El Parkinson es una enfermedad progresiva y crónica. Este mal, todavía sin cura, se caracteriza por la falta de una sustancia química en el cerebro llamada dopamina, responsable de transmitir señales entre las células nerviosas y regular el estado de ánimo de las personas.
Se inicia generalmente entre los 50 y 60 años, causando una pérdida paulatina de la capacidad física y mental, hasta llegar a la discapacidad total.
Las señales nerviosas interrumpidas por la enfermedad hacen que sea cada vez más difícil coordinar los músculos incluso para movimientos simples y causan rigidez, lentitud y temblores, síntomas característicos del Parkinson.
Para 2030, la Organización Mundial de la Salud (OMS), pronostica que más de 12 millones de personas en el mundo vivirán con este padecimiento.
Sin embargo, científicos están realizando importantes avances para tratar de encontrar una solución a esta enfermedad.
Injertos de células
Un equipo de investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison de Estados Unidos, por medio del injerto de neuronas cultivadas a partir de las propias células de los monos en sus cerebros, lograron aliviar el movimiento debilitante y los síntomas de depresión asociados con el Parkinson.
El trabajo, publicado en la revista científica Nature Medicine, indica que el enfoque aplicado al fabricar neuronas a partir de células madre pluripotentes inducidas (capaces de generar la mayoría de los tejidos) de los propios cuerpos de los primates, permitió evitar complicaciones en el sistema inmunológico de los pacientes y abre las puertas a un posible tratamiento para millones de personas que actualmente viven con la enfermedad.
“Este resultado en primates es extremadamente poderoso, particularmente para trasladar nuestros descubrimientos a la práctica clínica”, dice Su-Chun Zhang, neurocientífico de UW-Madison, que en el laboratorio del Centro Waisman de la institución universitaria cultivó las células cerebrales.
Los pacientes, especialmente los que se encuentran en las primeras etapas de la enfermedad de Parkinson, generalmente se tratan con medicamentos como L-DOPA para aumentar la producción de dopamina.
“Esos medicamentos funcionan bien para muchos pacientes, pero el efecto no dura”, dice Marina Emborg, investigadora de Parkinson en el Centro Nacional de Investigación de Primates de Wisconsin de UW-Madison . “Con el tiempo, a medida que la enfermedad progresa y los síntomas motores empeoran, vuelven a no tener suficiente dopamina y aparecen los efectos secundarios de los medicamentos”.
Los científicos han intentado con cierto éxito tratar el Parkinson en estado avanzado en pacientes mediante la implantación de células de tejido fetal, pero la investigación y los resultados se vieron limitados por la disponibilidad de células útiles y la interferencia del sistema inmunológico de los pacientes.
El laboratorio de Zhang ha pasado años aprendiendo cómo marcar las células del donante de un paciente a un estado de células madre, en el que tienen el poder de convertirse en casi cualquier tipo de célula en el cuerpo y luego redirigir ese desarrollo para crear neuronas.
“La idea es muy simple. Cuando tienes células madre, puedes generar el tipo correcto de células de manera consistente. Y cuando provienen de la persona en la que quieres injertarlos, el cuerpo los reconoce y les da la bienvenida como propios“, indicó Zhang.
La investigación comenzó con una docena de monos rhesus hace varios años. Se administró una neurotoxina, práctica común para inducir un daño similar al del Parkinson para la investigación, y el laboratorio de Emborg evaluó a los monos mensualmente para evaluar la progresión de los síntomas.
Los investigadores inyectaron millones de neuronas productoras de dopamina y células de soporte en el cerebro de cada mono en un área llamada cuerpo estriado, que se agota en dopamina como consecuencia de los efectos devastadores del Parkinson en las neuronas.
Luego, evaluaron a los primates mediante la observación y pruebas clínicas para identificar cómo caminan los animales, cómo agarran trozos de comida, cómo interactúan con las personas, y también midieron la producción de dopamina con imágenes de PET (técnica de imagen funcional que permite obtener información sobre dónde y cómo está teniendo lugar un determinado proceso metabólico dentro del organismo). “Queríamos síntomas que se parecieran a una etapa madura de la enfermedad”, agrega Emborg.
En seis meses, los monos que recibieron injertos de sus propias células estaban logrando mejoras significativas. En un año, sus niveles de dopamina se habían duplicado y triplicado.
“Aunque el Parkinson se clasifica típicamente como un trastorno del movimiento, la ansiedad y la depresión también son típicas”, dice Emborg. “En los animales, vimos la extensión de los axones del injerto en áreas que tienen que ver con lo que se llama cerebro emocional”, añade la científica.
Los síntomas que se asemejan a la depresión y la ansiedad (ritmo, desinterés en los demás e incluso en las golosinas favoritas) disminuyeron después de que crecieron los injertos celulares.
Los resultados son tan prometedores que los especialistas esperan comenzar pronto a trabajar en aplicaciones para pacientes humanos.