Hace 76 años, la ciudad de San Juan, fue completamente destruida por un terremoto de 7.0 de intensidad con un hipocentro de no más 16 kilómetros de profundidad. Era una noche de verano un 15 de enero de 1944. Este sismo es considerado el evento natural más destructivo jamás registrado en Argentina. Luego de este sismo se creó el Sistema de prevención de Catástrofes Naturales en el país trasandino.
Décadas después y con muchas similitudes, el pueblo argentino volvió a experimentar un fuerte sismo que se percibió incluso en la Región Metropolitana. El movimiento telúrico tuvo una magnitud de momento (Mw) de 6,4 con un hipocentro a solo 14 kilómetros de la superficie –de acuerdo a Geofon Alemania–, y ocurrió en una zona sísmicamente activa de la parte oriental de la cordillera de Los Andes.
“En ese lugar existen un gran número de fallas de tipo cortical que generan terremotos superficiales muy destructivos. Paradójicamente el sismo de 1944 ocurrió el 15 de enero en San Juan y tuvo un alta incidencia en daños. Es una coincidencia solamente anecdótica”, explica Gabriel González, subdirector de Cigiden y académico de Geología de la UCN.
En el caso del terremoto del 18 de enero recién pasado, el sismo se originó en una falla cortical de naturaleza transcurrente (de rumbo), complementa el doctor en Geología, cuya dirección de acortamiento es Este a Oeste. Este sismo ocurrió en una zona donde existe un gran número de fallas corticales activas que marcan el acortamiento generado por la convergencia de las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana y que es responsable del alzamiento de la cordillera andina. En el caso de fallas transcurrentes los sismos se producen por deslizamiento lateral horizontal de dos bloques situados a ambos lados”
Movimiento oscilatorio
“A pesar de que el hipocentro está bien lejos de las ciudades chilenas, cercanas a la frontera con Argentina -como referencia Santiago está a 245 kilómetros de distancia–, el sismo se sintió largo y con oscilaciones suaves debido a que tuvo un foco muy superficial. Los movimientos oscilatorios se deben a la llegada de las ondas superficiales”, explica el subdirector del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastre.
En Chile el registro de sismos corticales son más bien escasos en comparación con los sismos de subducción. Los mayores sismos corticales importantes registrados en Chile desde el año 1950, tuvieron una magnitud Mw entre 6 y 7. “La profundidad hipocentral, en tanto, asegura el doctor González, fue menor a 20 km en todos los casos; algunos de estos sismos como el Caso de las Melosas en 1958, produjeron daños importantes en sectores del Cajón del Maipo”.
De acuerdo al investigador, la baja frecuencia de estos sismos en Chile se debe a que tienen periodos de recurrencia largos, lo que unido a su baja profundidad hipocentral los hace extremadamente peligrosos. “El hecho que no ocurran tan frecuentemente, tiene una doble implicancia, por una parte son difíciles identificar las fallas activas en base a la casuística de los registros sísmicos y, por otra, el análisis probabilístico aplicado al diseño sismoresistente, es un tema muy complejo de abordar e investigar”, señala Gabriel González.