Aunque pueda ser difícil creer: en nuestro planeta aún hay niños que mueren por desnutrición, mientras otros se enferman por mal nutrición debido al exceso de peso. Se estima que 120 millones de niños tienen obesidad a nivel mundial.
En nuestro país el panorama no es distinto. El Mapa Nutricional 2018, reportado recientemente por la JUNAEB, demostró un aumento en los niveles de obesidad en niños de pre-kinder, kinder y primero básico. Peor aún fue saber que prácticamente el 28% de los alumnos de 5to básico tiene obesidad. Estos datos no sorprenden puesto que siguen la tendencia de los últimos años, pero sí demuestran que nuestros esfuerzos han sido insuficientes y algo más debemos hacer.
Si queremos enfrentar este problema debemos entender que la obesidad es una enfermedad crónica que se asocia a la aparición de otras patologías como hipertensión, colesterol alto, diabetes, asma y problemas articulares. Así, tanto de manera directa como indirecta, la obesidad ocupa una proporción importante de los recursos destinados a la salud.
Comparados con sus compañeros de clases normopesos, los niños con obesidad tienen más riesgo de tener enfermedades crónicas con negativas consecuencias para la salud. Al mismo tiempo, tienen más riesgo de sufrir bullying, tener problemas de autoestima y depresión. Es decir, los niños con obesidad enfrentan problemas médicos, físicos, sociales y emocionales. En pocas palabras, esta epidemia de obesidad - que acompañará a nuestros niños en su vida adulta- amenaza con disminuir su expectativa de vida y generar grandes costos a nuestro sistema de salud y recursos estatales.
¿Qué podemos hacer? Probablemente mucho. A diferencia de lo que ocurre con otras enfermedades que requieren costosos tratamientos, la obesidad puede combatirse con educación, alimentación saludable y actividad física. Esta responsabilidad debe compartirse. Se debe educar a padres e hijos acerca de lo importante que es nutrirse adecuadamente y evitar el sedentarismo. En colegios se deben reforzar e incentivar estos hábitos, suprimiendo snacks hipercalóricos, bebidas azucaradas y aumentando las horas de deporte y actividad física.
Con el tiempo hemos aprendido cada vez más acerca de los factores que se asocian a la obesidad y su biología. Sin embargo, no hemos sido capaces de instaurar políticas y estrategias que nos permitan controlar estos factores de manera eficiente, persistente y coordinada entre los distintos sectores.
Es momento que el Gobierno sea capaz de transformar las buenas intenciones en acciones concretas. Se debe crear una comisión de expertos, con los diferentes sectores de nuestra sociedad, que genere políticas y estrategias efectivas para enfrentar de manera eficiente todos los desafíos que nos presenta esta epidemia y así evitar que el peso de la obesidad infantil aplaste la salud de nuestros niños.