Al ser consultados mujeres y hombres sobre qué ámbitos o situaciones los harían sentir más realizados como persona, el 25% de los hombres, y sólo por el 14% de las mujeres responde que tener familia. Y si se trata de ser madre o padres, es considerado importante para el 9% de las mujeres y para el 13% de los hombres.
Esas cifras corresponden al estudio Chilenografía, investigación cualitativa y cuantitativa que considera un total de 1.000 entrevistas mensuales, realizado por La Vulca, agencia de consultoría especializada en lectura social, con el apoyo de Colaborativa y la Facultad de Matemáticas UC.
En ellos el reconocimiento de la paternidad como realización personal hoy toma más fuerza que para las mujeres. Resultado de importantes cambios sociales, como el cuestionamiento de ser madre como principal propósito en la vida de una mujer.
Mucho se ha hablado y comentado sobre cómo las mujeres han generado cambios en nuestra sociedad. También sobre las consecuencias que esas transformaciones positivas tienen para los hombres y sus “roles” de antaño, dice José Miguel Ventura, Estadístico, socio de la Vulca y Creador de la Chilenografía. Pero pensando en el canon de lo que significaba ser padre, como una arista especialmente relevante, plantea “¿será que los cambios que las mujeres han manifestado frente a la maternidad han afectado a los hombres y su visión sobre la paternidad? ¿Qué es lo que cambió?”.
Ventura indica que las mujeres y lo femenino han reclamado su protagonismo, impulsando conciencia y transformación de situaciones de inequidad milenarias. Esa reclamación ha generado que muchos hombres hayan visto reformada (muchas veces a la fuerza) su rol en la crianza y paternidad, exponiéndolos a situaciones y realidades que antes podían negar u obviar.
Paternidad en transición
Aunque es llamativo lo bajo de la declaración de las mujeres (9%) con respecto al ser madre como realización, Marcela Pérez de Arce, socióloga y encargada del estudio Chilenografía, explica que es tal vez aún más interesante el que los hombres lo declaren con más intensidad: “Las mujeres parecen estar en un proceso de re ordenar sus propiedades en la vida ante los cambios que se viven ¿Hay una idealización de la paternidad por parte de los hombres?”.
Sin embargo, si existe esa idealización, no ha quebrado la visión clásica en la que deben proveer el sustento para los hijos e hijas. Al preguntarles por las razones principales para no tener hijos a las mujeres, se revela que, la primera es “No está en mis planes ser madre” (32%). Una declaración que sólo un 20% de los hombres da. Eso habla de cierta liberación de un segmento de mujeres del rol de madres, que poco a poco comienza a declarse sin culpa.
Pero en el caso de ellos, el principal motivo está dentro de lo esperable: sienten que necesitan consolidarse económicamente primero (41%, versus un 24% de las mujeres). “Muy probablemente, los hombres siguen considerando su rol de proveedores como un básico insoslayable antes de involucrarse en la crianza”, destaca Pérez de Arce.
Hombres y mujeres están cambiando su visión sobre tener hijos. Y es comprensible que ellas lo hagan mayor velocidad, admite Pérez de Arce, impulsadas no sólo por la fuerza del movimiento feminista del último lustro, sino por los cambios que vienen desde los avances en la anticoncepción, que permitieron su incorporación masiva al mundo del trabajo, abriéndoles nuevas posibilidades.
Modelo de paternidad
Pero, la maternidad no puede cambiar sin que cambie la paternidad. ¿Cuáles son los modelos de crianza para los hombres? Ventura señala que a la gran mayoría de los hombres los criaron mujeres y no hombres. El modelo se genera entonces en contraposición a lo que vivieron de niños: ausencia de padre o sí existía, era represivo o autoritario.
“Hoy no quieren ser cómo sus padres”, destaca Ventura. De esa crianza nace el imaginario del padre actual. También del rol de la mujer padre-madre que le agrega, dice “emocionalidad a la paternidad que hombres más viejos, no tienen, pero los jóvenes sí”.
Con ese modelo las nuevas generaciones se ven cada vez más enfrentadas al dilema de la compatibilización, añade Pérez de Arce, y constantemente más hombres deben, y desean, asumir un rol protagónico en la crianza.
Ante esa demanda de ser mejores papás que sus padres, mejores padres para la sociedad, y acercarse, aunque sea en un mínimo, a las madres que les llevan una (a veces) enorme ventaja, Ventura reconoce que están en transición: “Experimentando un miedo fuerte a equivocarse, que están exigidos a desarrollarse desde lo emocional para ejecutar una mejor paternidad”.
Mal padre
Cambia el modelo y también lo que consideran ser “mal padre”. En el estudio observaron que aparecen tres ejes transversales marcan esa sensación de incumplimiento en la paternidad.
El primer punto es la carencia de las habilidades parentales que se requieren hoy, “tanto el no tenerlas como el no poder ejecutarlas, e incluso desde el darse cuenta que simplemente no las tienen las herramientas que sienten que son necesarias”, aclara Ventura.
Sentir que en el estudio los hombres declararon con las siguientes frases: “Cuando me recriminó por situaciones pasadas”, indicó hombre C2 baby boomer. “Cuando no tomo buenas decisiones”, hombre ABC1 generación X. “Cuando no sé cómo ayudar a mis hijos”, hombre C2 generación Z. “Porque no tengo mucha comunicación con ellos”, hombre D, generación baby boomer.
Está también la pérdida de relevancia del “rol del proveedor” clásico del hogar. Se manifiesta preferentemente en los padres entre 39 y 49 años y los mayores de 60. “Un esquema que ha perdido fuerza en el imaginario colectivo y valoración por parte de quienes ´supuestamente´ reciben los beneficios del sustento económico”, dice Ventura.
Proveer es, sin duda, la imaginería más pragmática del modelo antiguo de paternidad, del modelo más simple de paternidad y, probablemente, señala Ventura “el modelo más común con el que muchos de los padres actuales tuvieron contacto siendo hijos”.
La incomodidad de no “poder proveer” que hombres en el estudio evidencian en frases como: “Cuándo no puedo darles lo que me piden”, hombre D, generación X. “Cuando no puedo proveer económicamente con lo que necesitan”, hombre D, millennial. “Cuando no puedo complacer a mi hijo”, hombre C3, generación Z. “Cuando no doy respuesta a las necesidades”, hombre ABC1, millennial.
Existe culpa también en la falta de tiempo provocada por el trabajo y la necesidad de proveer y, por otro lado, dice Ventura, por la falta de tiempo por no estar presentes en situaciones importantes o en situaciones cotidianas de carga simbólica relevante. “Respecto a la distancia, las declaraciones son claras y concisas, generadas por hombres que viven físicamente lejos de sus hijos”, detalla.
Lo anterior se grafica en frases como: “No estar presente en todos sus logros”, hombre C3 baby boomer. “No paso el tiempo que debería estar con ellos”, hombre C3, generación X. “Cuando me cargo de trabajo y no puedo estar con ellas”, hombre C3, millennial. “Cuando estoy lejos de mis hijos”, padre separado ABC1, generación X. “Por no vivir con ella”, hombre C3, Millennial.