Los cambios en la sociedad tienen un termómetro muy preciso: las modificaciones en la familia. Es en ella donde se muestra claramente que la sociedad chilena cambió. De hecho, investigaciones y estudios ya no hablan de familia, sino familias, por su diversidad.
Los matrimonios, son uno de los principales elementos que en las últimas tres décadas han variado su comportamiento. Tendencia que se aprecia en la tasa bruta de nupcialidad, que representa el número de matrimonios por cada mil habitantes, la cual ha descendido notoriamente desde los años 80 (ver infografía), pasando de aproximadamente ocho matrimonios por mil habitantes a un poco más de tres en la actualidad.
En 1930 se registraban nueve matrimonios por cada mil habitantes, indican datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la cifra más alta desde que se tiene registro. En 1980 eran más de 80 mil matrimonios al año y la tasa bordeaba los 8 por cada mil. Pero desde 1990 se inició un descenso sostenido.
Los datos de las últimas Estadísticas Vitales del INE indican que en 2017 (último año con cifras) se registraron 61.320 matrimonios en Chile, con una tasa de nupcialidad de 3,3, un número que muestra una reducción en 1,8% respecto de 2016 (62.464). En promedio fueron 168 matrimonios diarios.
Otros datos muestran que del total de personas que contrajeron matrimonio en 2017, un 20,8% de los hombres (12.770) lo hicieron en segundas o más nupcias. Mientras que, en el caso de las mujeres, el porcentaje de las que se volvieron a casar fue ligeramente inferior, con 17% (10.435).
Se privatiza la familia
El descenso sostenido desde los 90 da cuenta de un cambio en la apreciación social del matrimonio. José Olavarría sociólogo, doctor en Ciencias Sociales y académico de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, señala que en 1960, por ejemplo, el matrimonio era un antecedente muy importante en al ámbito laboral, social y político, "tener los papeles al día requería de certificado de matrimonio, libreta de familia, inscripción electoral, situación militar al día, etc.".
Hace cinco décadas, la familia conyugal era la configuración paradigmática de familia, señala Olavarria. "Y el matrimonio es el acto fundacional de una familia conyugal, de padre madre e hijos que viven en un mismo hogar, de amor romántico para toda la vida, de división sexual del trabajo y roles sexuales, con padre jefe de hogar y proveedor, y la madre criando a los hijos/as. Ambos apoyándose mutuamente".
Posteriormente la familia conyugal pierde su carácter paradigmático, por diversos factores, entre ellos, la desaparición del llamado "Estado de Bienestar", señala el sociólogo. En él, se incluía como una responsabilidad principal del Estado la conciliación trabajo y familia, dice Olavarría, "con salario familiar, asignación familiar por hijos/as; prestaciones universales de educación y salud; contrato de trabajo indefinido para los jefes de hogar (proveedores), y un sistema jubilatorio y pensiones que aseguraban un porcentaje del salario mensual al momento de la jubilación".
A fines de los años 70 y en la década de los 80, con la desarticulación del Estado de Bienestar y la instauración del Estado Subsidiario, se privatiza a la familia. Ésta debe valerse por sí misma en la obtención de recursos para su subsistencia, dice Olavarria, "salvo las que están en condiciones de extrema pobreza a las que se les mantiene cierto tipo de subsidios".
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La familia conyugal pierde su carácter paradigmático en la sociedad chilena, por diversos factores, entre ellos, la desaparición del llamado "Estado de Bienestar".[/caption]
El resultado, agrega, fue que se precarizan los trabajos, la educación y la salud de los padres e hijos/os de las familias. "Si se quiere mejores prestaciones para padres e hijos se debe pagar educación y salud. Si se quiere tener una jubilación, una vez cumplida la edad para ello, es necesario tener contrato de trabajo durante toda la vida laboral, sin períodos de cesantía, y 'aportar' a un fondo de jubilación AFP", señala.
Alejandra Ramm, investigadora asociada del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, y académica de la Universidad de Valparaíso, destaca el rol de la convivencia en este fenómeno. En un estudio realizado por la académica junto a la socióloga Viviana Salinas, publicado este año, dan cuenta como hoy la convivencia supera al matrimonio como unión entre las parejas. "En América Latina la convivencia era muy común, en especial en Centro América, pero Chile dentro de eso era un país donde el matrimonio era fuerte", explica.
Pero eso empezó a cambiar a fines del siglo XX. "Y se ha consolidado de manera radical y muy rápido", dice Ramm. Los datos de su estudio muestran que la proporción de mujeres entre 20 y 45 años que cohabitaban era de 4,8 en 1970, lo que luego pasó a 6,9 en 1982, a 11,4 en 1992, 1,8 en 2002 y 43,5 en 2017, según datos del Censo y Casen.
Una unión de hecho era mal vista hace tres o dos décadas atrás, agrega Olavarría, no correspondía a lo que se esperaba de una familia. "El divorcio no existía y la anulación era un recurso que permitía volver a casarse, como si nunca hubiese un matrimonio anterior", señala.
Diversidad
Los cambios en la autonomía creciente de las mujeres, tanto en la reproducción y control de la natalidad, sumado al incremento de su tasa de escolaridad, les permitió acceder a trabajos de mayor calificación y competir con los varones en autonomía económica y autonomía política. Lo que se tradujo en cambios en los matrimonios. "El menor número de matrimonios, responde a las tensiones entre amores, afectos, intimidad y condiciones de trabajo y autonomía de sus miembros -especialmente de las mujeres y sus proyectos de vida más allá de la maternidad y la crianza-", dice Olavarría
El análisis de Ramm y Salinas sugiere que el aumento la autonomía femenina, vinculada al crecimiento de la mujer en el empleo, podría ser la principal fuerza impulsora de la reciente convivencia creciente en Chile. Además, la falta de adaptación a la autonomía mejorada de las mujeres por parte de los hombres, la disminución del bienestar social y el derecho de familia, han hecho que las mujeres sean reacias a casarse.
Todas esas transformaciones hacen que hoy se hable de "familias". Lo que responde además, señala Olavarría, al reconocimiento creciente de los derechos humanos, de las mujeres, de los niños/as y adolescentes y de la diversidad sexual.
Surgen otras configuraciones familiares. Familias en convivencia, monoparentales, familias compuestas, familias extendidas en que el núcleo básico son los abuelos o uno de ellos, familias unipersonales, entre otras. "Hay diversas configuraciones familiares, por eso hoy es necesario hablar de familias. Una forma de descalificar las configuraciones familiares que no son conyugales/biparentales, es llamarlas familias disfuncionales, pero eso es estigmatizarlas", sostiene Olavarría.
En el estudio Ramm y Salinas plantean que mientras la convivencia se ha vuelto más democrática, el matrimonio sigue siendo un marcador de estatus en la clase media alta. "En nuestra investigación vimos que el discurso no era al rechazo per se, sino que había rechazo a la forma convencional del matrimonio, el matrimonio que deciden los padres, que es un matrimonio católico y de la clase alta chilena, en que los invitados no son de los novios, sino de los padres, con una fiesta de noche".
Esa imagen de un matrimonio que se ajusta a un "libreto pre establecido", dice Ramm, es lo que hoy pierde relevancia. Las parejas conviven por más tiempo, y luego quieren un matrimonio significativo para cada relación. "Matrimonios al aire libre, con una alta carga de simbolismo, muchos prefieren que sea una salida con amigos, un asado, y como se posterga van a tener una posibilidad de que sean ellos los principales financistas y ellos ven a quienes invitan, y no es de 400 personas sino más íntimo, en rechazo el modelo convencional".
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Las parejas conviven por más tiempo y luego buscan un matrimonio significativo para cada relación.[/caption]
Postergación que grafican los datos 2017 que entregó el INE, en que para la totalidad de uniones, la edad media del matrimonio en el caso de los hombres alcanzó a los 37,1 años, mientras que para las mujeres la edad media fue de 34,4 años.
"Es muy raro que empiecen una relación a los 35 años, lo que ocurre es que convivieron muchos años, y eventualmente pasan al matrimonio", dice Ramm. Esa convivencia previa responde además a lograr esos medios y de estar seguro de con quien se casan. "La convivencia es un modo de lograr estabilidad como pareja, además está más libre del escrutinio social, puedes convivir con quien quieras, pero casarte es diferente".
El matrimonio de los jóvenes es el punto final, no el comienzo de un proceso de asociación y formación familiar. "La prevalencia histórica de la convivencia entre los grupos de bajos ingresos proporcionaron tolerancia social, lo que facilitó que la convivencia fuera adoptado por otras clases sociales", se indica en el estudio.
Para la sociedad chilena tiene cada vez menos relevancia, dice Olavarría: "En muchos casos es una expresión de amor entre los miembros de la pareja, pero teniendo claro que es una expresión de amor para toda la vida, aunque pueda no lograrse".
En la disminución de los matrimonios, indican los expertos, no tiene aún influencia el Acuerdo de Unión Civil. La entrada en vigencia de la Ley Nº 20.830, de 2015, estableció que las uniones no matrimoniales también pueden establecerse formalmente por un pacto o contrato que la ley denomina acuerdo de unión civil.
En el 2015, se celebraron 2.197 uniones en poco menos de tres meses. En 2016 esa cifra llegó a 7.274 uniones. Para el 2017, las uniones civiles tuvieron una baja alrededor de un 15 % (1.052 uniones menos) respecto al 2016, con un total de 6.222 uniones, de ellas el 79% corresponde a parejas de distinto sexo (4.947).