A fines de abril, la Mesa Social 3B Covid 19 propuso “evitar repitencias que pongan en riesgo las trayectorias escolares de los estudiantes” solicitando una señal clara de que posterior a la crisis sanitaria no habrá repitencias.
Cuatro meses después, el Ministerio de Educación ha enviado las Orientaciones sobre Evaluación, Calificación y Promoción a las comunidades educativas. Estas orientaciones proponen la priorización de la calificación en las asignaturas de Lenguaje y Matemáticas, además de la posibilidad de repitencia para aquellos estudiantes con los que las escuelas hayan perdido comunicación.
Estas orientaciones y criterios van en sentido contrario de las recomendaciones de los investigadores e investigadoras organizados en la Mesa Social 3B Covid 19 en materia educacional.
Aún cuando dichas orientaciones se condicen con el Decreto N° 67/2018, que plantea la repitencia como medida excepcional, éste recién entra en fase de implementación este año, buscando modificar lo que podríamos llamar una cultura de repitencias escolares.
Hasta el año pasado, los estudiantes con alta inasistencia o bajo promedio de notas automáticamente repetían. Así, el Decreto 67 vino a corregir las negativas consecuencias de la repitencia, que han sido vastamente documentadas por la investigación educativa en Chile y en el mundo: predice mayor ausentismo, nuevas repitencias y por tanto desfase en edad cronológica con los compañeros de curso (sobre-edad), y finalmente mayor probabilidad de deserción escolar.
Pero resulta que la repitencia no se distribuye homogéneamente en la población, sino que está sobre-representada en los grupos más vulnerables y en transiciones escolares bien identificadas. En nuestras investigaciones en el Centro de Investigación para la Educación Inclusiva, hemos detectado que las escuelas con alto Índice de Vulnerabilidad Escolar (IVE) tienen en promedio 20% de estudiantes con sobre-edad, es decir, son 2 o más años mayores que sus compañeros, en muchos casos debido a múltiples repitencias. Este fenómeno de sobre-edad genera consecuencias negativas para el bienestar de los estudiantes, pues se asocia con niveles más altos de victimización de pares y menor bienestar social.
Exclusión, no deserción escolar en crisis sanitaria
Hace poco, el grupo de trabajo que conformó el Mineduc para abordar la pandemia en contexto escolar hizo hincapié en que no debiéramos hablar de deserción sino de exclusión escolar, puesto que no es el o la estudiante quien deserta, sino que existen múltiples factores que obligan al niño, niña o adolescente a interrumpir su trayectoria escolar, estos elementos finalmente terminan empujándole fuera de la escuela.
Uno de estos factores, quizás el más gravitante, es la repitencia escolar. Es altamente probable que muchos de los estudiantes con quienes las escuelas no se han podido comunicar, y que podrían repetir según las nuevas Orientaciones del Mineduc, sean justamente los que tienen serios problemas de conectividad digital, ya sea porque en sus hogares no hay conexión a internet de calidad, planes de celular con internet, buenos computadores, o simplemente porque viven en zonas de baja conectividad digital. Todos estos factores NO son responsabilidad del estudiante.
En este contexto, llama la atención que el Ministerio de Educación no haya incorporado en sus lineamientos la promoción automática como una medida excepcional para prevenir la deserción escolar. La medida anunciada lejos de prevenir la deserción escolar va a profundizarla en base a criterios que se alejan de lo meramente académico, segregando a las familias de zonas rurales, que poseen baja conectividad y a aquellas que no cuentan con los medios que garanticen el derecho a la educación de sus hijos.
Se argumenta que la promoción automática en contexto Covid-19 atentaría al debido reconocimiento de aquellos estudiantes que –teniendo condiciones– se han esforzado y han podido continuar sus estudios, argumento que limita el acceso a la educación a un tema de esfuerzo individual invisibilizando que éste es un derecho que el Estado debe garantizar para todos y todas, especialmente en el marco de una pandemia.
Entre los factores protectores reportados por la literatura para las trayectorias escolares están las comunidades educativas sólidas, donde los miembros son capaces de colaborar de forma organizada a nivel de curso y escuela y mantienen una cohesión que se traduce en lazos de amistad y cuidado colectivo. La repitencia quiebra esa unidad eliminando administrativamente a algunos de sus miembros y rompiendo lazos a nivel de estudiantes y apoderados que eran preexistentes a esta pandemia, dejando a estas familias a la deriva frente al reinicio de un nuevo ciclo en una situación incierta.
La promoción automática excepcional por este año permitiría disminuir una barrera importante para la educación inclusiva en este contexto de crisis, manteniendo unidas a las comunidades escolares. Ante el escenario definido por el Mineduc respecto de la no promoción automática, que pone en riesgo de repitencia injusta a quienes no pudieron acceder a los contenidos durante este año de pandemia y afecta la estabilidad de las comunidades escolares, instamos a los legilsadores a aprobar el proyecto de ley que dispone la aprobación automática del año 2020.
*Verónica López, directora Centro de Investigación para la Educación Inclusiva, Programa de Apoyo a la Convivencia Escolar PACES-PUCV
*Juan Carlos Oyanedel, director, doctorado en Educación y Sociedad - Universidad Andrés Bello, investigador principal, Centro de Investigación para la Educación Inclusiva
*Juan Pablo Álvarez, coordinador general, Programa de Apoyo a la Convivencia Escolar PACES-PUCV, coordinador Área Incidencia en Política Pública, Centro de Investigación para la Educación Inclusiva