Otra consecuencia de la pandemia: aumentan menores de 30 años que viven con sus padres
La actual crisis sanitaria ha profundizado el problema para generaciones más jóvenes: la imposibilidad de contar con recursos que les permitan independizarse. En EE.UU., por ejemplo, proporción de jóvenes de 18 a 29 años que viven con sus padres es la más grande desde la Gran Depresión, hace casi 100 años.
Independencia. Autonomía y madurez. Esas son en gran parte las vivencias de un hito muy significativo para los jóvenes: dejar la casa de sus padres y vivir solos.
Sin embargo, no siempre es posible. Florencia Hidalgo (29 años) actualmente vive con su mamá, y, no sabe cuándo podrá independizarse. Desde que salió de la universidad ha buscado un trabajo. Pero no ha encontrado. No alguno que cumpla con sus expectativas. Tampoco son muchas, dice: “No espero ganar millones, solo lo necesario para poder vivir dignamente”.
Aún si encontrara un trabajo, Florencia asegura que no sabe cómo podría juntar el dinero para arrendar, pagar los gastos comunes, “y el alto costo de vida que hay en Chile”.
Esa experiencia no es sólo de Florencia. En muchas amigas y amigos de su edad se repite que, por no tener un sueldo fijo, no pueden independizarse. Muchos sienten vergüenza. Tienen casi 30 años y continúan viviendo con sus papás. Pero los tranquiliza saber que no son los únicos. Eso hace pensar A Florencia que ellos no son el problema. "No es que seamos flojos o pidamos mucho, es que, lamentablemente, no se nos han dado las oportunidades para poder salir del nido y costear un lugar para vivir”, asegura.
Una determinación que para muchos menores de 30 años se ha visto forzada por la actual crisis económica derivada de la pandemia por Covid-19.
En Estados Unidos ya es un fenómeno claro. El brote de coronavirus ha empujado a millones de personas, especialmente a adultos jóvenes, a mudarse con su familia. La proporción de jóvenes de 18 a 29 años que viven con sus padres es la más grande desde la Gran Depresión, hace casi 100 años.
Es lo que indica un análisis del Pew Research Center, que, con los datos mensuales de la Oficina del Censo de ese país determinó que, en julio, el 52% de los adultos jóvenes residían con uno o ambos de sus padres, cifra que en febrero era de 47%.
Aumento de jóvenes que viven con sus padres, fenómeno creciente
En Chile, lo que ha ocurrido en pandemia aún no se estudia en detalle. Pero una idea de que puede pasar algo similar a Estados Unidos lo dan los datos de personas menores de 30 años que han postulado al Programa de Subsidio de Arriendo, programa del Ministerio de Vivienda y Urbanismo para familias vulnerables y de sectores medios, allegadas y arrendatarias.
Guillermo Rolando, subsecretario de Vivienda y Urbanismo indica que hace siete años, cuando se inició el programa, estaba orientado a quienes no alcanzaban a arrendar. Pero ahora, por el efecto del Covid-19, señala que se aprecia a muchos jóvenes que tenían capacidad para arrendar, forzados a dejar los hogares donde arriendan. "Y hasta se ven casos dramáticos que se han tenido que ir a vivir a campamentos”. Por eso, el programa se adaptó, dice, "y a la fecha más de 35 mil familias han postulado, en el que el 22% tiene menos de 30 años y el 47% menos de 35 años”.
Mudarse a la casa de los padres, no es un fenómeno exclusivo de tiempos de Covid-19. Es una tendencia en aumento. Y no sólo en personas jóvenes. Ya en 2017 un estudio del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la U. Católica, realizado para La Tercera, que analizó la Encuesta Casen 2015, indicaba que más de 900 mil personas en Chile mayores de 31 años viven con sus padres (el 9,7% del total de la población sobre esa edad).
María Luisa Méndez, directora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) y académica del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la UC, destaca que es una tendencia en Chile desde el 2011 en adelante, y “constituye un cambio en los patrones históricos familiares”.
El mercado laboral se ha comportado diferente para las nuevas generaciones. Es un grupo, explica Méndez, que en vez de independizarse en cuanto termina la educación escolar, se educan por mucho más tiempo y permanecen también por tiempo con sus padres, “ya sea para ahorrar y desarrollar sus propios emprendimientos y negocios, para tener su propia vivienda o viajar. Hay un cambio con los ciclos educativos y mercado laboral”, explica.
La escolaridad promedio de la Población en Edad de Trabajar (PET), es decir, aquella entre 15 y 64 años, en los últimos años ha aumentado: Pasó de 8,9 años en 1990 a 11,2 años en 2015. A su vez, la matrícula de educación superior de primer año creció 56% entre 2006 y 2016, según datos del Consejo Nacional de Educación.
Ha sido el funcionamiento del mercado del trabajo el que ha determinado en gran medida el fenómeno. Para las generaciones más jóvenes se ha vuelto más precario. “Con remuneraciones oscilantes y precariedad, no pueden solventar el estatus que tenían con sus padres, en términos de su propia autonomía no lo logran”, dice la directora del COES.
Florencia sabe de esa precarización laboral: “Creo que mi generación ha sido testigo de la explotación laboral. Hemos visto a nuestros padres levantarse muy temprano y volver a casa en la noche, y repetir ese patrón día a día hasta la jubilación. Quizás por eso somos más exigentes a la hora de buscar trabajos, porque vemos cómo fue de agotadora la vida de nuestros padres y sabemos que no queremos vivir así”.
En Estados Unidos y Europa existe un aumento de profesionales en ese grupo, pero el mercado laboral impide que ingresen de forma masiva. Datos de la encuesta de Estadísticas de la Unión Europea sobre Ingresos y Condiciones de Vida, en 2017, indican que el 39,3% de los adultos jóvenes en los 28 países de la Unión Europea vivía con al menos uno de los padres.
Sueño de la casa propia
En Europa los economistas señalan a la crisis económica de 2008 y la siguiente de la deuda europea, como las causantes de la llamada “generación boomerang”, la que regresó a casa de uno o ambos padres porque no encontró trabajo o fueron los primeros en perderlo. Hoy, una gran cantidad de adultos jóvenes tienen trabajos informales o de medio tiempo y no ganan lo suficiente para pagar un arriendo.
Ricardo Truffello director del Observatorio de Ciudades UC, indica que los altos precios de viviendas y arriendos es uno de los factores que genera mayor presión en la población más joven, lo que redunda en que el acceso de la vivienda sea peor. “Incluso en clases medias y clases altas está pasando este fenómeno de allegamiento en hogares donde el hijo e hijos se quedan más tiempo. Lo que, vinculado en la disminución de tamaño de las viviendas se conjuga con el tema del hacinamiento, lo que hace el tema es más complejo”.
El “sueño” de la casa propia, por ahora dice Florencia, es solo eso, un sueño. “Dudo que pueda comprar algo para mí algún día. Afortunadamente, pareciera que mis padres previeron esto y hace poco terminaron de pagar un departamento, por lo que puedo decir que tengo ‘dónde caerme muerta’. Sin embargo, es frustrante darse cuenta de que, por ahora, la única opción es seguir viviendo bajo el techo de mis papás, por más que quiera salir y dejar de ser un costo, a pesar de que con lo que gano puedo costear mis propias cosas”, señala.
El mercado de la vivienda en este fenómeno juega un papel clave. “Es un bien escaso al que es difícil acceder”, dice Méndez. En la literatura, añade es lo que, en el caso de Estados Unidos, Inglaterra, España, se habla como la brecha entre propietarios y arrendatarios, en referencia a generación más joven que tiene graves dificultades para acceder al mercado inmobiliario y su opción es arrendar.
Es la ‘Generation Rent’ como se conoce fenómeno en Europa, con una mayor proporción de hogares más jóvenes a alquilar en forma privada. Cifras de Oficina Nacional de Estadísticas en Reino Unido del 2019 señalan que las personas de 25 a 34 años representan el 35% de los hogares que arriendan.
Y en Chile no es que no existan viviendas disponibles. Un estudio del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales; del Observatorio de Ciudades de la UC y la empresa Inciti, del año 2018 muestra que desde 1995 a la fecha se han construido 100 millones de metros cuadrados de viviendas, casi el doble de lo que se edificó en las cinco décadas anteriores.
Alguien que gana menos de 1.719.000 pesos (86,4% de la población de la Región), agrega el reporte, tiene nula posibilidad de acceder a una vivienda nueva en comunas con alta calidad de vida. Y ¿Cuánto gana un joven? La última Encuesta Suplementaria de Ingresos del 2018, del Instituto Nacional de Estadísticas estableció que el ingreso mediano mensual de las personas ocupadas es de $400.000, y el 22,5% de los menores de 30 años se ubica o está bajo de esa cifra. Son, además, el grupo de edad con mayor proporción de asalariados informales, entre 15-24 años y 25-29 años, con ingresos medios de $218.360 y $341.825, respectivamente.
Truffello destaca, que, si se pudiera hacer una medición ahora en pandemia, sin duda se detectarían muchos más jóvenes volviendo a sus hogares. “Lo que ha demostrado la pandemia, es que no es que haya generado nuevos problemas, sino que acrecienta los existentes. La subida de precios de arriendo no es un tema de ahora venía sucediendo, de antes había una crisis de acceso a la vivienda y eso aumentó”.
El patrón de compra de vivienda que históricamente en Chile era parte importante del patrimonio de familias de distintas clases sociales está cambiando rápidamente, sostiene Truffelo. Los mismos datos del estudio de 2018, muestran que el 56,2% de los hogares de la Región Metropolitana no pueden acceder al mercado de viviendas nuevas. Y eso no es todo: solo el 1% de los hogares de Santiago tiene total libertad de elegir el lugar donde comprar casa nueva.
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