El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) reveló los primeros resultados del Censo realizado en el país durante el 2024. Entre otros datos, destaca que el envejecimiento de la población mantiene su tendencia al alza, aumentando el porcentaje de personas de 65 años o más de 6,6% en 1992 a 14% en 2024 y disminuyendo el porcentaje de personas de 14 años o menos de 29,4% a 17,7% en el mismo período.
A su vez, en el Censo 2024 se estudió la composición de los hogares, y en línea con la tendencia de envejecimiento de la población, destacan dos indicadores. Por un lado, disminuye el porcentaje de hogares con al menos una persona de 14 años o menos de 62% en 1992 a 33,2% en 2024. Por otro lado, aumenta el porcentaje de hogares conformado solo por personas de 65 años o más de 4,3% en 1992 a 11,6% en 2024.
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¿Y qué ocurre con los hogares unipersonales? La tendencia que se ha observado en las últimas décadas es la disminución del promedio de personas por hogar, pasando de 4 personas por hogar en 1992 a 2,8 personas por hogar en 2024. Esta disminución se acompaña del aumento en el porcentaje de hogares unipersonales, desde 8,3% en 1992 a 21,8% en 2024. En resumen, si bien aumenta el número de hogares, estos tienen menos habitantes y son cada vez de menor tamaño.
Si vamos al detalle de los hogares unipersonales, estos eran 273.320 en 1992 y representaba al 8,3% del total de los hogares. Hoy la cifra de estos inmuebles llega a 1.437.648, representando al 21,8% del total de los inmuebles censados. Es decir, si hace 32 años menos de 1 de cada 10 hogares comprendía a una persona sola, esto llegó a más del doble en la actualidad ¿Cómo se puede explicar esta tendencia que demuestra que en 1 de cada 5 hogares vive una persona sola?
La académica de la Escuela de Sociología de la Universidad Diego Portales, Ángela Boitano, destaca algunos de los factores que pueden explicar este fenómeno. En primer lugar, “la liquidez de las relaciones amorosas y la facilidad para romper relaciones poco satisfactorias podrían explican la mayor cantidad de personas que eligen vivir solas".
Dice que en segundo lugar, se puede explicar porque vivimos en una sociedad de los incentivos que lleva a los individuos a preguntarse “¿que gano con esto?“, y en esa lógica del cálculo racional-económico a la que se somete la vida.
Y, por último, agrega las transformaciones en la subjetividad empujada por los feminismos, los movimientos ambientalistas, entre otros, que hacen que las personas incorporen una reflexividad mayor en sus decisiones. Por ejemplo, según la experta, han cambiado las formas de seducción, también los estilos de alimentación o la tenencia de mascotas que han llegado a constituirse como familia no humanas.
Matías Gómez, director del Laboratorio Conversación Pública de la Universidad Central, cree que para entender los factores de esto es necesario analizar el contexto cultural y social. “La idea de vivir en pareja, en familia, es una idea que hoy día no es una cuestión necesariamente obligatoria y que la gente cumple. Más bien hoy día lo que estamos observando es que muchas personas prefieren priorizar sus proyectos de vida y eso no necesariamente incluye tener una pareja o convivir con algún familiar”.
Asimismo, el académico explica que lo que da cuenta este fenómeno es que “una parte importante de la población desarrolla su vida de manera más individualizada. Esto obviamente puede tener distintas interpretaciones, hay una interpretación positiva en el sentido de que muchas personas hoy día ven su propia vida como un proyecto a desarrollar de manera autónoma, de manera independiente, pero por el otro lado en un aspecto más negativo podría estar dando cuenta de una erosión de los lazos sociales y del tejido social. Esto explica que hoy día las personas estarían cada vez más solitarias, con menos redes de apoyo y eso sin duda que implica un deterioramiento de la vida”.
La pregunta que habría que hacerse, agrega el investigador, es si estas personas tienen una calidad de vida muy distinta a las personas que viven en grupos familiares que se compone por dos, tres o más personas. “Creo que ahí habría que hacer esta comparación, preguntarse si es que tienen más recursos o menos recursos, si es que tienen redes de apoyo, y creo que ahí todavía queda algo por indagar”, comenta Gómez.
Esto, según expresaron en una nota de The Conversation los académicos del Instituto Real de Tecnología de Melbourne, Alicia Bubb y Sarah Sinclair, vivir solo implica pagar un costo social que va por encima de otras formas de vivir. “La gente se casa más tarde, las tasas de divorcio siguen siendo altas y el envejecimiento de la población implica que más personas viven solas en la vejez. Muchas personas también toman la decisión consciente de permanecer solteras, considerándolo un signo de independencia y empoderamiento. Esto es parte de una tendencia global, con el aumento de la soltería en Europa, América del Norte y Asia”, expresaron.
Según también mencionaron, uno de los principales factores que impulsan un alza en el costo de vida de las personas que viven solas es la imposibilidad de dividir los gastos cotidianos importantes. “Por ejemplo, una persona soltera que arrienda un departamento de una habitación tiene que asumir el costo total, mientras que una pareja que lo comparte puede dividir el arriendo. Las personas solteras a menudo pierden los ahorros que generan las compras de alimentos al por mayor, ya que los hogares más grandes consumen más y pueden aprovechar mejor estas ofertas”, remarcaron.
Los costos fijos de una casa, como las cuentas de electricidad, agua e Internet, no suelen aumentar mucho cuando se agrega uno o dos usuarios adicionales. En el fondo, las investigadoras australianas remarcan que “vivir solo o sola significa pagar más. No así como vivir con más personas y compartir los gastos, donde se benefician de las economías de escala.
A su vez, Gómez detalla que otra de las consecuencias que puede traer esta forma de vivir se asocia directamente con los niveles de aislamiento social, de la individualización de las personas. “Como las personas viven menos en pareja, probablemente tengan ese grupo menos hijos, o quizás no tengan hijos, y por tanto esto puede reforzar la tendencia que estamos observando, pero al mismo tiempo es una descripción de lo que ya ha venido ocurriendo, en los últimos 10 o 15 años en nuestro país”.
“Seremos, ya lo somos, una sociedad que envejece cada día más, con pocos niños y niñas. Supongo que eso tendrá consecuencias como mayor carga en el sistema de salud. En esto suelo ponerme apocalíptica e imagino que esta especie tiende a extinguirse y supongo que esto es una señal”, proyecta Boitano al respecto.
Por su parte, el académico de la U. Central apunta también a otros problemas asociados a la fata de redes de apoyo. “Esto quiere decir que eventualmente en un futuro próximo vamos a tener que estar pensando en políticas públicas que entreguen servicios de salud, que entreguen servicios de vivienda, servicios de cuidado, servicios de alimentación, a las personas mayores que están viviendo solas, que probablemente van a tener cada vez menos redes de apoyo, y por tanto va a requerir una atención especial”, proyectó el investigador.