En 2010 la OMS declaró a la obesidad como pandemia. El 30 de enero de 2020 hizo lo mismo con el nuevo virus SARS-CoV-2, causante de COVID-19. ¿Por qué nuestra reacción fue distinta? Porque no vemos a la obesidad como una enfermedad. No se le ha tomado la importancia como factor asociado a la probabilidad de una serie de patologías. Sin embargo, algo que hemos aprendido en esta pandemia es que las personas obesas tienen más riesgo de morir por COVID-19. No solo en adultos, también en niños, por lo que es fundamental actuar hoy.
Según el informe “Covid-19 y obesidad: El Atlas 2021” de la Federación Mundial de Obesidad la tasa de mortalidad por coronavirus es aproximadamente 10 veces mayor en países donde la mitad o más de la población tiene sobrepeso. En Chile hasta el 21 de mayo 2021 se habían notificado 184.377 casos de COVID-19 en la población de entre 0 y 18 años, que representa una tasa de incidencia acumulada en el período 2020-2021 de 3895 casos por 100.000 niños, niñas y adolescentes (NNA). En cuanto a gravedad, 3.215 NNA requirieron hospitalización, con 93 casos fallecidos.
Según los datos disponibles hasta la fecha, los niños con COVID-19 tienen mejor pronóstico que las personas adultas: se registran menos casos graves y los casos leves se recuperan en una o dos semanas desde del inicio de la enfermedad. Sin embargo, hay factores de riesgo de evolución grave u hospitalización en el caso de menores inmunodeprimidos, con cardiopatías o patologías respiratorias crónicas o con obesidad.
Este último factor es uno de los problemas de salud pública más importantes del siglo XXI, el que se ha visto agravado por las acciones que buscan detener al COVID-19, como las cuarentenas y las restricciones de movilidad. La prevalencia de obesidad en escolares aumentó de 23,5% a 25,4%, entre 2019 y 2020, según el Mapa Nutricional de Junaeb 2020. Más de un 50% de los niños en etapa escolar presenta algún grado de malnutrición por exceso (sobrepeso y obesidad). Consideremos, además, que un niño obeso tiene más probabilidades de ser un adulto obeso. Con esto, según lo señalado por la OMS, Chile se sitúa en primer lugar en América latina en prevalencia de obesidad infantil y ocupa el sexto lugar a nivel mundial.
Si bien es cierto que tenemos iniciativas como el Plan Contrapeso de JUNAEB, Fortalecimiento del Programa de Alimentación Escolar, Ley de Etiquetado de Alimentos y Elige Vivir Sano, entre otras, que intentan reducir la malnutrición por exceso, estas no han tenido impacto en mantener o reducir el problema. Tampoco se ha incorporado como tema de relevancia por el Ministerio de Educación: hace poco fue eliminada la obligatoriedad del ramo de educación física en tercero y cuarto medio, a pesar de la oposición de la comunidad científica.
Que el exceso de peso sea un predictor de un mal curso clínico frente a una infección respiratoria viral es algo que ya lo habíamos visto: el sobrepeso empeora la situación frente a otras infecciones virales, como ocurre con el virus de la influenza A H1N1 2009. En niños pequeños, la obesidad y sobrepeso también son un factor de riesgo de gravedad de las infecciones causadas por virus respiratorios estacionales. Las señales de advertencia estaban ahí.
Tenemos que detener el alza del sobrepeso y obesidad, sobre todo en etapa infantil, sino estaremos condenados a seguir siendo uno de los países más obesos del mundo, lo que inevitablemente afectará el desarrollo futuro: una población con sobrepeso es una población malsana y ya en sí una pandemia. No lo olvidemos.
* Viróloga, Universidad Autónoma de Chile