Hace casi dos semanas, el sector precordillerano del Cajón del Maipo en la Región Metropolitana, sufrió los embates de un inesperado frente lluvioso en pleno verano, dejando decenas de casas damnificadas y cuantiosos daños materiales.
No es primera vez que el sector es abatido por uno de estos fenómenos. En noviembre de 1987, el área de El Alfalfal, cerca de la unión de los ríos Olivares y Colorado, fue protagonista de un enorme aluvión que dejó 30 muertos, el campamento de una central hidroeléctrica destruida, y las termas de Salinillas completamente sepultadas en el barro, con pérdidas avaluadas en 30 millones de dólares.
Santiago Alliende, residente en San Alfonso, cuenta que los aluviones son de conocimiento público en el lugar y las generaciones más antiguas lo vivieron en carne propia hace 30 años.
“Ya en febrero de 2017 gracias a las lluvias de verano, ocurrieron aluviones a lo largo del Cajón del Maipo principalmente en los esteros, con deslizamientos de tierra que en algunos casos fueron de igual magnitud de lo que pasó el 30 de enero pasado, donde se cayó el puente que pasa por sobre el estero San Alfonso”, señala.
“En invierno generalmente hay movimientos de tierra producto de la lluvia a menor escala, afectando únicamente los canales de riego que son abastecidos por el estero”.
“El sábado 30, cerca de las 18 horas, por el ruido pudimos darnos cuenta que ya habían movimientos de tierra en el cerro Fajas Blancas; desde la calle Camino El Volcán se podía ver el aluvión bajando por la quebrada, y por sólo escuchar el sonido nos pudimos dar cuenta de la gravedad de la situación, por lo que se avisó a vecinos cercanos de lo que estaba ocurriendo”, dice.
Alliende cuenta que tras los aluviones de febrero del 2017, que dejó dos fallecidos y más de mil damnificados, “en 2019 la subdirección nacional de geología realizó un mapa titulado ‘Peligro de Remociones en Masa Tipo Flujo de la Cuenca Alta del Río Maipo’, pero jamás se viralizó ni se hizo campaña para informar a la población. Una semana antes de lo sucedido el 30 de enero se hizo una campaña de Carabineros de prevención en ríos y esteros, advirtiéndole a turistas, residentes y campistas de lo que podía suceder, aunque no dieron avisos preventivos en el pueblo, únicamente en riveras de ríos y esteros”.
“Tampoco hay señaléticas de ningún tipo para prevención de aluviones. No hay una zona segura marcada o de conocimiento público, sólo instrucciones de vías de evacuación para erupciones volcánicas”, sostiene.
Peligro en los cerros
El subdirector nacional de Geología del Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile (Sernageomin), Alejandro Cecioni, señala que, “varios días antes de estos eventos se activó el Sistema de Protección Civil liderado por ONEMI y se analizó esta situación con los distintos organismos técnicos, concluyendo que las lluvias serían muy inusuales para la época. En base a estos antecedentes, así como a la información trabajada por cada organismo, Sernageomin señaló que existía una alta posibilidad que se generaran eventos de remociones en masa como flujos, caídas o deslizamientos”.
“Esta situación era especialmente crítica en las comunas cordilleranas como San José de Maipo y Lo Barnechea. De esta manera, se trabajó de forma coordinada con ONEMI, autoridades locales y los diferentes organismos de Protección Civil, para alertar, y/o evacuar a la población local, y evitar así la pérdida de vidas humanas, lo cual se cumplió satisfactoriamente”, indica.
Desde el organismo también niegan que no se hayan hecho acercamientos con la comunidad, ya que a fines de diciembre se realizaron reuniones por temas de remociones en masa, erupciones volcánicas y otros, además de un simulacro con casi 200 personas en 2018 en los esteros La Solana, Calchona y Las Cucas.
Entonces, ¿qué ocurrió a fines de enero? Cecioni explica que “la causa de lo ocurrido en el valle del Cajón del Maipo, tanto en San Alfonso como en varias localidades, se debió a dos agentes principales: una lluvia intensa y una isoterma 0ºC elevada. Estos factores se debieron a la conjunción de un sistema frontal que migró desde el sur hacia la zona central, lo cual se intensificó con un río atmosférico que proporcionó mayor humedad y elevó la temperatura (vale decir la isoterma 0ºC)”.
“Ahora, cuando precipita agua líquida en los sectores altos de las laderas y cerros, esto trae consigo que todo el material suelto, ya sea suelo, rocas sedimentos etc., descienda desde estos lugares más elevados (donde por lo general es más típico que caiga nieve) y se va acumulando en los distintos drenajes de las quebradas. Estos flujos o aluviones son los que afectaron principalmente a la localidad de San José de Maipo”, puntualiza.
Para Cecioni, uno de los mayores desafíos es poder precisar los pronósticos meteorológicos, sobre todo en fenómenos complejos. Para ello es muy necesario instalar una red hidrometeorológica robusta o sistemas tipo radar, sobre todo en sectores de cordillera y precordillera que ayuden a refinar los distintos modelos. Un ejemplo de ello es el mapa citado por Alliende.
“Los estudios de peligros geológicos son esenciales para conocer dónde se encuentran las áreas más complejas y que problemáticas podrían ocurrir. Para ello, Sernageomin ha trabajado durante décadas en evaluar los peligros tanto volcánicos como de remociones en masa que afectan las distintas regiones del país y particularmente el sector del Cajón del Maipo. Recientemente en 2019, se publicó un trabajo que evalúa las distintas quebradas de toda la cuenca alta del río Maipo, señalando cuales tienen un mayor grado de susceptibilidad de generar flujos como aluviones”, asevera.
“Complementariamente a los estudios para cartografiar e identificar los peligros, también es vital avanzar en el monitoreo de los fenómenos de remociones en masa lo cual permite analizar el comportamiento de estos en distintas condiciones y buscar anteponerse a futuras consecuencias. Ahora bien, un estudio por muy detallado y preciso que sea no tendrá un fin real si es que esto no va acompañado de una planificación territorial y conocimiento local. Es por ello que debemos estar constantemente reforzando el trabajo coordinado entre las diferentes instituciones, sistema de protección civil, autoridades y población local, buscando que las personas conozcamos nuestro medio y así estar mejor preparados como sociedad para enfrentar peligros naturales, muchos de los cuales no son predecibles”, dice.
El otro mapa
En 2003, un mapa que determinó los sectores más riesgosos en Santiago, mostró sectores de Peñalolén, La Reina, Macul, Ñuñoa y Providencia entre otros, con grandes posibilidades de ser alcanzados por un aluvión, más aún considerando la expansión urbana en la zona hacia la precordillera, lo que trae consigo “una mayor exposición a amenazas naturales como flujos que puedan descender desde las quebradas o deslizamientos y caídas que puedan ocurrir en las laderas”, según cuenta Alejandro Cecioni.
“El valle de Santiago, en el sector oriente, está principalmente constituido por abanicos aluviales que corresponden a una unidad geológica que representa la acumulación de muchos pulsos de flujos (aluviones) que han descendido hace cientos de años desde las distintas quebradas cordilleranas. Este registro geológico es una clara evidencia que los procesos naturales de este tipo han ocurrido en el pasado y seguirán ocurriendo en el futuro”, sostiene.
“La premisa que todos deberíamos considerar es no exponernos, evitar por sobre todo las áreas de peligro. Ahora, eso no siempre es posible en un país como el nuestro, y ante esa disyuntiva lo que se debe hacer es conocer el entorno donde habitamos o transitamos, estar preparados, disponer de planes de contingencia ante emergencias. Además, las obras de mitigación son fundamentales en estos casos, ya sean obras estructurales como piscinas decantadoras, muros, etc., o medidas no estructurales como planes de evacuación y generar una cultura del riesgo”, agrega.
Entonces, ¿es posible entonces que los flujos proyectados en 2003 pueden llegar a los mismos sectores? Cecioni dice que “efectivamente las intervenciones humanas modifican las características del relieve y el terreno, por tanto, un flujo que ocurrió en una condición específica hoy en día no necesariamente alcance los mismos sectores. Sin embargo, hay que tener presente, además, que las nuevas construcciones, la pavimentación y distintos tipos de obras civiles pueden generar cambios en las propiedades naturales de los suelos, por ejemplo, la filtración y saturación de los terrenos, permitiendo en algunos casos una mayor escorrentía superficial. Otro aspecto relevante a considerar es que actualmente se han ido mejorando y construyendo nuevas obras de mitigación que seguramente también contribuirían a disminuir los efectos potenciales de futuros flujos”.
“El mapa realizado por Sernageomin en el año 2003, fue elaborado con una escala 1:100.000 lo que significa que cada centímetro en el mapa representa 1 kilómetro en la realidad. Este nivel de cartografía permite tener una mirada general de los procesos, sin embargo, para ser precisos y responsables con la información de hasta donde podría llegar un flujo, es que trabajamos en modelamientos con insumos proporcionados por la Dirección Meteorológica de Chile (cantidad de lluvia entre otros) así como autoridades locales para realizar un seguimiento y evolución actualizada, tanto de las condiciones meteorológicas, como posibles lugares de afectación”, añade.
Precaución
Por su parte, Alfonso Domeyko, director nacional de Sernageomin, explica que “frente al escenario del fin de semana de enero, todas las regiones indicadas se monitorearon 24/7 por intermedio de la Oficina de Gestión de Emergencias, lo que permitió advertir las condiciones de peligro asociadas a este evento, coordinar con ONEMI y actuar oportunamente frente a eventuales situaciones que pudieran afectar a la comunidad”.
En esa línea, Domeyko dice que “desde que asumí y por instrucciones del presidente Piñera, se reestructuró y amplió la nueva Oficina de Emergencias. Se agregaron turnos 24/7, se firmaron convenios con ONEMI, y se realizaron capacitaciones. Es importante destacar que el trabajo de la Oficina de Gestión de Emergencias fue clave, y el equipo que lidera Pedro Berríos, quien posee una gran experiencia y amplia preparación profesional, fue muy importante en esta emergencia, donde los profesionales pudieron coordinarse y activar los protocolos con ONEMI, como coordinadora del sistema nacional y regional de protección civil”.
Asimismo, el director del Sernageomin recalcó que “en la Mesa Técnica con ONEMI el pasado 29 de enero, señalamos que de cumplirse los máximos de precipitaciones pronosticados se presentaría un nuevo desafío para Sernageomin y el Sistema de Protección Civil, ya que con esa intensidad era probable que se sucedieran eventos de remociones en masa en paralelo en diferentes regiones”.
Finalmente, Domeyko indicó que “el último evento climático que afectó la zona centro y sur del país, y que su pronóstico se cumplió a cabalidad, habla de esta plena coordinación entre las instituciones del Sistema de Protección Civil, donde se activaron los protocolos estipulados, generando evacuaciones preventivas, sin costo de vida alguna”.