La pandemia y el proceso de vacunación por Covid-19 nos han recordado en Chile que las personas mayores existen, que más del 80 por ciento son autovalentes, sujetas de derecho y no de protección ni de caridad.
Hemos visto con ojos y oídos de televidentes, cibernautas y lectores a los protagonistas de la tercera, cuarta y en algunos casos quinta edad inoculándose en dos oportunidades con conciencia cívica y solidaridad. Muchos de ellos y ellas, a pesar de meses de encierro y aislamiento físico nos han mostrado que los años acumulados son fuente de sabiduría y resiliencia en tiempos de emergencia sanitaria como los que estamos viviendo hace un año.
Sin embargo, los mismos ojos y oídos de televidentes, cibernautas y lectores se han impactado por expresiones, frases y titulares desconectados con la realidad para referirse con un tono paternalista a un grupo etario tan diverso como heterogéneo: “Nuestros adultos mayores”, como si fueran parte de nuestra propiedad o “viejitos(as)” en un claro gesto de infantilización, ni hablar de “senil”, “veterano”, “pensionado”, “jubilado” para aludir peyorativamente a hombres y mujeres mayores.
Pero uno de los términos más usados ha sido “abuelito(a)”, en circunstancias que no todas las personas mayores son abuelos ni todos los abuelos son personas mayores. “En Estados Unidos, hay un millón de personas mayores que no son abuelos”, según declaró recientemente el Dr. Diego Bernardini, para quien no todos los abuelos quieren serlo. (D. Bernardini, comunicación personal, 09 de marzo de 2021).
Ahora, tampoco se trata de demonizar el abuelazgo o abuelidad (Redler 1980), sino que muy por el contrario, para muchos nietos y nietas, los padres de los padres representan el valor de la experiencia, es más, en un proyecto realizado por el Observatorio de Educación Patrimonial de España las palabras que más se repetían asociadas a patrimonio eran abuela/abuelo (Fontal, 2020).
¿Si sabemos que no todos quienes tienen 60 y más son abuelos(as), personas inactivas, enfermas, frágiles, por qué entonces no les llamamos por su nombre, o sea señor, señora, le preguntamos si necesitan ayuda cuando lo requieran o su opinión para respetar su independencia y autonomía? Esta es una de las 27 garantías consagradas en la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores a la que Chile adhirió en 2015 y ratificó en 2017.
No obstante, las convenciones, tratados y declaraciones universales son letra muerta si no se modifica la forma en que y como pensamos (estereotipos), sentimos (prejuicios) y actuamos (discriminación) en relación a las vejez (ces) y el envejecimiento. Este llamamiento es una de las 4 áreas de acción de la Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030) declarada por la Asamblea General de las Naciones Unidas para promover una sociedad y un mundo para todas las edades.
Porque el edadismo perjudica nuestra salud y bienestar y constituye un obstáculo importante para la formulación de políticas eficaces y la adopción de medidas relativas al envejecimiento saludable (OMS, 2021), tenemos que cambiar la mirada y nuestro lenguaje hacia uno integrador e inclusivo, empezando por el trato diario, familiar, comunitario, ya que las conductas generalizadas van permeando y reproduciéndose socialmente hasta naturalizarse.
En esa misma línea, ha sido lanzada una campaña global contra el edadismo, es decir la discriminación por edad, dado que en el mundo una de cada dos personas son edadistas contra las personas mayores, según un reporte de la Organización Mundial de la Salud acerca del también conocido viejismo o ageísmo que nace cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas por atributos que ocasionan daño, desventaja o injusticia, y menoscaban la solidaridad intergeneracional.
Para construir un Chile Mayor Inclusivo, los medios de comunicación y prensa, periodistas y profesionales de las comunicaciones (incluyendo a directores y guionistas de televisión, cine y teatro, publicistas, diseñadores gráficos, etc.) pueden desempeñar un rol fundamental de sensibilización y conciencia a través de sus relatos, narrativas y representaciones de las personas mayores, donde la forma y el enfoque resulta tan decisivo como el contenido de fondo. De ahí que sea necesario que el abordaje periodístico y comunicacional del envejecimiento y la vejez estén en sintonía con nuestro presente demográfico y epidemiológico que llegó para quedarse, puesto que somos un país envejecido de punta a cabo, lo cual tiene implicancias de todo tipo y las seguirá teniendo por lo menos de aquí al 2050, (INE, 2018).
Por lo tanto, así como se requieren más especialistas para atender la salud de los mayores de 60 años, también hacen falta profesionales de otras ciencias que se unan a ingenieros, arquitectos, abogados, sociólogos y antropólogos para “gerocomunicar” con conocimiento y responsabilidad social las vicisitudes de quienes muchas veces han sido olvidados, ignorados, invisibilizados y discriminados por la sociedad en que vivimos.
Porque la edad no nos define, es hora de hacer un giro.
*Marco Espíldora H. Director Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile
*Gerardo Fasce P. Presidente Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile