La Falla San Ramón que atraviesa Santiago de norte a sur está activa, es capaz de acumular esfuerzo tectónico y generar sus propios terremotos. Constituye una fuente local de peligro sísmico para toda la ciudad, pero particularmente para las comunas situadas a lo largo del piedemonte cordillerano y especialmente en la franja de potencial ruptura en superficie, definida a priori, en base a observaciones geológicas, en un ancho de por lo menos 300 metros en torno a donde se manifiesta esta estructura, afectando principalmente a las comunas de Vitacura, Las Condes, La Reina, Peñalolén, La Florida y Puente Alto, como también Pirque y Lo Barnechea.

Chile es un país sísmico, por cierto. La convergencia de las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana ocurre a unos 68 mm/año (que es lo mismo que 68 m/1000 años). Esto implica, grosso modo, según relaciones de escala, que frente a una misma región es posible esperar que se generen terremotos de magnitudes 6, 7, 8 y 9 cada aproximadamente 2, 20, 100 y 300 años, respectivamente, en el contacto de subducción de las placas tectónicas; tal como el terremoto del Maule en 2010.

Se dice que Chile está lleno de fallas, no es cierto. Hay muchas fallas, sí, pero constituyen un peligro localizado que debe ser investigado y estudiado en forma específica, para dilucidar su carácter activo junto con su capacidad de generar terremotos y su potencial de ruptura en superficie.

La Falla San Ramón desliza -o más bien acumula esfuerzo tectónico equivalente- a una velocidad del orden de 0,4-0,5 m/1000 años. Esto quiere decir, según relaciones de escala, que cada varios cientos de años es posible esperar sismos de magnitud 6, mientras que cada varios miles de años es posible esperar sismos de magnitudes 7 y 7,5, tal como lo han mostrado las evidencias paleosismológicas con los últimos terremotos mayores con ruptura en superficie (magnitud 7,2-7,5), ocurridos hace 17000 años y el último hace ya 8000 años. Esto hace que la ocurrencia de grandes terremotos en esta falla sea menos probable que aquellos de subducción, pero no por ello dejen de ocurrir.

Las fallas geológicas construyen relieve y son parte de la naturaleza de esta maravillosa cordillera de Los Andes que habitamos. A lo largo de millones de años, la Falla San Ramón ha construido el frente cordillerano, que es parte de la identidad de quienes hemos nacido, crecido o habitamos Santiago, y lo seguirá haciendo.

El piedemonte del frente cordillerano de Santiago tiene una importancia crucial para la sostenibilidad de nuestra ciudad: alberga un bosque esclerófilo que contribuye a mejorar la calidad del aire y la preservación del suelo, junto a un ecosistema y biodiversidad de particular relevancia y fragilidad. También, constituye una zona de amortiguación para remociones en masa, aluviones e inundaciones, y contribuye al balance hídrico favoreciendo la infiltración de aguas superficiales hacia el reservorio subterráneo, cuya importancia será cada vez mayor en un futuro próximo.

Habitar Santiago requiere tomar conciencia de la especificidad e importancia del piedemonte cordillerano para su sostenibilidad. Convivir con la Falla San Ramón requiere que su ubicación sea informada en forma oficial y transparente hacia toda la comunidad, y que el medio ambiente y la seguridad ambiental de la población prevalezcan por sobre otros intereses, evitando edificar directamente sobre una franja en donde sabemos que esta falla, cada cierto tiempo, despierta para seguir construyendo esta parte de Los Andes, a través de grandes terremotos.

*Profesor Geología, Citrid, Universidad de Chile