Para aumentar las tasas de natalidad, países como Japón e Irán han invertido en aplicaciones de citas –Irán creando la propia, llamada Hamdam, o Companion en 2021 y Japón confiando en los sistemas de Inteligencia Artificial para emparejar personas–.
Según cifras de Statista de 2021, en Chile las descargas mensuales de Tinder llegaron a 40.000, mientras que las razones más comunes para usar este tipo de aplicaciones entre los chilenos fue curiosidad, distracción y la posibilidad de tener citas.
La tecnología está disponible para encontrar parejas, pero antes, deben conocerse y tener una primera cita. El futuro de esa reunión, depende de tus neuronas.
Imagina que haces match con alguien y vas a tu primera cita. Antes de conocerse en persona hay cierta expectación positiva, pero en realidad no se sabe lo que sucederá sino hasta después del encuentro, en el que se definirá si esta nueva persona genera atracción dependiendo a la experiencia del sujeto.
“Si la experiencia fue positiva, seguramente volveríamos a una segunda cita, pero si no fue la cita mágica y especial que esperábamos, y en realidad fue todo lo contrario, será la primera y la última. En este último caso, la próxima vez que recibamos un mensaje, probablemente haremos ‘ghosting’ o cualquier estrategia para evadir una posible próxima interacción”, señala el magíster en Neurociencias de la Universidad de Valparaíso y actual doctorando en Neurociencias por la Universidad de Ginebra, Pedro Espinosa, quien investiga cómo es percibida la interacción social por nuestro cerebro.
Espinosa adelanta que usando ratones como un modelo de interacción social se puede determinar que, al igual que en los humanos, todo depende de la primera interacción.
“Específicamente, si hay interés mutuo decimos que es placentera (positiva). Por el contrario, si hay evasión y agresión, decimos que es aversiva (negativa). Si es positiva, el comportamiento que se generará en el futuro será buscar una segunda interacción (aproximación); por el contrario, si es negativa se generará una aversión y por consiguiente una evasión entre los sujetos”, asegura.
El estudio se enfoca en un componente del comportamiento social llamado ‘valencia social’ y su proceso cerebral. “Éste término hace referencia a cómo es percibida la interacción social después del primer encuentro, si podemos hacer la analogía, después de la primera cita”.
“En ese contexto hemos estudiado el Núcleo Accumbens, región del cerebro que está involucrada en el procesamiento del placer y la recompensa. Ahí recae en general la naturaleza recompensante de las interacciones sociales. Precisamente, hemos determinado que un grupo de neuronas del Núcleo Accumbens se activa tanto con la interacción social positiva como con la negativa. Estas neuronas, a su vez, están conectadas directamente con la corteza Insular”, detalla.
Espinosa destaca que “adicional e interesantemente, este circuito Insula-Accumbens exhibe una plasticidad sináptica específica para cada interacción, es decir, la comunicación entre estas dos regiones del cerebro cambia y moldea las sinapsis de manera diferente al tratarse de una interacción de valencia positiva o negativa, dando origen a una ‘memoria’ que es responsable de instruir el proceso de ‘acercamiento’ o ‘evasión’ en el segundo encuentro”.
Pero ¿cómo es posible que el mismo circuito cerebral sea responsable de comportamientos opuestos, y a su vez la plasticidad sináptica que exhibe sea diferente?
“Una respuesta simple es la frecuencia. Hemos visto que este circuito se activa a diferentes frecuencias dependiendo si el estímulo es positivo o negativo. A bajas frecuencias se codifica una valencia positiva; a frecuencias más elevadas, una interacción negativa. Por consiguiente, podemos decir que el circuito Insula-Accumbens es responsable de codificar la valencia social tanto positiva como negativa. Dependiendo de la naturaleza de la interacción, este circuito se activa a diferentes frecuencias, lo que genera un aprendizaje a nivel cerebral que posteriormente instruirá el comportamiento, es decir, que los sujetos busquen una segunda interacción o una evasión a esta. Por lo tanto, la próxima vez que tengamos una cita Tinder sabremos que esa primera impresión será codificada en nuestro cerebro y que luego ese aprendizaje lo usaremos para evadir o concretar una segunda cita”, concluye.