Pobreza daña salud cerebral en la vejez: Estudio detectó menos capacidad cognitiva y emocional en personas mayores de nivel socioeconómico bajo
Primera investigación latinoamericana en su tipo, desarrollada por la U. Adolfo Ibáñez señala que personas mayores con nivel socioeconómico bajo presentan alteraciones en la atención, la memoria y la flexibilidad, lo cual dificulta el reconocimiento y expresión de emociones y la inferencia de los estados mentales de los demás.
La población de personas mayores en Chile ha aumentado progresiva y aceleradamente en las últimas décadas. Datos de la Encuesta Casen, muestran que en 1990, el grupo de 60 años y más representaba el 10,1%. Cifra que para 2017 fue de 19,3% (3.439.599).
Sin embargo, para esos más de 3 millones de personas el envejecimiento no será igual. Las cifras Casen 2017 indican que el 22,2% de ese grupo se ubica en el primer quintil de ingresos, es decir, en los hogares de mayor pobreza. Además, un 21,8% se ubica en el segundo quintil: el más vulnerable al riesgo de caer en pobreza.
Una situación que se ha visto fuertemente golpeada por la pandemia. En 2021, un estudio de la U. del Desarrollo y Caja Los Héroes, indicó que ese segmento etario evidenció un alarmante aumento en la pobreza de 37,7% entre 2017 y 2021, pasando de unos 155 mil a poco más de 214 mil mayores de 60 años en situación de vulnerabilidad (5,6% de la población).
Efecto pobreza
Todo ello configura un panorama de desigualdad, con impactos hasta en la salud cerebral. Sí, la pobreza en personas mayores no solo genera desigualdad económica, también cognitiva y socioemocional.
Los investigadores del Instituto Latinoamericano de Salud Cerebral, (BrainLat), de la U. Adolfo Ibáñez (UAI), Joaquín Migeot y Sol Fittipaldi, desarrollaron el primer estudio en personas mayores en latinoamericana, que determinó la relación entre bajo nivel socioeconómico y declive cognitivo y socioemocional.
En el estudio Socioeconomic status impacts cognitive and socioemotional processes in healthy ageing, publicado en Scientific Reports, evaluaron a 58 personas mayores de nivel socioeconómico alto y bajo, y compararon su rendimiento a través de pruebas cognitivas y socioemocionales validadas, estandarizadas y ampliamente usadas en el campo. Determinaron así que las personas con nivel socioeconómico bajo presentan alteraciones en funciones cognitivas como la atención, la memoria y la flexibilidad. A su vez, aquello influye en las habilidades socioemocionales: personas con nivel socioeconómico bajo presentan dificultades en el reconocimiento y expresión de emociones y en la inferencia de los estados mentales de los demás, lo cual se explicaría por las alteraciones cognitivas.
Sol Fittipaldi, investigadora del BrainLat y del Centro de Neurociencias Cognitivas de la U. de San Andrés, Argentina, explica que el estudio se hizo en un centro de salud que es subsidiado por el Estado en la provincia San Juan, que tiene mucha vulnerabilidad, donde acuden personas de bajo perfil socioeconómico.
Es la primera vez que se hace un estudio de estas características en Latinoamérica. En la literatura hay muchos estudios sobre los efectos de las desigualdades socioeconómicas en niños y niñas. Muy pocos en personas mayores, señala Fittipaldi.
“Existe algunas evidencias indirectas, pero en poblaciones industrializadas, ricas, la típica muestra de personas de clase media alta de EE.UU. y de Europa. Pero muchas veces tienen un valor limitado, porque las personas que nacen, se crían y envejecen en nuestra región, están influidas por muchas condiciones contextuales. Mucha mayor inestabilidad, política, social, familiar y violencia. Dificultades en el sistema de salud, y otras desventajas o determinantes sociales que en otros países no están presentes”, dice Fittipaldi sobre datos que representan conocimiento localmente relevante.
El envejecimiento de por si implica un cierto declive en procesos cognitivos, como la memoria o la atención. Es lo normal. “Algo que a todos nos va a pasar a partir de los 70 años aproximadamente”, dice Joaquín Migeot, investigador del BrainLat y el Centro de Neurociencia Social y Cognitiva de la UAI.
Pero el nivel socioeconómico de carencia actúa intensificando ese proceso. “Es más grande en adultos mayores de nivel socioeconómico bajo comparado con adultos mayores de nivel socioeconómico alto. Ahí se ve una clara influencia de factores contextuales como el ingreso, el acceso a salud de calidad, a la educación, los niveles de ingresos mensuales, eso influye en la mente de las personas”, subraya el investigador.
En la investigación se midieron tanto los efectos cognitivos como socioemocionales. Lo cognitivo, dice Migeot, se pueden describir como la capacidad del cerebro de las personas y de las personas mismas, de realizar operaciones como la atención, el poder sumar, el pensamiento abstracto y el lenguaje. Por otro lado, los procesos socioemocionales, tienen que ver la regulación emocional, cómo se entienden las emociones, a cómo se interpretan las emociones de los otros y cómo eso favorece o no una socialización. “Un ejemplo de una variable socioemocional es reconocimiento de emociones en el rostro y eso tiene que ver con atribuir una emoción a un rostro de una persona, y eso es fuertemente social porque en base a eso interactuamos, cambiamos el tono de voz”.
Los resultados del estudio muestran que personas mayores de un nivel socioeconómico bajo, presentan un declive que se traduce en un peor rendimiento en las tareas cognitivas muy marcado en relación a personas mayores de nivel socioeconómico alto.
“Al medirlo estadísticamente esta diferencia es notoriamente alta. Si 0,8 es una diferencia alta, nosotros tenemos 1,87. Es una diferencia muy marcada entre ambos grupos, esto en particular en los procesos cognitivos”, señala Migeot.
En procesos socio emocionales, en tanto, encontraron diferencias un poco menores. Ello se explica por factores contextuales. “Evidencia muestra que adultos de nivel socioeconómico bajo tienen procesos socio emocionales aumentados. Se ponen a disposición del contexto para favorecer la colaboración. En un contexto de pobreza se necesita colaborar con las otras personas para acceder a los recursos para satisfacer las necesidades del día a día. Por eso serían mayores estos procesos”, explica.
Además, los resultados muestran que el déficit en procesos socio emocionales en población pobre está causado primordialmente por el déficit cognitivo. “Es decir, si yo soy un adulto mayor de nivel socioeconómico bajo, el déficit cognitivo estaría vinculado con déficit emocional, uno podría estar determinando el otro”, dice Migeot sobre resultados que hay que tomar con cautela, porque no se miden a través del tiempo como para establecer causalidad, “pero estamos generando una aproximación cercana a eso”.
Fittipaldi añade que en este caso sería importante realizar estudios longitudinales para ver cómo fluctúa a lo largo del tiempo. “Muchas veces en el contexto en el que vivimos en países latinoamericanos hay tanta inestabilidad, que lo que se vive en un momento es muy diferente a lo que se vivirá en cinco o 10 año, por lo cual sería necesario hacer estudios en el tiempo para ver cómo fluctúan las habilidades cognitivas personales en relación con los cambios ambientales”.
Inflación y salud cerebral
Sería interesante ver si la pobreza resulta determinante en la salud cerebral en la vejez, añade el investigador, así cómo el actual periodo inflacionario post Covid podría afectar.
Evidencia robusta muestra que periodos de pobreza afectan los procesos cognitivos. Cuando hay menores ingresos las personas deben usar más recursos cognitivos para sortear esas necesidades. “Deben pensar en hacer algo o buscar un trabajo para ganar esos recursos y sortear las necesidades. Hay que pensar una estrategia y ello genera un mayor consumo de recursos cognitivos. Y considerando que el aparato cognitivo humano tiene recursos limitados, eso consume gran parte de lo que la persona podría estar pensando en el día y produce sobrecarga”, indica Migeot.
Todo ello en un contexto inflacionario, podría ser un factor contextual relevante que podría influenciando procesos cognitivos en población mayor, “y como bien mostramos en los resultados, eso también podría afectar procesos socioemocionales”, dice el investigador sobre algo que no se ha medido y que podría ser relevante, junto con de todos los efectos adversos post Covid.
El envejecimiento de la población es un fenómeno global. Está pasando en Latinoamérica y en el mundo, dice Fittipaldo porque la expectativa de vida es mayor. Pero una población envejecida también se enferma más. “Una de las consecuencias del envejecimiento es un incremento de prevalencia de demencia, y esto en nuestro entorno, con las desventajas socioeconómicas y de determinantes sociales, empeora la situación, es una tremenda la vulnerabilidad de sufrir demencia”, dice sobre un fenómeno que explica porqué, en comparación con países de grandes ingresos de Europa, y EE.UU., en Latinoamérica hay un incremento acelerado de la población envejecida y de la demencia también.
Es por ello, dice Fittipaldi que estos datos son relevantes para poder comprender el fenómeno que enfrentamos y que vamos a seguir enfrentando y la necesidad de actuar.
“No se sabía nada sobre el impacto del nivel socioeconómico en los procesos socioemocionales en adultos mayores. Este el primer antecedente en su línea para desarrollar estudios posteriores longitudinales, o con imágenes que puedan corrobar estos resultados y generar conocimiento robusto”, agrega Migeot.
Los resultados del estudio resaltan a su vez la importancia de la educación. Hay diferentes maneras de medir el nivel socioeconómico, explica Fittipaldi y una de las más usadas es un índice que combina nivel educativo con el prestigio laboral. “Nuestro grupo de nivel socioeconómico alto y bajo se diferencian fundamentalmente en su nivel educativo y en su prestigio laboral. La educación, que es algo que ya se sabía, tiene un rol importantísimo en los procesos cognitivos. Se sabía a nivel académico, pero muchas personas no lo tienen presente. Y lo que nosotros vinimos a agregar, es que no es sólo lo cognitivo, sino que también lo socioemocional. Es decir, ser una persona educada e integrada a nivel laboral, también protege sus habilidades sociales. Y esto es relevante a lo largo de la vida, se ha visto en niños y también en la tercera edad”.
El desafío, dice Migeot es atender la salud cerebral no solamente desde la enfermedad, como las demencias o algún trastorno psiquiátrico, sino que mejorar la salud del cerebro de personas dependiendo de su contexto. “Nuestra investigación va en la línea de mejor la salud cerebral de adultos mayores de nivel socioeconómico bajo porque dentro de su condición, que no es una condición patológica, esos resultados podrían mejorar a través de intervenciones en su calidad de vida”.
Generar evidencia en la línea que el estudio plantea, es un paso importante para desarrollar planes de intervención socioeconómicamente situados, agrega Fittipaldi, lo cual podría aumentar la efectividad de aquellos: “Necesitamos desarrollar conocimientos en torno a este tema para generar prácticas de promoción de la salud cerebral efectivas, relevantes y adecuadas para nuestro contexto”.
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