Poco antes de la pandemia, el cáncer se instaló en Chile como la primera causa de muerte en el país. Las proyecciones de salud indicaban que sería para 2023, pero se adelantó. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), señalan que las muertes por cáncer fueron de un 26% en 2019, y en segundo lugar las defunciones por enfermedades circulatorias con un 25,6%, siendo la primera vez que los tumores ocupan el primer lugar de causa de muerte, desplazando a las enfermedades del sistema circulatorio.
El último muestreo del Departamento de Estadísticas e Información en Salud del Minsal (Deis) muestra que cada año mueren cerca de 28.000 personas a causa de esta enfermedad. Y según estimaciones realizadas por AIRC, las muertes por cáncer llegarán a 55.000 para el año 2040. Sumado a esto, ese mismo año estiman que habrá 94.800 nuevos casos de cáncer, lo que corresponde a un aumento de 77,6% en los próximos 19 años.
Pionero centro de la U. de Cambridge buscará detectar el cáncer hasta 20 años antes de su aparición
El cáncer es una enfermedad crónica no transmisible, producida por un descontrol en el crecimiento normal de las células en el organismo y que, en etapas avanzadas de la enfermedad, se pueden multiplicar e invadir tejidos cercanos y distantes, lo que se denomina metástasis.
Un porcentaje importante de cánceres pueden tratarse mediante cirugía, radioterapia o quimioterapia, especialmente si se detectan en una fase temprana, pero lo más relevante es que muchos de ellos se podrían prevenir.
Los científicos del Early Cancer Institute (Instituto de Cáncer Temprano), el único centro de investigación del Reino Unido dedicado a comprender el cáncer en sus primeras etapas que fue recientemente inaugurado en la Universidad de Cambridge, han comenzado a trabajar en la detección temprana de los signos del cáncer antes de que se produzcan los síntomas.
Su investigación se centra en identificar los cambios en las células muchos años antes de que se conviertan en tumores. Los científicos afirman a The Guardian que esto debería ayudar a diseñar formas radicalmente nuevas de tratar el cáncer.
“La latencia para que se desarrolle un cáncer puede durar años, a veces durante una década o dos, antes de que la condición se manifieste abruptamente a los pacientes”, dijo la profesora Rebecca Fitzgerald, directora del instituto a The Guardian.
“Entonces los médicos descubren que tienen dificultades para tratar un tumor que, para entonces, ya se ha extendido por el cuerpo del paciente. Necesitamos un enfoque diferente, uno que pueda detectar tempranamente a una persona en riesgo de cáncer mediante pruebas que puedan administrarse a un gran número de personas”.
Un enfoque que está adoptando el instituto se centra en muestras de sangre. Los científicos reutilizaron muestras de sangre que tenían guardadas de mujeres que anteriormente las proporcionaron como parte de servicios de detección de cáncer de ovario y guardadas en tiendas especiales.
Con sus muestras encontraron cambios que diferenciaron a las donantes a las que posteriormente se les diagnosticó un cáncer de sangre 10 o incluso 20 años después de que proporcionaron las muestras, de las que no desarrollaron tales afecciones.
“Estamos descubriendo que hay cambios genéticos claros en la sangre de una persona más de una década antes de que empiece a mostrar síntomas de leucemia”, dijo Jamie Blundell, líder del grupo de investigación del instituto, a The Guardian. “Eso demuestra que existe una larga ventana de oportunidades que se podría aprovechar para intervenir y administrar tratamientos que reduzcan las probabilidades de contraer cáncer”.
Si se lograran identificar los cambios en las células muchos años antes de que se conviertan en tumores, se abriría una ventana crucial para la prevención y el tratamiento temprano del cáncer. Los cánceres crecen en etapas, y al detectar los cambios celulares en una etapa temprana, se podría intervenir antes de que el cáncer progrese a etapas más avanzadas.
Este enfoque permitiría a los médicos tomar medidas preventivas específicas, como la eliminación de células anormales o la aplicación de terapias dirigidas para bloquear la progresión del cáncer. Además, al intervenir en una etapa temprana, se podría evitar la necesidad de tratamientos más agresivos y debilitantes que suelen ser necesarios en etapas avanzadas de la enfermedad, lo que podría resultar en una disminución de los costos asociados con cirugías complicadas, quimioterapia intensiva y radioterapia prolongada.
También se reduciría la necesidad de cuidados paliativos y tratamientos de apoyo intensivos que son comunes en etapas avanzadas de la enfermedad. Identificar el cáncer en etapas tempranas permite una asignación más eficiente de los recursos de salud, que pueden dirigirse hacia la detección temprana y el tratamiento efectivo en lugar de ser utilizados en el manejo de complicaciones y tratamientos costosos de enfermedades avanzadas.
La profesora Fitzgerald, directora del instituto ya ha realizado avances importantes en la detección temprana del cáncer con su citoesponja, que trata de una nueva prueba para ayudar a diagnosticar una afección que puede provocar cáncer de esófago.
La prueba, que se puede realizar rápidamente en una cita breve, sin necesidad de sedación, consiste en que los pacientes traguen un pequeño dispositivo en forma de cápsula que contiene una pequeña esponja que recolecta muestras de células para su análisis antes de extraerlas mediante un hilo unido a la esponja. Esas células que contienen una proteína, llamada TFF3, se encuentra solo en las células precancerosas y proporcionan una advertencia temprana de que un paciente está en riesgo de sufrir cáncer de esófago y necesita ser monitoreado.
La identificación temprana de cambios celulares asociados con el cáncer no solo beneficia a las personas afectadas al mejorar los resultados de salud y la calidad de vida, sino que también reduce los costos asociados con el tratamiento y la atención médica en general, lo que resulta en un sistema de salud más eficiente y sostenible.