La cuarentena 2020 tuvo en sus inicios un carácter de novedad. Era un escenario de mucho miedo, sí, pero a la vez surgía día a día un afán de “aprovechar” ese tiempo en casa. Nuevos hobbies, hacer su propio pan, entre otras estrategias, servían para sobrevivir al confinamiento.

Hoy el panorama es diferente. Ya no se ve en redes sociales el mismo ánimo. Estamos en el peor momento de la pandemia. Nos sentimos más cansados y no solo eso, también más olvidadizos.

¿Le es familiar? Sí, pequeños pero frecuentes problemas de memoria. Es cuando entramos a la cocina y nos desconcertamos ¿a qué venía? Es leer una y otra vez un texto porque no lo entendemos. O la laguna mental de olvidar fechas de cumpleaños, no responder un mensaje pendiente, no saber con claridad qué día es, dejar en el refrigerador cosas que no van ahí, no poder seguir el hilo de una conversación, hasta no recordar el nombre de personas, películas, canciones. La lista es larga.

Esas nieblas mentales en pandemia tienen una explicación. Y aunque sume angustia a la situación actual, son normales dice el neurocientífico Pedro Maldonado, profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y director del Departamento de Neurociencia e investigador principal del Instituto de Neurociencia Biomédica (BNI).

A esta altura de la pandemia, todos, en mayor o menor medida, estamos experimentando un tipo de agotamiento que los expertos denominan fatiga Covid-19 o fatiga pandémica. Eso puede provocar comportamientos descuidados incluyendo los olvidos frecuentes.

Incertidumbre y rutina

La pandemia es una situación llena de incertidumbre, y eso es lo que más ha afectado a nuestro cerebro explica el neurocientífico.

Pero a diferencia de 2020, que también la sentimos, dice, en este nuevo confinamiento esa sensación es mayor: “A diferencia del año pasado, ahora tuvimos un periodo de verano en Chile donde las expectativas comenzaron a mejorar y cuando nuestro cerebro tiene una expectativa positiva se relaja y empieza a hacer planes a futuro”.

Esas nieblas mentales en pandemia tienen una explicación. Y aunque sume angustia a la situación actual, son normales dice el neurocientífico Pedro Maldonado, profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Director del Departamento de Neurociencia e investigador principal del Instituto de Neurociencia Biomédica (BNI).

Ese optimismo se enfrentó pronto a alza en el numero de contagios y nuevas cuarentenas. Y tal como Maldonado indica, “todos esos planes se derrumbaron como un castillo de naipes”, lo que produjo que nuestro cerebro se viera nuevamente viviendo en la incertidumbre y la rutina.

“Todos los días ahora son iguales en cuarentena. Llega el sábado y parece lunes. Toda la energía que libere el último día de trabajo, no se ha podido recuperar porque seguimos en la misma rutina. Eso es un golpe psíquico, porque el cerebro se mueve en términos productivos, planea hacia el futuro, sin certezas, sin planes, se confunde”, dice Maldonado.

¿Cómo se vincula con los olvidos? Si vivimos una rutina sin grandes cambios, donde todos los días son similares, eso dificulta, explica el investigador, el poder segmentar nuestra línea de tiempo. “Si antes cada cinco días había algo diferente, que eran los fines de semana, ahora todos los días son la película del Día de la Marmota, eso confunde al cerebro porque no le permite tener eventos temporales donde amarrar memoria y produce confusión”.

El tipo de rutina impuesto por la pandemia implica para el cerebro trabajar en piloto automático. Significa esencialmente que está corriendo por las mismas vías neuronales o ‘esquemas’ todos los días por meses. Se agota y confunde.

El estrés además afecta las regiones del cerebro que controlan la función ejecutiva, el aprendizaje, y memoria. Y ese estrés no necesariamente se siente como un ataque de pánico o noches de insomnio, también resulta estresante despertar todos los días a más de lo mismo. El aburrimiento prolongado es enormemente estresante y nuestro cerebro lo reciente.

El estrés si bien es una respuesta biológica normal a una amenaza, cuando se prolonga demasiado, como ahora, nos desestabiliza. “Cuando se siente amenazado todo nuestro organismo se acelera, por ejemplo, es como se acelera el motor del auto con cada vez más fuerza. Pero si eso se prolonga, el auto se gasta. Lo mismo le pasa a nuestro cuerpo, y el resultado es que reduce nuestra capacidad reflexiva”, aclara Maldonado.

Maldonado es enfático, “estamos más lentos cognitivamente”. Es una realidad que tareas cognitivas que no representan mayor dificultad, cuestan más. Afortunadamente dice, la intensidad del estrés no es suficiente para que queden secuelas de largo plazo, “cuando esto se levante volveremos a recordar de manera normal”.

“Hay que darse permiso de que sí puedo estar afectado y que es normal, la gran mayoría de estos casos de ansiedad por problemas de memoria son normales y una vez levantada esta cuarentena, se pasará”, asegura. Añade que es muy importante tocar este tema “porque la gente pensó que estábamos fuera de las cuarentenas, y no, pero es bueno protegernos para poder salir mentalmente bien de esto”.

Ejercicio

¿Qué hacer? La principal acción sería disminuir la incertidumbre. “Pero en esta situación no hay mucho qué podamos hacer”, dice Maldonado. Hoy la gran dificultad es que la incertidumbre y el estrés provienen de varias fuentes, “desde las autoridades hasta de la ciencia que tampoco tiene respuestas definitivas”.

Para disminuir ese cansancio y favorecer a que nuestro cerebro no esté tan confundido, el neurocientífico recomienda destinar tiempo a hacer cosas que se disfrutan. “Desde cocinar, leer un libro que nos guste, jugar con un perro, hasta hacer técnicas de relajación, meditación, todo funciona, pero funciona distinto para distintas personas, cada una debe buscar aquellas que cosas que tienden a relajarla”.

Y si de ayudar al cerebro se trata, el ejercicio es lo más indicado. “Ahora que existen estas ventanas horarias es lo mejor, porque no es solo bueno para el cuerpo, es muy bueno para el cerebro ya que ayuda inmediatamente a sentirse mejor, a sentir placer”, explica Maldonado.

Con la actividad se liberan hormonas que mejoran nuestro mejor estado de ánimo. Y no se trata de hacer solo deporte intenso, “caminar, subir escaleras, también sirve”, dice Maldonado. Algo que permite además cambiar el entorno “porque uno de los problemas del confinamiento es el mirar siempre las mismas cosas”.

Para ayudar al cerebro el ejercicio es lo más indicado. No es solo bueno para el cuerpo, es muy bueno para el cerebro ya que ayuda inmediatamente a sentirse mejor, a sentir placer.

Sabemos que hacer ejercicio es bueno para el cuerpo y el cerebro, pero aún así puede ser complejo organizar e incluso tener ganas de salir, reconoce Maldonado. “Uno de los grandes problemas de salud mental es la gente cree que esto es voluntad que es flojera, el cerebro nos está obligando a hacer algo porque lo necesita el cuerpo, pero uno no quiere porque está cansado”, admite.

Una alternativa es hacer ejercicio en la mañana cuando no se está tan cansado. Tampoco se deben generar expectativas demasiado grandiosas. Es mejor hacer un plan pequeño, dice, pero con grandes posibilidades con éxito. “Cualquier plan con metas pequeñas es algo que se puede lograr, y ese logro motiva y gatilla luego que se pueda aumentar la meta. Los planes ambiciosos solo instalan desesperanza aprendida y dejo de realizar esa actividad”.

Un plan de actividad física demasiado exigente sumado a las redes sociales con fotografías de quienes sí logran hacer ejercicio, dice Maldonado, dan la sensación de “todos hacen ejercicio menos yo”, lo que poco ayuda a nuestra salud mental. Tendemos a compararnos y a seguir a quienes hacen cosas que nos gustaría hacer, “pero eso crea expectativas irreales, las personas son distintas y viven realidades distintas, tienes el pleno derecho a hacerlo a tu manera”.

Proteger el cerebro

Con el confinamiento y la pandemia se nos priva del enriquecimiento ambiental. Ya no podemos estar fuera de casa, interactuar con otras personas, desplazarnos al trabajo, etc., todos cambios asociado con a la “plasticidad sináptica”, es decir, la capacidad inherente del cerebro para generar nuevas conexiones y aprender cosas nuevas.

Una rutina continua con acciones que no requieren pensamiento o procesamiento consciente, no ejercitan adecuadamente nuestro cerebro. Por eso hay que hacer cosas nuevas. “Hay que desafiar el cerebro, porque nuestro cerebro está siempre cambiando y refuerza aquello que tendemos a ejercitar o repetimos, y deja de hacer aquello que se disminuye” aclara Maldonado.

Cosas cotidianas como probar nuevos sabores a escuchar música nueva, implican al cerebro procesar información que no conocía en la cual el piloto automático ya no sirve. “Eso es bueno porque lo mantiene siempre desafiándolo y reduce el estrés, te saca de un entorno permanentemente rutinario”.

Emprender una nueva actividad como tejer, pintar, aprender un nuevo baile o aprender a tocar un nuevo instrumento musical, pero sin presión, son otras formas de desafiar al cerebro y mejorar su función.

Tampoco se debe olvidar la interacción social. “Los vínculos sociales son súper relevantes, son una parte crítica de cómo somos como especie humana”.

Emprender una nueva actividad como tejer, pintar, aprender un nuevo baile o aprender a tocar un nuevo instrumento musical, pero sin presión, son otras formas de desafiar al cerebro y mejorar su función.

Confinados la tecnología puede ayudar en esa tarea. Pero no hay que olvidar que no es lo natural, dice Maldonado y cansa. “Es mejor cambiar el Zoom por un llamado por teléfono. Las videollamadas agotan mucho, nuestro cerebro por muy maravilloso que sea tiene limites, realmente se cansa”.

El problema es que ante amenaza de la naturaleza de la actual pandemia, no siempre el curso de acción individual puede cambiar la situación estresante, indica el investigador. “Tu curso de acción no siempre es relevante. Es una buena idea sí, pero el desafío que imponen las demandas adicionales de una vida en pandemia y en cuarentena, son muchas. Por ejemplo, estar en casa y además del trabajo organizar el aseo, la comida, cosas que antes se delegaban, todo eso en gran parte produce fatiga. Estar todo un año repensando una organización de la vida con una carga adicional, es agotador”.