¿Por qué las personas mayores no pueden hacerse cargo de su salud? El cuestionamiento de especialistas a las medidas a ese grupo en pandemia
Su encierro obligado fue un gran error en el manejo de la pandemia, pues se paternaliza a este grupo advierten investigadoras e investigadores de la Red de Envejecimiento de las U. Estatales. No es aceptable, agregan, considerar a todo adulto mayor como un posible enfermo o miembro de un “grupo de riesgo”.
El impacto por Covid-19 ha sido generalizado. Pero un grupo enfrentó confinamiento y restricciones más severas: las personas mayores.
Eso respondió en gran medida a que los cuadros clínicos de coronavirus en mayores de 60 años pueden ser más graves: en Chile representan un 15,6% de los contagios, el 47,3% de las hospitalizaciones y un 83,8% de los fallecimientos, según cifras del Ministerio de Salud.
Un grupo que en Chile crece a un ritmo acelerado: si en 2002 los mayores de 60 años representaban el 11,4% de la población, según el Censo de ese año, para 2017 aumentaron a 16,2%.
El confinamiento y restricciones fue transversal. Sin embargo, hablar de personas mayores no es referirse a un grupo homogéneo. Así lo indican desde la Red de Envejecimiento de las Universidades Estatales (iniciativa que busca que la investigación aplicada sea un aporte a la toma de decisiones en el país y permitan mejorar la calidad de vida en la vejez), que advierte sobre cómo ese grupo ha sido tratado en estos meses de Covid-19.
Las personas mayores, por disminución de la funcionalidad del sistema inmune, entre otros aspectos del envejecimiento, fueron las más afectadas por la gravedad de la enfermedad y por mayor porcentaje de muertes, explica Iván Palomo coordinador de la Red en Envejecimiento de las Universidades del Estado de Chile y director del Centro de Investigación en Trombosis de la U. de Talca.
Confinamiento y aislamiento social
Por ello, fueron confinados más que otras personas. Eso afectó su calidad de vida. Menos actividad física y menos actividad social. Todos aspectos, que disminuyen según Palomo, su funcionalidad física, cognitiva y relacional. Acá, como en otros ámbitos, "las diferencias socioeconómicas, se expresaron y los más pobres se vieron más afectados”.
Mariane Lutz de la Escuela de Medicina de la U. de Valparaíso, también parte de la red, dice que el país no tenía experiencia en una situación de pandemia como la que nos afectó, y “muchas medidas se tomaron sobre la marcha, con urgencia y se adecuaron en el camino”.
Los resguardos fueron complejos. Los principales fueron el confinamiento y aislamiento social,. Ambos, si bien reducen las probabilidades de contagio, dice Lutz, impactan en la salud física y mental al impedir caminar, distraerse, socializar y moverse. "Y el aislamiento de los seres queridos es una condición que aumenta significativamente el estrés y la depresión, entre otras condiciones de salud mental”.
Cecilia Albala de la Unidad de Nutrición Pública del Instituto de Nutrición y Alimentos (Inta) de la U. de Chile, parte de esta red, dice que lo que se ha hecho especialmente evidente ha sido la discriminación hacia las personas mayores.
Además, los discursos se refieren a ellos con “un paternalismo que disfraza discriminación, sin considerar que la gran mayoría sigue trabajando y haciendo enormes aportes al país”, dice Albala. La cuarentena obligatoria a mayores de 75 años, detalla, que se prolongó por cinco meses, es ejemplo de esa discriminación: “¿Por qué se pensó que las personas mayores no pueden hacerse cargo de su salud?”
Paternalismo
Desde el punto de vista ético, lo más grave fue obligar a mayores de 75 debían a mantener una cuarentena estricta, indica Diana Aurenque vicedecana de Investigación y Postgrado de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago, investigadora que integra la red.
Si bien se buscaba protegerlos del contagio, Aurenque enfatiza que esos resguardos son inaceptables porque paternalizan e infantilizan a las personas mayores. "Aplicar prohibiciones de esta naturaleza en la población envejecida termina siendo una medida discriminatoria y estigmatizante; discriminatoria, porque se pausan derechos fundamentales sin su consentimiento y por pertenecer a un grupo etario; estigmatizante, porque la medida considera a todo adulto mayor como miembro de un ´grupo de riesgo´; fortaleciendo así estereotipos negativos de la vejez o edadismo.”
Esa medida coincide Yolanda Espinosa Parrilla, del Laboratorio de Medicina Molecular del Centro Asistencial, Docente y de Investigación (CADI) de la Universidad de Magallanes, investigadora parte de la red, pone de manifiesto un paternalismo discriminatorio hacia el colectivo de personas mayores, lo que se conoce como discriminación por edad o “edadismo”, algo que “está plenamente instaurado en nuestra sociedad”, aclara.
“No se ha tomado en cuenta la propia voluntad y capacidad de decisión del colectivo, asumiendo y normalizando una falsa incapacidad mental asociada al paso de los años”, indica Espinosa. Además, se definió ese aislamiento únicamente en función del rango etario, cuando se sabe que la edad cronológica no se corresponde a la edad biológica que es la que realmente puede estar marcando como una persona puede verse afectada por la Covid-19.
Otro error, añade, Espinosa es no se han tomado ningún tipo de medida para evitar o paliar los daños colaterales del aislamiento, "el cual se ha visto acompañado de falta de actividad física e interacción social, pilares fundamentales para mantener un estado saludable”.
Camila Oda, directora de la Escuela de Ciencias Sociales de la U. de O’Higgins, integrante de la red, señala además que el diseño de la política pública se realiza desde un enfoque en el que se da por contado el manejo de TIC. No necesariamente como nativos digitales, pero sí con un dominio a nivel de usuario que muchas veces no encontramos en todas las personas mayores. “Ni siquiera podemos dar por sentadas este tipo de habilidades en las personas adultas, ya sea por razones de formación, de acceso a internet, etc.”.
“El principal error nace de la idea que los mayores no tienen la capacidad para decidir por ellos mismos”, enfatiza Christian González-Billault, director del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO), también parte de la red. En pandemia, en diferente escala, otros quienes tienden a tomar las decisiones que afectan directamente a nuestros mayores; dice, como por ejemplo que permanecieran en casa.
“Las decisiones que involucran a un segmento de la sociedad que es relevante, siempre debiesen incorporar como elemento de juicio la opinión de este segmento. Privar a los adultos mayores de tener independencia y el control sobre las decisiones que les conciernen, es una forma de infantilización, que no es tolerable; ni justa”, señala el director de GERO.
Cristian Álvarez, del Departamento de Ciencias de la Actividad Física Universidad de Los Lagos, es otro de los miembros de la red, y dice que, Chile, un país con alto porcentaje de personas adultas mayores (con esperanza de vida mayor a 80 años), muchos llegan a esa etapa tan deteriorados que tienen una gran carga de enfermedades asociadas.
Lo anterior responde, Álvarez explica a que, en un sistema de salud mayormente curativo, y poco preventivo, existe un mínimo esfuerzo en programas para mejorar y mantener un estilo de vida saludable. No se aprecia protección económica en temas sensibles como alimentación o el transporte para el adulto mayor, y lo que es peor, añade, "tampoco se observan estos esfuerzos del estado, de proteger y hacer del sistema de salud más preventivo desde tempranas edades adultas, donde se inician el envejecimiento”.
Un adulto mayor deteriorado, enfermo, y altamente vulnerable al Covid-19, Álvarez explica “no es más que el resultante de una mínima inversión en un sistema de salud preventivo, donde las píldoras y la solución rápida y paliativa el resultado al cual hemos acostumbrado a nuestra población”.
Conflicto con los derechos
Frente a esta y otras pandemias, agrega el director de GERO, el punto de partida debiese ser que las medidas no generen conflictos con los derechos de un grupo especifico.
Sería inaceptable pedir a los menores de 25 años que se queden confinados para que los mayores de 75 puedan salir y disminuir el riesgo de contagiarse Covid-19, ejemplifica González-Billault. "No se puede aplicar esa lógica para los mayores de 75 años; aún cuando se busque cuidarlos de las complicaciones asociadas al virus”. Debe existir equilibrio entre medidas para prevenir, versus los efectos adversos que puedan tener.
“No hay evidencias que indiquen que los mayores carecen de las capacidades cognitivas y preparacion para tomar las mejores decisiones respecto de sus propias vidas; por lo tanto debemos respetar sus decisiones en todos los ambitos de la vida, incluyendo esta pandemia”, dice González-Billault.
Las intervenciones, explica Oda, deberían buscar que se sientan acompañadas y acompañados de un modo más proactivo y no reactivo. Por ejemplo, dice, en vez de esperar que hagan uso de plataformas complejas, como el plan lanzado por el Minsal SaludableMente (plataforma web), se deberían potenciar el uso de medios que les son más próximos, como la televisión, el teléfono y las radios, especialmente las radios locales.
Los municipios deben generar programas que permitirán disminuir esos efectos negativos en la calidad de vida de las personas mayores, añade Palomo. Con la participación de profesionales especialistas en geriatría y gerontología, pueden implementarse a nivel de los barrios, cerca de donde viven las personas mayores. “A estos programas se les debe realizar seguimiento periódico (mensual) y ser evaluados semestralmente”.
Lo correcto es reconocer que la vejez, si bien es una etapa donde la aparición de enfermedad es inherente, aquello no ocurre de forma homogénea. La edad cronológica, dice Aurenque por sí misma, no es reflejo fiel de la edad biológica ni del estado de salud de una persona. “No es aceptable considerar a todo adulto mayor como un posible enfermo o miembro de un ´grupo de riesgo'".
Covid-19 ha puesto de manifiesto la fragilidad a la que se enfrentan las personas mayores, subraya Espinosa, “debido a la falta de preparación de los sistemas públicos, y de la propia sociedad, para afrontar los problemas asociados al envejecimiento de nuestra población”.
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