Es un estribillo estacional muy común: “La Navidad ya no es como solía ser”.
Esta no es una queja nueva. La historia demuestra que las tradiciones navideñas están tan sujetas a cambios como cualquier otro aspecto de las sociedades humanas y, cuando las costumbres cambian, siempre hay quienes desean poder volver atrás en el tiempo.
¿Por qué ya no se envían tarjetas de Navidad?
En la década de 1830, el abogado inglés William Sandys recopiló una serie de ejemplos de británicos que lamentaban la transformación de las costumbres navideñas con respecto a épocas anteriores. El propio Sandys estaba especialmente preocupado por el declive de los villancicos públicos, y señaló que la práctica parecía “ser cada vez más descuidada cada año”. Le preocupaba que este “descuido” fuera indicativo de una tendencia más amplia a celebrar la Navidad con menos “hospitalidad y jolgorio inocente” en el siglo XIX que en el pasado.
Sin embargo, el siglo XIX también produjo nuevas costumbres navideñas. De hecho, muchas de las nuevas prácticas navideñas de la época de Sandy se convirtieron en tradiciones establecidas y ahora son motivo de nostalgia y preocupación para quienes temen su declive. Tomemos, por ejemplo, la humilde tarjeta navideña. Mi investigación muestra que estas felicitaciones navideñas impresas tomaron elementos de las costumbres del pasado para trasladar la Navidad a una nueva era.
Las ventas anuales y la circulación de tarjetas navideñas han ido en descenso desde la década de 1990. Los lamentos por la posible “muerte” de las tarjetas navideñas han sido especialmente fuertes en el Reino Unido, donde el envío de felicitaciones navideñas a familiares y amigos mediante tarjetas impresas se consideró durante mucho tiempo un elemento esencial de una “Navidad británica”.
De hecho, los historiadores Martin Johnes y Mark Connelly sostienen que, a lo largo del siglo XX, la tarjeta navideña se consideraba una parte tan esencial de la distintiva mezcla de tradiciones navideñas de Gran Bretaña como los niños que cuelgan medias al final de sus camas, las pantomimas navideñas y el consumo de pavo y coles de Bruselas.
Sin embargo, como señalan rápidamente estos mismos historiadores, hubo un tiempo en que los británicos no hacían ninguna de estas cosas en Navidad. Cada una de estas tradiciones se convirtió en un elemento de la Navidad británica tradicional recién durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX.
Esto hace que sean adiciones relativamente nuevas a las costumbres festivas del país, especialmente cuando se las ve a la luz de los más de 2000 años de historia de la Navidad.
La revolución industrial y las tarjetas navideñas
La costumbre de enviar postales navideñas impresas comenzó a mediados del siglo XIX y fue un producto de la revolución industrial. Se volvió asequible gracias a las innovaciones en la impresión y la fabricación de papel y a los medios de transporte más eficientes, como el ferrocarril.
El desarrollo de esta nueva tradición también se vio facilitado por la introducción por parte del Parlamento del Penny Post en 1840, que permitía a los británicos enviar cartas a cualquier dirección del Reino Unido por el pequeño precio de una estampilla de un penique.
La mayoría de los historiadores datan la llegada de la tarjeta navideña en 1843, el mismo año en que Charles Dickens publicó Un cuento de Navidad.
Ese año, el inventor y funcionario Henry Cole encargó al artista John Callcott Horsley que diseñara una tarjeta para ayudar a Cole a gestionar su correspondencia navideña de forma más eficiente.
También se pusieron a la venta versiones impresas de la tarjeta de Cole, pero el alto precio de un chelín cada una las dejó fuera del alcance de la mayoría de la población victoriana.
Sin embargo, el experimento de Cole inspiró a otros impresores a producir tarjetas navideñas similares, pero más asequibles. El uso de estas tarjetas más económicas comenzó a extenderse en la década de 1850 y se había establecido como una tradición navideña en las últimas décadas del siglo.
¿Un invento victoriano?
Si bien la tarjeta navideña puede haber parecido una invención completamente nueva para los remitentes y receptores victorianos, el diseño de la primera tarjeta navideña en realidad estuvo influenciado por otras tradiciones navideñas británicas más antiguas.
Como han demostrado los historiadores Timothy Larsen y el difunto Neil Armstrong, el carácter de festividad establecida de la Navidad implicó que las nuevas costumbres navideñas desarrolladas durante el siglo XIX debían conectarse con las tradiciones ya existentes, complementarlas o reemplazarlas. La postal navideña no fue una excepción a este patrón registrado.
En 1843, muchos británicos lamentaron la desaparición de una variedad de costumbres navideñas del “viejo inglés”. Entre ellas, las más importantes eran las tradiciones de “hospitalidad” navideña, incluidas las visitas de Navidad y Año Nuevo, cuando familiares, amigos y vecinos iban a las casas de los demás para brindar y ofrecer sus mejores deseos para la festividad y el año venidero.
Los estudiosos sostienen que la creencia popular en estas tradiciones dependía de una mezcla de realidad recordada y ficciones construidas. Entre estas últimas, las más destacadas eran las historias populares que describían la “antigua hospitalidad inglesa " en Navidad del escritor estadounidense Washington Irving , publicadas en la década de 1820. De hecho, los británicos invocaban con regularidad los relatos de Irving sobre la Navidad en la casa de campo ficticia, Bracebridge Hall, cuando debatían sobre el carácter cambiante de las celebraciones navideñas de su nación.
Independientemente de la realidad histórica de estas “viejas” costumbres, llegaron a ocupar un lugar destacado en los debates sobre la supuesta desaparición de una serie de celebraciones navideñas a nivel comunitario, entre ellas las fiestas, los villancicos y los actos públicos de caridad.
Se creía que todo esto estaba en peligro en una Gran Bretaña cada vez más urbana, caracterizada por tensiones de clase, mayor movilidad poblacional y anonimato masivo.
Una unión de lo antiguo y lo nuevo
Si bien no está claro si estos debates en curso inspiraron la decisión de Cole de encargar su tarjeta navideña de 1843, la ilustración que Horsley diseñó para él aludía a ellos directamente.
La postal muestra a una familia enmarcada por caballetes adornados con acebo y muérdago, acompañada a ambos lados por escenas caritativas que involucran la alimentación y vestimenta de los pobres. Sin embargo, el centro de la postal, y el centro simbólico de la visión navideña de Horsley, es la familia de tres generaciones claramente definidas que disfrutan de un banquete colectivo, que incluye el clásico pudín de Navidad inglés.
Se encuentran frente al espectador, con sus copas levantadas en un brindis, justo encima de una pancarta que les desea una “Feliz Navidad y un Feliz Año Nuevo”. La imagen visual central de la tarjeta –como un “visitante de papel” en la casa del destinatario– replica el acto social de brindar asociado con la antigua costumbre de las visitas festivas.
De hecho, el diseño de Horsley invocó muchos de los mismos elementos que aparecen en las historias de Irving. Esto no es sorprendente, dado que, más adelante en su vida, Horsley recordó el impacto que tuvo al leer las representaciones de Irving de la “Navidad en Bracebridge Hall” cuando era niño, y cómo él y su hermana Fanny habían estado “decididos a hacer todo lo posible para que la Navidad fuera tan notable”.
Las primeras tarjetas navideñas favorecían imágenes similares asociadas con la Navidad “inglesa antigua” de villancicos, actos de caridad, práctica de deportes campestres, juegos como la gallina ciega, abundante vegetación, festines y brindis por la Navidad y el Año Nuevo.
Estas tarjetas navideñas eran, pues, productos industriales novedosos adornados con imágenes de pasadas Navidades.
El desarrollo y el triunfo final de la tarjeta navideña en la Gran Bretaña victoriana demuestra cómo la nostalgia se canalizó hacia la invención. La tarjeta navideña no revitalizó las tradiciones de las visitas de Navidad y Año Nuevo, sino que ofreció un reemplazo del papel.
La producción industrial y el transporte transformaron al visitante físico en un representante de papel, lo que permitió que más personas visitaran muchos más hogares durante la temporada navideña de lo que hubieran podido hacerlo en persona.
El deseo de conservar un elemento de una tradición navideña más antigua y supuestamente en decadencia resultó así decisivo para ayudar a crear una nueva tradición festiva en medio de cambios sin precedentes en el carácter de las comunicaciones y las relaciones sociales.
Hoy en día, un contexto similar de cambios sociales y tecnológicos ha hecho que algunos predigan la “muerte” de la postal navideña. Sin embargo, la historia del siglo XIX sugiere que, si la tradición muere, lo que la reemplace prosperará recurriendo selectivamente a las costumbres navideñas del pasado.
*Christopher Ferguson, profesor asociado de Historia, Universidad de Auburn