Llevan meses en la tarea de proteger y cuidar a pacientes, sus comunidades y a ellos mismos del coronavirus. Con turnos de trabajo de 24 horas en hospitales llenos, a veces sin el equipo de protección personal adecuado.
Son las y los profesionales de la salud, que por su labor y por las condiciones actuales de pandemia han sido llamados “héroes”. Los mensajes en agradecimiento han sido transversales y con expresiones en todo el mundo, con los aplausos masivos, como la más replicada.
Una metáfora que responde al reconocimiento que la sociedad tiene hacia ellos. Pero esa comparación hace olvidar un aspecto importante. Ni Superman, ni la Mujer Maravilla, andaban con sus hijos “salvando el mundo”, o antes de enfrentarse a un enemigo pensaban en quién iba a cuidar a sus hijos o hijas. Tampoco Spiderman se preocupaba de las clases on line de sus hijos o si podían hacer las tareas sin que la señal Wifi fuera inestable.
Claro, es ficción. Los más conocedores pueden argumentar hay algunos superhéroes que tienen hijos. Pero los reconocidos, no los tienen. Tampoco tienen una familia que cuidar. Casi todos son huérfanos, desde Superman y Batman, incluso Spiderman.
Aquello que se ve como una simple comparación, ha influenciado en cómo hoy se ve el trabajo que realizan los llamados “héroes” de la salud, sostiene la directora del Departamento de Enfermería de la Universidad de Chile, Silvana Castillo. “Haber instalado esta visión de héroes y heroinas a los enfermeros, enfermeras y médicos, y a las personas en general del área de la salud, tiene un riesgo enorme, porque los héroes en general no tienen familia, son solos, no tienen hijos, tampoco pareja o familia que cuidar. En cambio, el personal de la salud son seres humanos”.
Humanizar su labor y no usar esa categoría, asegura Castillo, ayuda a tener empatía. “Basta ponerse en lugar de ellos y pensar si otros serían capaces de hacer su trabajo, si tuviese que distanciarse por meses de sus hijos para poder cuidar a otros”, aclara. Porque los aplausos animan, dice “pero no compensan lo que el personal de la salud están perdiendo o arriesgando a perder con esta pandemia”.
Duplicidad
El desgaste hoy no sólo lo viven a nivel físico e intelectual, sino principalmente emocional. A lo que se suma, dice Castillo, que se ha invisibilizado lo complejo de compatibilizar las extenuantes jornadas con su vida personal. Y las principales afectadas, detalla, han sido las mujeres. “Si no fuéramos las mujeres las que estamos en atención directa esto habría sido más visible anteriormente, estamos acostumbrada a asumir esos roles, pero no es justo abusar como ciudadanía de eso”.
Hablar que mayoritariamente son mujeres y madres las que viven esta situación, no es antojadizo. Socialmente las carreras vinculadas a cuidados suelen ser las con mayor presencia femenina, y las carreras del área de la salud no son la excepción. Según datos del Consejo Nacional de Educación Superior del año 2019, el 77,9% de la matricula en primer año en carreras de la salud correspondió a mujeres, y en el caso de Enfermería esa cifra alcanzó el 81,2%.
La urgencia ha invisibilizado otros roles tanto de los profesionales como de los integrantes de los equipos de salud en general, dice Castillo. "Hemos estado muy preocupados de quiénes se enferman, quiénes se hospitalizan y de quienes mueren. Pero no hemos llegado a visualizar esta otra realidad en donde no solamente están implicados los profesionales y los técnicos, sino que además están implicados sus hijos y familias”.
María Angélica Baeza, presidenta nacional del Colegio de Enfermeras de Chile destaca y valora el excelente trabajo y compromiso que enfermeras y enfermeros han demostrado en la pandemia por Covid-19. Pero ese trabajo, dice, no ha estado exento de dificultades. Muchas, tanto en al ámbito hospitalario, como en la Atención Primaria, no cuentan con todos los implementos de protección personal (EPP) para realizar una atención segura, tanto para ellas, como para sus familias y la comunidad usuaria.
No es todo. Sumado a la falta de personal para reemplazo, dice Baeza, "muchas colegas que día a día trabajan en el combate de la pandemia, han debido a tomar la difícil decisión de alejarse momentáneamente de su grupo familiar, con el objetivo de reducir al mínimo, las posibilidades de contagio para quienes más quieren, asumiendo los altos costos emocionales y económicos que ello implica”.
Andrés León enfermero, psicólogo y académico de la Escuela de Enfermería Universidad Diego Portales, señala además, que muchas recién se enfrentan a un escenario laboral y uno no muy amable. Antes de la crisis sanitaria había mucha oferta y poca demanda en el área de salud. Pero ahora eso cambió. Muchas debieron migrar a regiones, “dejando atrás a la familia, a los hijos en manos de familiares, para estar estos meses de pandemia lejos y poder trabajar”.
No existe conciencia, agrega Castillo, de cómo aquello afecta emocionalmente. “La duplicidad de roles de las mujeres que trabajan y que cuidan a sus hijos, hoy nuevamente se ve invisibilizado y subvalorado. No logramos darnos cuenta de cómo les afecta, que además de estar todo el día gestionando la atención de salud, atendiendo, arriesgando sus vidas, viven una distancia afectiva con los hijos, en donde en ocasiones los padres no se hacen suficientemente cargo, lamentablemente”, indica.
El estrés laboral, además crece día a día. Previo a la pandemia los equipos de cuidados intensivos e intermedio eran reducidos. “Eran pocos y de que un momento a otro se necesitaron más”, dice León. Como resultado, se formó personal en intensivos que tenían formación teórica, pero no la experiencia. "No solo se necesitan equipamientos, sino experiencia, eso implica, por ejemplo, que muchas camas que antes era de especialidad de infanto juvenil se han ido ocupando como área adulta, y personas que no son esa área la tienen que atender igual, y eso obviamente aumenta el estrés de forma importante”.
Mamá en la primera línea
Marisol, con más de 20 años en la carrera de enfermería y con experiencia en cuidados intensivos, previo a la crisis estaba enfocada en el área cardiológica, pero hoy todo eso cambio. Ahora está a cargo de un servicio de atención de pacientes intermedios de Covid-19.
Pero además de su carrera, Marisol es madre. Tiene tres hijos de 6, 7 y 10 años. Y desde el inicio se vio enfrentada a la dificultad de cómo cuidarlos, al principio con la suspensión de clases y luego cuando su trabajo fue muy demandante. “Estoy separada desde el año pasado y cuando fue la suspensión de clases me dieron la opción de hacer teletrabajo en un área que no era la mía. Pero a mediados de abril ya se me estaba acabando esa opción y tuve que organizarme para ver cómo lo hacía con los niños”, comenta.
La alternativa para Marisol fue su mamá. Al principio salía del trabajo e iba a ver a sus hijos. Los saludaba a metros de distancia para evitar cualquier riesgo de contagio. Luego volvía a su casa. “La primera semana lo pude hacer. Pero como coordinadora del servicio intermedio, que no es UTI, pero está con la misma carga, no tengo horario", cuenta.
Está sobrecargada Marisol, pero lo más difícil, dice, es estar separada de sus niños. La llaman. Quieren que los ayude con las clases on line. Le cuentan que no pueden conectarse, porque se interrumpe la conexión a internet. La coordinación es muy complicada. "Ellos saben que no puedo ir a verlos, pero quieren a la mamá, quieren que los ayude en las tareas, están en un hogar con normas distintas, además saliendo del proceso de la separación”. Y ella dice, no es la única. “Sé de algunas con hijos de 12 años o menos que lo dejan solos o los dejan a cargo de sus hermanos más chicos todo el día, y que tienen temor de contagiarlos, pero siguen viviendo con ellos porque no tienen con quién dejarlos”.
Sin apoyo
Quién cuida a la familia de quienes hoy atienden a los pacientes con Covid-19, reconoce Castillo, fue una situación de la cual no se tenía conciencia. “Cuando esto empezó no teníamos claridad de qué significaba y cuánto iba a durar. Hoy a casi tres meses estamos dándonos cuenta de que el tiempo pasa y que la incertidumbre agobia a los padres y a los niños, y a las madres mayoritariamente, que van a tener que estar sin ese vínculo estrecho, que solo se va poder dar a través de video llamadas”.
Carla Toro, subdirectora de Gestión del Cuidado de Enfermería, del Hospital San Juan de Dios de los Andes, lleva 22 de años en su profesión y reconoce que a esta altura de la crisis el conflicto es doble: la urgencia médica y emocional.
“Somo un recinto de mediana complejidad con UCI y UTI, nosotros estamos cerca de Santiago, pero igualmente no quedan ventiladores mecánicos”, relata. Pero junto con eso Toro admite estar preocupada por cómo el 80% de su personal, que son mujeres, que tiene el estrés adicional de pensar en su familia que dejaron al cuidado de otros. Y no solo hijos, también padres adultos mayores. “Han tenido que dejarlos al cuidado de familiares o amigos, y pese a que nosotros tenemos la opción de restarnos, el personal está súper comprometido, tenemos que estar en el hospital y han organizado su vida para no verlos".
La situación es crítica. “Mi marido está hospitalizado, y eso me da más fuerza para seguir, para convertir camas, queremos estará la altura de la situación y entregar lo máximo hasta que podamos. Nadie quiere dejar de hacerlo porque sabe que con eso el compañero de turno se recarga”, admite Toro.
Los funcionarios y funcionarias, dice Toro, se han organizado solos: “La vida diaria cada funcionario lo ha tenido que hacer por su cuenta, solventar gastos de otra casa, mandar los niños al sur donde familiares, significa un impacto económico y cada funcionario lo ha hecho de manera independiente”.
Debería haber instancias e instituciones que apoyen. Otros departamentos que pudiesen colaborar, dice Toro, para ver lugares de acogida, “porque es gente que no está enferma pero que necesita donde comer, dormir, y contar con redes de apoyo”. Y es un escenario que se vislumbra extenso. "Estamos en una época de mucha exigencia y uno ve la angustia, ve los llantos y todos los funcionarios viven esto. Todos han decido distanciarse de niños y adultos mayores, y eso genera angustia, lo que también puede interferir en su rendimiento y en que estén alertas”, advierte.
Como Colegio de Enfermeras, Baeza indica que exigen a la autoridad de salud la implementación de residencias sanitarias especiales para el personal de salud mientras dure la crisis sanitaria. Pero también dar prioridad a las condiciones emocionales y laborales de los equipos clínicos que enfrentan la pandemia, "con especial atención en las enfermeras y enfermeros, quienes son la columna vertebral del sistema”.
Es de suma importancia generar programas de salud mental para funcionarios y asegurar que las nuevas plazas laborales que se están abriendo, agrega Baeza, y que “consideren estabilidad laboral, prestaciones sociales y el acceso a elementos de protección personal según protocolo, personal de reemplazo, descanso y condiciones que les permitan desarrollar sus tareas de forma segura y resguardando su salud mental”.
Hoy existe una respuesta reactiva, y debería ser preventiva, dice León. Y en la organización para enfrentar de mejor manera la pandemia los funcionarios tienen que tener a su familia protegida para poder trabajar. "Todos los profesionales de la salud son personas, no debería ser de iniciativa personal el cuidado, sino institucional, mirar esto como algo importante para destinar los recursos humanos y económicos, para apoyar de mejor manera posible, si no se ve como importante eso se diluye en el tiempo”.
La pandemia ha golpeado de forma sorpresiva, y ante este tema, agrega Castillo, la sensación actual es sentirse ‘atados de manos’. “Acá hay responsabilidades a distinto nivel, responsabilidad a nivel de Estado, a nivel de las propias instituciones, pero también hay responsabilidad de cada uno de los ciudadanos. Porque si no cumplimos las cuarentenas, no solamente porque nos estén obligando, sino porque es una única manera de detener la propagación tan grande que tenemos, no es justo para quienes están trabajando en los espacios de salud, no es justo que la población y la ciudadanía le exigimos a ellos arriesgarse así y que dejen de ver a sus familias".