas comunidades occidentales, la gente ve las mascarillas como una aberración, un símbolo de que las cosas no van bien en el mundo y de que aún no se ha ‘vuelto a la normalidad’”, explicó al medio.
La subvariante que tomará el control
Durante esta semana los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) detectaron que más del 40% de los casos de Covid-19 en Estados Unidos son causados por la variante de Ómicron XBB.1.5. Al mismo tiempo, la subvariante BF.7 produce millones de contagios diarios en China, lo que provocó que distintos países impusieran medidas de prevención en los aeropuertos.
En el caso de Chile, las medidas comenzaron a regir el 1 de enero con el Plan de Fronteras Protegidas, poco después de extender la alerta sanitaria hasta marzo del 2023.
El doctor y director de la Fundación Ciencia & Vida, Tomás Pérez-Acle, menciona que es normal el alto nivel de contagio de la subvariante BF.7 considerando que todas las variantes de Ómicron son cada vez más contagiosas que las variantes ancestrales, pues tienen mayor capacidad de evasión de la respuesta del sistema inmune.
Respecto a la pregunta por la subvariante en Chile, el también académico de la Universidad San Sebastián, asegura que no causaría los mismos estragos que en el país asiático.
“En China está causando esos estragos porque tienen una población subvacunada, donde los adultos mayores tienen solo una dosis. La mayoría de las personas en Chile tienen cuatro dosis”, explica. Sin embargo, advierte que “la variante XXB.1.5 es de la que deberíamos preocuparnos”.
Comenta que se trata de una variante que tiene una característica bien “terrible” que muchos científicos veían con terror: la recombinación, el cruce entre dos linajes de Ómicron distinto. Las variantes de Covid-19 que se dispersan en el mundo evolucionan por producto de mutaciones, pero ese no es el caso de XXB.1.5 “Es la primera vez en la historia de la pandemia que vemos que la recombinación es posible”, añade.
Esta variante, señala Pérez-Acle, es la más infecciosa de todas y la que tiene mayor capacidad de respuesta de evasión del sistema inmune y, lo más preocupante, es que la vacuna que logra un cierto nivel de respuesta (bajo) es la bivalente contra la subvariante BA.4 Y BA.5 de Ómicron, que no es la vacuna que se está inoculando en Chile.
“A mí no me preocupa tanto la BF.7, pero sí la XBB.1.5, que en solo dos semanas pasó del 4% a más del 40% de todas las infecciones en Estados Unidos”, agrega el doctor.
“Lo más probable es que esta subvariante va a tomar el control en el resto de los países del mundo”, dice.
Restricciones, medidas y decisiones
El epidemiólogo y subdirector médico de la Clínica Dávila Vespucio, Luis Herrada, es enfático en la importancia de levantar la comunicación de riesgo, que está muy relacionado con saber qué es lo que está ocurriendo y con la promoción paulatina de las medidas de seguridad.
En el contexto actual de salud, las personas deberían considerar los cuadros respiratorios, el testo y aislamiento, así como las campañas de vacunación. Por otro lado, establece que es riesgoso hacer una proyección a largo plazo del 2023 en torno a las variantes, pero estima que entre la tercera y cuarta semana de enero podría haber un alza de casos por Covid-19 en el país.
En relación a las restricciones que se comenzaron tomar en los aeropuertos de diferentes países, Luis Herrada, asegura que es una medida que va en la dirección correcta para entender la movilidad del virus, pero que la cepa entrará de todas formas: “Es una buena medida de monitoreo, pero es muy difícil que el virus no llegue”.
Por su parte, Pérez-Acle comparte la visión de que es algo inútil al tener en cuenta que las variantes ingresaran de todas formas en la situación pandémica actual, pero estima que es una acción que podría tener utilidad si la idea es demorar la llegada del virus: “Si ganar tiempo es relevante para que las autoridades tomen decisiones, tiene sentido”.
Respecto al uso de mascarillas, Herrada cree que es una medida razonable para espacios sin ventilación como el transporte público, que puede funcionar como recomendación. Actualmente no lo considera, pero tampoco lo descarta en el futuro. Ejemplifica con los adultos mayores que “usan mascarilla en el transporte público y en otros espacios porque tienen una percepción de riesgo más alta”.
De la misma forma, ante la pregunta por una población insatisfecha por la medida, el subdirector médico de la Clínica Dávila Vespucio apela a lo que sucedió al inicio de la pandemia: “Conviví con doctores en Madrid que en su momento desestimaron el uso de mascarillas y luego se sintieron culpables. Si la situación requiere usar mascarilla, esperaría que la gente lo comprenda y valore”, añade.
Pérez-Acle complementa la opinión asegurando que las mascarillas son “la mejor arma que tenemos aparte de las vacunas”, haciendo hincapié en que las sería bueno utilizar la KN95 y KN94, ya que las mascarillas quirúrgicas no sirven realmente. Sin embargo, agrega, que las dos primeras son menos accesibles y que utilizar dos mascarillas quirúrgicas a la vez puede aumentar la utilidad del producto.
“Espero que no sea necesario volver a cuarentenas porque estamos todos hartos. Es esperable que se vuelva a implementar el uso de mascarillas si la variante se dispersa como en Estados Unidos, pero en espacios cerrados, en las playas o porques no tiene sentido”, concluye.
Desde el Ministerio de Salud la respuesta es un tanto diferente. El jefe del Departamento de Epidemiología, Christian García, afirma que las medidas sanitarias se están devaluando de manera permanente y constante, mirada en conjunto con la Comisión Nacional de Respuesta Pandémica. A la vez, y al igual que los expertos mencionados, reitera la recomendación del uso de mascarillas en lugares cerrados como el transporte público y la obligatoriedad en los centros de atención de pacientes. Asimismo, recalca medidas de protección como la vacuna, el lavado de manos y la ventilación de espacios.
“En el escenario que hoy estamos viviendo se ha mantenido un impacto sanitario bajo”, aclara García, considerando que la cantidad de personas hospitalizadas en UCI se ha mantenido dentro de las cifras más bajas desde el comienzo de la pandemia.
Finalmente desde el Departamento de Epidemiología comunican que, de cambiar este escenario, se evaluarán las medidas que hasta el momento no se han establecido.
“La saturación del sistema de salud es lo más complejo, esperemos que no sea el caso. Si en Estados Unidos ocurre, seguramente viviremos una situación similar o mucho peor”, manifiesta Pérez-Acle.