En las últimas semanas, ha llamado la atención los estudios que demuestran una disminución en la eficacia de las vacunas contra Covid-19 frente a las nuevas variantes.
Ahora fue el turno de la vacuna Pfizer BioNTech. Las autoridades de salud de Israel informaron una disminución en la eficacia de la vacuna para prevenir infecciones y enfermedades sintomáticas, aunque aclararon que sigue siendo muy eficaz para prevenir enfermedades graves. Esta baja coincidió con la propagación de la variante Delta detectada por primera vez en India en octubre del año pasado y el fin de las restricciones de distanciamiento social y uso de mascarillas en este país.
Según el Ministerio de Salud israelí, la efectividad de la vacuna para prevenir infecciones y enfermedades sintomáticas cayó al 64% desde el 6 de junio, pero mantiene una protección del 93% en la prevención de hospitalizaciones y enfermedades graves por el coronavirus.
Resultados como estos, también se han obtenido con otras vacunas. En Chile, investigadores de la Universidad de Chile, revisaron el nivel de anticuerpos neutralizantes que generan las personas inoculadas con las dos dosis de la vacuna desarrollada por la farmacéutica china Sinovac Biotech contra Covid-19 (la más utilizada en el país).
Muestras de plasmas de 75 personas vacunadas fueron expuestas a un símil de la proteína Spike del virus Sars-CoV-2 (linaje salvaje u original del virus y las tres variante que están presente en el país Alfa (británica), Gamma (brasileña) y Lambda (andina). ¿El resultado? En comparación con la variante original, la neutralización de los anticuerpos se redujo 3,05 veces para la variante Lambda, mientras que fue 2,33 veces para la variante Gamma y 2,03 veces para la variante Alfa.
Científicos de la Universidad de Oxford también publicaron reducción del nivel de anticuperos neutralizantes frente a las variantes sudafricana (B.1.351 o Beta) y brasileña (P.1 o Gamma) que entonces circulaban fuertemente en el Reino Unido. También lo hicieron con el análisis de plasma obtenidos de personas vacunadas y contagiadas con el virus, para las vacunas de Pfizer y Astrazeneca. La reducción de los anticuerpos generados por las vacunas Astrazeneca y Pfizer frente a la variante británica (Alfa) y brasileña (Gamma), fue de casi tres veces en el nivel de neutralización del virus en comparación con las cepa ‘Victoria’ original. Frente a la variante sudafricana o Beta, la reducción fue de 9 y 7,6 veces respectivamente en comparación con la variante original.
Absolutamente esperable
Virólogos e infectólogos coinciden en que esta situación es absolutamente esperable para las vacunas y antes de cualquier interpretación errónea por parte de la población, advierten que las vacunas siguen siendo efectivas por varias razones.
Javier Tinoco, infectólogo de Clínica Universidad de los Andes, explica que las variantes del virus que van apareciendo tienen cambios en el comportamiento de la transmisibilidad y en algunos casos de la gravedad de la enfermedad. “Se ha visto una disminución en la capacidad de neutralizar los anticuerpos, de leve a moderada, pero siguen siendo bastante efectivas. La mayoría de estudios evalúan nivel de anticuerpos neutralizantes, pero la protección no depende solo de inmunidad humoral o que producen los anticuerpos neutralizantes, sino también celular y eso no se ha evaluado. Pero no significa que sea menos efectivas”, indica.
La doctora Vivian Luchsinger, académica del Programa de Virología del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, señala que es esperabale porque la pandemia avanza, hay más infectados y cada vez que el virus se replica puede tener cambios como parte de su proceso natural de replicación. “Cada particula viral nueva necesita llevar una copia del genoma y la enzima que copia a veces se equivoca, no corrige todos los errores y eso es lo que produce las mutaciones. Entonces, mientras más infectados tengamos hay más posibilidades de que aparezcan nuevas variantes y que éstas tengan impacto a nivel de transmisión y gravedad”, señala.
“Es completamente esperable y normal que así ocurra”, indica Nicolás Muena, investigador de la Fundación Ciencia & Vida. “Los virus van a seguir mutando es inevitable. La única manera de que no lo haga es no dejarle población susceptible que pueda seguir infectando, pero mientras sigan habiendo personas que no se vacunen y países sin un buen nivel de vacunación. Las mutaciones ocurren al azar, por lo tanto cualquier pieza del virus puede cambiar. Se pueden generar muchos virus mutantes y muchos de ellos defectuosos, ni siquiera llegarían a la ronda de infecciones. Lo importante es que las vacunas en el corto plazo y con las variantes que tenemos ahora siguen siendo efectivas, sobre todo en prevenir hospitalización e ingreso a UCI”, comenta Muena.
Son estos errores en el genoma del virus los que permiten que sigan transmitiéndose aquellas versiones del virus que tienen ventajas por sobre otros. “En el largo plazo, lo esperable es que empecemos a ver virus que sean más transmisibles pero menos agresivo, porque son esos los virus que se transmiten mejor en la población. Al virus “le conviene” ser más trasmisible que agresivo”, agrega el investigador de la Fundación Ciencia & Vida.
¿Cambio de vacunas?
Según Tinoco, todavía es muy pronto para realizar un cambio de vacunas. “Cuando se pierda la inmunidad, disminuya la protección clínica por debajo del 50% que es lo que se considera como protección en las vacunas, será el momento para considerar otra vacuna. Hay que seguir monitoreando las nuevas variantes. Lo más probable es que el futuro se vayan adecuando las vacunas a la cepa más frecuente, como se hace hoy con el virus influenza. Seguramente los laboratorios ya están desarrollando y haciendo pruebas con nuevas formulaciones de vacunas”, indica.
Cuando los cambios en el genoma genera mutaciones en la proteína, por ejemplo Spike que el virus utiliza para ingresar a la célula y que es la que bloquean los anticuerpos, éstos no la van a reconocer o lo harán en forma parcial, y en ese caso ya vacuna dejaría de ser efectiva, dice Luchsinger. A su juicio, lo que debiera ocurrir es una vigilancia a nivel mundial para ver cuáles son las variantes que circulan con mayor frecuencia y adaptar las vacunas a esa circulación. “En esta primera etapa, aún estamos vacunando a las personas. Hay una demanda enorme por vacunas para vacunar a todas las personas en el mundo y ese es el primer gran objetivo que hay que cumplir”, agrega la investigadora del ICBM.
Por el momento, agrega Muena, las vacunas de hoy, siguen protegiendo contra las variantes que están circulando ahora, pero no se sabe qué ocurrirá con las variantes que aparezcan mañana o el próximo año. En este sentido, detalla que la vigilancia genómica, las secuenciaciones, la evaluación de los anticuerpos inducidos por las vacunas frente a las variantes, la respuesta inmune celular y lo que pase frente a la protección de los síntomas, son acciones que se tienen que seguir realizando para saber hasta cuán protegen. “Si empezamos a ver que las vacunas ya no reducen el riesgo de enfermedad sintomática en un 50% o que cae radicalmente el riesgo de ser hospitalizado debido a una variante, en ese momento se tendrán que actualizar las vacunas”.
Revacunación
Daniela Toro, viróloga de la Universidad Autónoma de Chile, en la situación actual una dosis extra podría ayudar pero para eso hay qu realizar estudios que demuestren cuánto tiempo dura la protección de las vacunas según su esquema. “Hoy, algunos estudios dan indicios que son seis meses, pero otros que dicen que es alrededor de un año”.
Según la investigadora, lo ideal es tratar de prolongar lo más posible el tiempo para una tercera dosis y que ésta sea una nueva formulación en la que el antígeno se actualice con la variante más predominante en cada continente.
La doctora Luchsinger cree que revacunar con la misma vacuna no tendría mucho impacto si la variante ha cambiado mucho o las proteínas contra las que lucha el anticuerpo que desarrolla la vacuna. Al mismo tiempo recuerda que no son solo los anticuerpos los importantes, también está la inmunidad celular que puede seguir funcionando aunque la proteína Spike cambie.
A juicio de Muena, hay que evaluar una nueva vacunación. A los 10 o 12 meses se ha visto un decaimiento en personas que se habían contagiado y que se han reinfectado. Pero la respuesta inmune celular sigue protegiendo más allá de ese tiempo y que pueden volver a inducir respuesta del sistema inmune. Con todo esto hay que hacer una prueba para ver el momento de la nueva vacuna. “Probablemente, vaya más allá de los 10 o 12 meses y se debe considerar también la edad porque puede que ese decaimiento no sea igual por ejemplo en la tercera edad que en los más jóvenes”, indica.