En 1994, cuando aún era alumno de doctorado y junto a su profesor estudiaba más de 100 estrellas en un observatorio en el sureste de Francia, el astrónomo suizo Didier Queloz (55) hizo un descubrimiento que remeció la comprensión mundial del Universo.
Junto a su mentor, el astrofísico Michel Mayor, notó que una de las estrellas que observaban se tambaleaba, una señal de que la gravedad de un planeta podría estar “jalando” de ella.
Un año después, los dos científicos se pararon frente a la comunidad científica mundial para hacer un sorprendente anuncio: aseguraron haber descubierto el primer planeta fuera del Sistema Solar que gira alrededor de una estrella similar al sol, cuerpos que hoy se conocen como exoplanetas o planetas extrasolares.
Hasta entonces, la existencia de planetas fuera de nuestro vecindario era teórico, y desde entonces también, ya se han descubierto más de 5.000 de exoplanetas. Por eso, existe bastante consenso científico que más de alguno de ellos podría estar habitado por alguna civilización inteligente.
Pero en los más de 4.500 millones de años de vida, nunca un potencial extraterrestre ha hecho contacto con la Tierra. ¿Por qué? Ahora, dos astrobiólogos tienen una teoría que podría explicar este inexplicable silencio.
Se trata de un estudio publicado por Michael Wong, de la Institución Carnegie para la Ciencia, y Stuart Bartlett, del Instituto Tecnológico de California (Caltech), publicado el pasado 4 de mayo en la revista Royal Society Open Science.
La investigación intentó encontrar una resolución a la paradoja de Fermi, que toma su nombre de las reflexiones del físico y Nobel de Física Enrico Fermi. Esta paradoja dice que hay una contradicción entre el inmenso alcance y la edad del Universo, dos caractaerísticas que sugieren que el universo debería estar lleno de vida extraterrestre avanzada, pero que aún no hayamos encontrado evidencia de que existan extraterrestres en cualquier lugar a la vista. “Entonces, ¿dónde están todos?”, se cuestionó Fermi.
Fermi calculó que existen entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas y al menos 100.000 millones de planetas en nuestra galaxia.
Ahora, estos dos científicos creen que pueden tener la respuesta que explique la aparente contradicción: las civilizaciones extraterrestres -incluida la de la Tierra- surgen y desaparecen, por lo que podrían estar condenadas a estancarse o morir antes de tener la oportunidad de hacer contacto con otras civilizaciones.
La nueva hipótesis sugiere así que cualquier especie que se desarrolle lo suficiente como para hacerse con el control de un planeta y expandirse por el espacio probablemente se enfrente a una serie de dilemas existenciales similares en su supervivencia. Así, a medida que las civilizaciones espaciales crecen en escala y desarrollo tecnológico, alcanzan un punto de crisis en el que la innovación ya no sigue el ritmo de la demanda de energía. Lo que viene después es el colapso, perdiendo así la oportunidad de visitar o tomar contacto con nuevos mundos.
La única explicación, de acuerdo a la hipótesis de Wong y Bartlett, es rechazar un modelo de “crecimiento inflexible” en favor de mantener el equilibrio, pero a costa de la capacidad de una civilización para expandirse por las estrellas.
En otras palabras, las civilizaciones “más inteligentes”, reconocen los peligros de prosperar indefinidamente, pero sin expandirse lo suficiente como para llegar a nosotros, mientras que otras se colapsan y no logran establecer contacto.
Ciudades crecen de forma “superlineal”
En su investigación, estos astrobiólogos analizaron estudios anteriores que han demostrado que las ciudades crecen de forma “superlineal” –a un ritmo más rápido que el lineal– gracias a su naturaleza social. Este crecimiento conduce inevitablemente a puntos de crisis, que ellos llaman singularidades, que provocan rápidos descensos en el crecimiento, seguidos de un colapso aún más precipitado, que podría poner fin a la civilización.
“Si una civilización desarrolla la capacidad de entender su propia trayectoria, tendrá una ventana de tiempo para afectar a un cambio fundamental para priorizar la homeostasis y el bienestar a largo plazo sobre el crecimiento inflexible”, señala textual el estudio, a lo que llaman un “despertar homeostático”.
Desde este punto de vista, las civilizaciones que no alcanzan ese despertar acaban demasiado ocupadas, enfrentándose a un “agotamiento asintótico”, una crisis final en la que la escala de tiempo del intervalo de singularidad se hace más pequeña que la escala de tiempo de la innovación”, escribieron.
Según los investigadores, estas civilizaciones con agotamiento serían las más fáciles de detectar para la humanidad, ya que estarían disipando grandes cantidades de energía de una manera “salvajemente insostenible”. “Esto presenta la posibilidad de que muchas de las detecciones iniciales de vida extraterrestre por parte de la humanidad puedan ser inteligentes, aunque todavía no desarrolladas”, escribieron los investigadores.
La observación de estos agotamientos (siempre que la humanidad sea lo suficientemente longeva como para hacerlo) proporcionaría una posible confirmación de parte de nuestra hipótesis”, agregaron.
Los investigadores advirtieron, sin embargo, que su estudio no es más que una hipótesis, y que se necesitan más investigaciones para demostrar su teoría.