Hace unas semanas el INE, señaló que el 16,4% del total de personas ocupadas, es decir, que están trabajando actualmente, son personas mayores. Esto quiere decir que más de un millón 300 mil personas tienen 60 años y más y se encuentran totalmente activas laboralmente.
Entre 2010 y 2018, el número de personas mayores que trabajan se duplicó y el incremento en el número de mujeres mayores que trabajan el que más sorprende: si en 2010 había 202.389 mujeres de 60 y más activas laboralmente, al 2018 eran 463.270, lo que significa un aumento de 128,9%. Los hombres mayores activos, crecieron en un 85,3%, cifra nada despreciable.
Pero, más allá de qué sexo tiene más representantes en el mundo del trabajo, es interesante comprobar que, pese a los imaginarios sociales, los hombres y mujeres de 60 y más años están plenamente activos y vigentes, con más o menos dificultades de salud, sociales y económicas, pero en ningún caso son esas personas carentes de atención y capacidades que requieren de atención, cuidados y apoyos para poder continuar con su vida.
Todo lo contrario. Los hombres y mujeres de 60 y más años, de 70 y más años están plenamente activos y sin muchas ganas de irse de para la casa y, si bien, el contar con un ingreso mensual estable es una razón importante para mantenerse activo laboralmente, los expertos coinciden en que una de las principales razones para que la presencia de la tercera edad en el mundo laboral se haya incrementado es el aumento en la expectativa de vida que hoy promedia los 85 años.
Y es lógico: los avances en la medicina han permitido controlar enfermedades y permitir que las personas vivamos bien con las enfermedades crónicas lo que nos hace vivir más años y vivirlos en mejores condiciones físicas y sociales, por lo tanto, como nuestra autopercepción es que aún estamos bien, con ganas, con energía y con capacidades intelectuales óptimas para seguir trabajando, retrasamos la tan temida jubilación. Eso sin considerar otras variables como, por ejemplo, la postergación de la maternidad/paternidad lo que hace que muchas veces a los 60 años todavía estemos pagando la educación media o superior de nuestros hijos.
En un país en que la natalidad desciende y la expectativa de vida aumenta, cada vez habrá más personas mayores, por lo que urge revisar nuestro el sistema de pensiones y de protección social; sentarnos a conversar sobre la edad de jubilación, tanto para aumentar el monto de las pensiones como para transparentarla ya que hoy son muy pocos los que jubilan a los 60 o 65 años; generar un debate con altura de miras, que vaya más allá de las ideologías políticas y del escenario idílico en el que consideramos que las personas mayores tienen que estar dedicados a disfrutar y pasarlo bien sin hacer nada, y construir un escenario en el que disfrutan y lo pasan bien haciendo aquello que le da sentido a su vida.
Para algunos será trabajar, para otros cuidar a los nietos, no faltará quien quiera hacer labores de voluntariado o aprender un nuevo oficio o estudiar una carrera; emprender un micro negocio o dedicarse a cuidar las plantas de la casa. Alternativas hay miles, pero hay que permitir que las personas que hoy son mayores y aquellas que se acercan a la meta de los 60 y más las descubran y puedan planificar y prepararse anticipadamente para vivir esa etapa.
Solo a través de la preparación y la planificación las personas podremos vivir una vejez más plena, no necesariamente con más dinero, menos enfermedades y necesidades, pero sí más consciente de nuestras propias capacidades y de las decisiones que tengo que tomar y de lo que debo hacer para que esos planes se concreten.