¿Por qué las mujeres viven más que los hombres en Chile?

Manos

El segundo reporte del Observatorio del Envejecimiento mostró que hoy las mujeres representan un 63,6% de los mayores de 80 años en el país, una cifra promete seguir subiendo y que revela una serie de necesidades de este grupo etario que la pandemia está haciendo evidentes.


La vejez en Chile tiene rostro de mujer. Esa parece ser una de las principales conclusiones de un estudio lanzado esta semana por el Observatorio del Envejecimiento, de la Universidad Católica en conjunto con Confuturo, el que abordó las brechas y desafíos de género en la tercera edad, las que -plantea el informe- se agudizan después de los 80 años.

Para hacerse una idea, las mujeres representan hoy el 63,6% del grupo de adultos mayores sobre los 80 años en Chile, según datos de la última encuesta CASEN recogidos por el reporte. El aumento es sostenido: en 1990 había 104 mil mujeres de 80 años o más, y para 2017 ya eran 364 mil personas. Para 2050 la cifra alcanzará las 1.139.264 mujeres según las proyecciones.

“El envejecimiento en Chile -y en el mundo- tiene una cara femenina, son las mujeres las que se encuentran y encontrarán en mayor proporción entre las personas de 60 años o más y en los rangos etarios más altos, como el de 80 o más”, dice Felipe Bustamante, investigador del Observatorio del Envejecimiento.

Asimismo, las mujeres componen principalmente al grupo de personas mayores de 100 años o más. Según los datos del informe, en Chile habitan al menos 2.278 personas de 100 años o más, de las cuales el 85% son mujeres. Para 2050 la cifra superará las 48 mil personas, siendo el 72% mujeres.

¿Por qué?

El reporte indica que existe al menos una diferencia de cinco años en la esperanza de vida entre mujeres y hombres. Según Bustamante, las razones de esta diferencia se explica en una diversidad de factores.

Algunos de estos son biológicos, como las enfermedades cardiovasculares y otras que afectan más a los hombres.

Otros son conductuales, como que las mujeres entregan mayor atención y cuidado a su salud y la de sus familiares. Por último, mucho tiene que ver la sociabilidad, hay estudios que muestran que hacer actividades significativas e interactuar con otros influye en tener una mejor salud y calidad de vida. Por ejemplo, según la encuesta de Calidad de Vida en la Vejez UC-Caja Los Andes 2016, un 47,8% de las mujeres mayores que tiene hijos que no viven en el mismo domicilio manifiestan tener contacto con ellos varias veces por semana, cifra que cae a 41,9% en el caso de los hombres.

“Las mujeres suelen ser más proclives a participar y desarrollar otras actividades, en especial después de los 60 años. En nuestro reporte de redes de apoyo se observa que ellas participan en mayor proporción de organizaciones como clubes del adulto mayor u otras, que los hombres”, cuenta Bustamante.

María José Azócar, profesional del Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama), indica que esto se hace patente en los Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores (Eleam) de Senama: “Están compuestos en su mayoría por hombres, lo que se relaciona directamente con las redes que han construido o en este caso, sería la ausencia de ellas”.

Ante esta mayoría femenina en personas mayores, el reporte plantea que se requiere un profundo cambio social con respecto al rol de estas mujeres y distintas funciones que realizan. Éstas van desde la jefatura de hogares hasta el cuidado de los nietos o familiares enfermos. “Existe una desigualdad en quien toma este último rol, culturalmente está la idea de que es en la mujer donde debe recaer el rol y tareas relacionadas al cuidado, no significa que no existan hombres que lo hagan, pero si la balanza se inclina más hacia el género femenino en este tema”, apunta Bustamante.

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Este aspecto no deja de ser relevante en un contexto de pandemia y aislamiento de los adultos mayores como el actual. Un caso son las jefas de hogar que enfrentan la incertidumbre en sus ingresos económicos o la posibilidad de enfermar. Esto toma más importancia si se considera que según la encuesta Casen las comunas con mayor número de jefas de hogar mayores de 60 años se encuentran en grandes centros urbanos fuera de la capital o en la Región Metropolitana. Para hacerse una idea, el top 5 de la lista lo componen Viña del mar, Maipú, La Florida, Puente Alto y Las Condes.

Bustamante dice que otra de las tareas de apoyo que realizan miembros de la tercera edad y se ve entorpecida por la pandemia es el cuidado de los nietos: “En un reporte pronto a lanzar sobre aislamiento social de personas mayores en el contexto de la pandemia, ese es uno de los aspectos que surgió entre los participantes, y cabe preguntarse: ¿Qué hacer para aquellas personas que antes dedicaban parte importante de su tiempo a cuidar de sus nietos y que quizás ahora no pueden?, cómo podemos asegurar que mantengan los roles que para ellas son importantes o que entregan aspectos positivos, como satisfacción personal o relaciones sociales”.

Además, los investigadores explican que si bien está la idea de que las personas mayores reciben ayuda de sus familiares, muchas veces son ellos quienes entregan los apoyos, que pueden ser emocionales, monetarios o simples consejos. Todo eso se ve truncado por el confinamiento.

Otra consecuencia de la pandemia es sicológica. Esto porque la evidencia indica que la disminución de contactos e interacción social o la misma soledad, tiene efectos negativos en las personas mayores que pueden ser incluso peores que el fumar. Eso proyecta un período complejo en el corto plazo para este grupo.

“Ya deberíamos estar emprendiendo acciones para enfrentar la depresión entre las personas mayores. El contexto actual, de disminución de relaciones sociales, de encierro y de incertidumbre en la salud y en lo económico, puede significar un empeoramiento en la calidad de vida y en la salud mental de este grupo, tanto de hombres como mujeres”, advierte Bustamante.

Nuevas políticas

El reporte plantea que este creciente grupo de adultos mayores representará un desafío para el país con o sin pandemia. “En los próximos años, vamos a necesitar gente, encargados de leyes, cuidadores y todo tipo de profesionales vinculadas al trabajo con personas mayores, pero deben estar formadas especialmente en esa área”, comenta Olivia Larraín, profesional UC.

Esto, plantean los investigadores, deberá ir de la mano de políticas públicas que que consideren la heterogeneidad de este grupo. “No es lo mismo envejecer siendo mujer u hombre, o envejecer en comunas representativas de estratos socioeconómicos altos que en las de estratos económicos bajos, así como no es lo mismo envejecer en Santiago como en regiones”, opina Bustamante.

El investigador explica que se necesita una política que logre asegurar la calidad de vida de este grupo, pero como sujetos activos de la sociedad. Algo que en un contexto con el Covid-19 presente tiene “el desafío de cómo desarrollar estos puntos asegurando los resguardos sanitarios correspondientes”, opina el investigador, quien cree que este último punto tendrá un aliado en la digitalización. “Sería importante pensar en una política pública que asegure el acceso y el uso de tecnologías de la información en personas mayores. Al fin y al cabo, un computador, un celular o un plan de minutos de telefonía celular o de internet puede significar un importante costo económico para las personas mayores, sean vulnerables o no”, concluye.

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