La vida eterna siempre ha sido uno de los grandes sueños de la humanidad, y aunque aún no se sabe si será realidad, han habido estudios que hablan del gen de la longevidad. Se trata del gen FOXO3A, que aunque tiene un nombre poco glamoroso, muchos quisieran tenerlo.
Según estudios, este gen se encuentra con mayor frecuencia en personas mayores de 95 años, y aunque todos tenemos el gen, solo el 20% dispone de una copia de una variante protectora de ese gen y menos aún de dos copias. Una sola copia duplica las probabilidades de vivir 100 años y dos copias triplica sus probabilidades.
Es por esto que el té ha atraído la atención mundial, ya que además de sus efectos beneficiosos para la salud, como reducir la inflamación y ayudar a combatir el cáncer, también se ha asociado con el gen FOXO3A.
Según la Facultad de Medicina de EE.UU. Weill Cornell Medicine, los estudios de humanos “que viven más de 100 años” han demostrado que muchas de estas personas comparten una versión inusual de un gen conocido como FOXO3.
FOXO3 es fundamental para el control de las proteínas del músculo esquelético y regula la síntesis y degradación de proteínas en el músculo. Se ha demostrado que la variación genética de este gen tiene un fuerte impacto en el envejecimiento y los fenotipos asociados con la edad, ya que regula la respuesta al estrés, lo que afecta directamente la esperanza de vida.
Varios estudios han investigado la relación entre el consumo de té verde y la mortalidad entre las personas mayores, dando como resultado algo en común: todos encontraron reducciones significativas en la mortalidad por todas las causas entre los usuarios habituales de té verde.
Uno de los estudios publicados en JAMA en 2006 demostró que las personas que consumían una mayor cantidad de té verde reducían su riesgo cardiovascular hasta en 82%.
Además, aquellos que bebían al menos cinco tazas de té verde al día tenían un 76% menos de probabilidades de morir en comparación con aquellos que no lo hacían.
Entre los hallazgos se encontró que esta reducción en el riesgo de enfermedades fue impulsada en gran medida por el alto contenido de catequinas del té verde, siendo el galato de epigalocatequina (EGCG) el más abundante.
“El té verde es rico en polifenoles, que tienen potentes propiedades antioxidantes”, explicó la Asociación Estadounidense para la Investigación del Cáncer en 2007. “El polifenol más abundante en el té verde es el EGCG”.
Otros estudios publicados por organismos de salud de Estados Unidos han encontrado un vínculo entre el EGCG y la reducción de la incidencia de cáncer. Los investigadores explican: “Observamos un aumento significativo en la latencia media del primer tumor, una disminución aproximada del 70 % en la carga tumoral y una reducción del 87 % en la cantidad de tumores invasivos por animales portadores de tumores en […] grupos de ratas que bebían té verde”.
Según el informe, hay evidencia que el ECGC “induce la expresión de FOXO3A” y su gen objetivo. Esto indica que el gen de la longevidad puede actuar como supresor de tumores en el cáncer y reducir el riesgo de muerte por todas las causas.
El doctor Bradley Willcox, investigador principal del Estudio Kuakini Hawaii Lifespan financiado por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE.UU., ha sugerido que hay formas en que este gen puede activarse a través de la dieta, como incluir papas, cúrcuma y alimentos ricos en carotenoides de origen marino como algas.
Willcox explicó que: “La conclusión es que incluso si no tiene la ‘mejor’ variante FOX03 en términos de longevidad, al expresar o ‘activar’ el gen, podrá duplicar el mecanismo de longevidad”.