Las otras razones de los NINI
En Chile existen alrededor de 530 mil jóvenes que no estudian ni trabajan -los llamados NINI-, según la encuesta CASEN 2017. Cifra que no es menor, ya que representa cerca del 13% de jóvenes entre 15 y 29 años. De ellos, la gran mayoría son mujeres y provienen de hogares de menores recursos.
¿Estamos ante un fenómeno que refleja la inefectividad de las políticas públicas dirigidas a jóvenes que se han llevado a cabo en el país durante las últimas décadas? ¿Debemos refundar estas políticas si queremos que nuestros jóvenes tengan realmente oportunidades de insertarse en el mercado laboral? Lo cierto es que la tasa de jóvenes que no estudian ni participan en la fuerza de trabajo se redujo a la mitad entre 1990 y 2017, habiendo reducido significativamente la brecha en la tasa de NINI con respecto a los países que entregan mayores oportunidades de estudio y trabajo a sus jóvenes.
En 1990, poco menos del 40% de los jóvenes no NINI estaba estudiando, mientras que dicha cifra sube a cerca de 60% en la actualidad. Por lo tanto, el incremento en la cobertura educacional ha sido el motor fundamental en la reducción en el porcentaje de NINI, principalmente de la educación secundaria. Sin embargo, la prácticamente plena cobertura en educación media que tenemos actualmente nos obliga a buscar nuevas herramientas si es que queremos entregar mayores oportunidades laborales a nuestros jóvenes durante las décadas que vienen.
Para ello, es clave entender que los NINI no se puede tratar como un grupo homogéneo, y creer que con una sola política se va a solucionar el problema. Este es un grupo heterogéneo donde hay realidades distintas, y si queremos seguir reduciendo esta tasa, tenemos que hacernos cargo de cada una de esas realidades.
Todavía existen brechas importantes en la cobertura de educación superior para jóvenes provenientes de hogares con menores recursos. Si bien, se han profundizado las ayudas estudiantiles a este segmento, las limitaciones que enfrentan estos jóvenes para acceder a la educación superior van más allá del costo relacionado con el arancel, transporte y materiales.
Una proporción importante de hogares con menores recursos tiene a un familiar que requiere de cuidados o a niños menores de 6 años y no tienen la capacidad económica para acceder a servicios de cuidado para adultos mayores o preescolares. De hecho, un joven proveniente de un hogar en que hay personas que requieran de cuidados tiene poco más de la mitad de probabilidad de estar estudiando en comparación a otro joven, mientras que una joven embarazada tiene la décima parte de probabilidad de estar estudiando en comparación a otro joven.
Por lo tanto, para seguir reduciendo el número de jóvenes que no estudian ni participan en la fuerza de trabajo, resulta clave que las políticas de ayudas estudiantiles a la educación superior sean complementadas con políticas que faciliten el acceso a servicios de cuidados a terceros para los hogares de menores recursos.
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