PSU: el fin de las vacaciones...y de la infancia

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Observa, cuál es tu propia parte en el desorden del mundo del que te quejas (Sigmund Freud).


La publicación de los resultados de la PSU anticipa -a corto y mediano plazo- el término de las vacaciones y el fin de la infancia. Frases como no puedo creer que nunca más volveré al colegio” o estas son mis últimas vacaciones escolares”, grafican que se ha cerrado una etapa.

Tal vez la principal diferencia respecto a otros procesos PSU del pasado, es que en esta oportunidad los resultados y las postulaciones parecen no cuajar del todo. Algo falta a pocos días de que oficialmente comiencen las clases y la angustia anticipatoria de marzo se pasea por todas partes.

En este contexto, he recibido y escuchado a varios clientes que pese a lo decididos que estaban sobre lo que iban a estudiar… ahora dudan… y le están dando otra vuelta… a todo…

Y a esta incertidumbre de último minuto se suman los apuros y presiones sociales que Rafael Echeverría, en sus Escritos sobre Aprendizaje, denomina lo que por décadas nos vienen anunciando: la aceleración del cambio en el mundo actual.

Escuchemos al padre del coaching ontológico:

“Hoy sabemos que incluso el cambio está también cambiando. Que la forma que asumen las transformaciones se modifica con fuerza equivalente a los contenidos que ellas conllevan. Los patrones de cambio se alteran en la medida que se modifican las tecnologías. Los patrones de cambio se alteran en la medida que se modifican las tecnologías que inciden en el cambio y que se expanden las dinámicas de influencias mutuas de los sistemas sociales. Pero no sólo cambia el patrón de la transformación, cambia también la velocidad del cambio. Éste exhibe una aceleración cada vez más vertiginosa. La noción de estabilidad cada día pierde más sentido. Y ello se extiende a prácticamente todas las esferas de la existencia humana”.

Lamento estar de acuerdo con Echeverría, pues es una realidad que la velocidad en la que viven los adolescentes de hoy, es muy distinta a la que vivimos los adolescentes de ayer. Algunos, sin siquiera pisar la universidad, ya están pensando en los post-grados en el extranjero y varios padres actúan como managers y college counselors de sus hijos, fenómeno que décadas atrás, parecía exclusivo de películas norteamericanas.

Los tiempos universitarios son cada vez más competitivos y vertiginosos y esto es lo que dice precisamente Rafael Echeverría sobre la carrera universitaria que este año, inician miles de jóvenes a lo largo de nuestro país.

“Esta misma aceleración del cambio ha modificado por completo la noción de carrera. En un pasado muy cercano los individuos definían sus carreras -el camino de desenvolvimiento que seguirían en el futuro- durante la adolescencia. Una vez escogido, ese camino se solía mantener inalterable prácticamente hasta el momento de la muerte. La carrera era como el matrimonio: para toda la vida. Sólo excepcionalmente percibíamos que algunos hacían cambios en ella. Eso se ha terminado. Hoy en día la carrera se ha convertido en un dominio permanente de inquietudes para un número creciente de seres humanos. La carrera ha dejado de ser un camino que se mantiene inalterable para toda la vida. Por el contrario, la vida obliga a un número cada vez mayor de individuos a realizar mutaciones importantes en sus carreras”.

Con las postulaciones a la universidad y la aceleración del cambio en mente, retomo la historia de Vacaciones con Adolescentes, ya que después de reunirme con los preocupados padres de Ismael -que temían la expulsión de su hijo de la universidad-, me contacté con él por WhatsApp y tras unos breves intercambios, acordamos vernos al día siguiente.

Sorprendido por lo fácil que fue coordinar la sesión, anoté en mi Google calendar la hora y en ese momento no pude evitar prestar atención a la foto de perfil de Ismael, una foto de la película Scarface, donde Al Pacino aparece sentado en un trono de cuero negro.

Esta imagen me quedó rondando y al día siguiente, nada más entrar Ismael a mi consulta, sentí que se tomaba el lugar. Efectivamente tenía algo teatral y en cuestión de segundos se tomó el escenario. Tras desparramarse sobre el sofá, me pidió perdón por el atraso, se sacó los anteojos de sol y con un gesto me advirtió que iba a cargar su celular.

Sin mediar una palabra mía, Ismael se inclinó hacia delante, se agarró la cabeza con las manos y tras peinarse o despeinarse un pelo enmarañado, partió su relato.

“Que difícil hablar, creí que tenía claro lo que te iba a contar, pero ya se desordenó todo en mi cabeza. No sé que va a pasar con la universidad este año y la verdad, me da lata lo de Europa, no porque quiera ir con mi familia, pues preferiría ir con amigos o con una mina, sino porque me da lata cagarles la onda. ¿Me cachai? Me da lata hacerles esto, pero supongo que te habrán dicho que siempre les he cagado la onda. Desde chico. Mira, en la enseñanza media quería estudiar diseño, pero sabía que mis viejos no me iban a dejar. Entonces insistí que quería Arte en la Chile y no me moví de ahí en años pese a todos los sermones, ofertas y manipulaciones. Yo tenía claro que si entraba a arte no iba a salir de ahí, pues estando en el colegio me fui a carretear para allá un par de veces y caché que me iba a perder. Pero no les dije nada y seguí presionando para que cuando les dijera que quería estudiar diseño, ellos me dijeran que si al toque. Y así fue. Después, cuando caché que lo mío era organizar eventos, me quise cambiar a relaciones públicas o a gestión cultural, pero mi viejo me cortó las piernas con ese discurso mamón de que hay que terminar lo que se empieza. Y bueno, si eso es lo que quería, para que contarle que desde el primer semestre que me eché ramos. La verdad… sorry lo disperso… perdí el ritmo de mis compañeros nada más empezar y en algún momento quise cambiarme a cine, lo intenté, no me resultó, pero no dije nada.

En segundo ya tenía puros ramos de primero y así fui avanzando y aprobando ramos de a poco, mientras en las noches me hacía buenas lucas organizando fiestas. Por eso, de día estaba siempre cansado y atrasado y cuando les contaba a mis viejos que estaba chato de la carrera, que me estaba yendo mal y que me quería salir para ponerme a trabajar, venían con esta paja de que era algo mental, que tenía que ponerle empeño, persistir, cerrar etapas y todo el bla bla bla de un viejo que vive su pega como una religión. Hay que reconocer que el weon es apasionado, pero se pone muy chato y terriblemente autorreferente cuando recuerda todo lo que le costó. Es cierto, el viejo se ha sacado la chucha, pero yo nunca le pedí que hiciera tanto. Y después mis hermanos empezaron a guatear con los exámenes de grado y los vi tan cagados a todos, que me dio lata sumarles mis atados, pues a mí no me importaba tanto y ya hace como dos años que el jefe de carrera me venía anunciando que si no me ponía las pilas me iban a terminar echando. Al principio le creí y casi que le pido que me eche, pero como siempre fui parte del centro de alumnos y apoyé la organización de todos los eventos de la carrera, igual los profes y los jefes me tenían buena y terminé pensando que simplemente me iba a demorar más que los demás y no caché que todo esto pasaba el mismo año que mi viejo dijo que si o si nos íbamos de vacaciones a Europa”.

En un momento del relato de Ismael me perdí y sentí que estaba en una especie de cuento de Roberto Bolaños, pues de cada idea que aquí transcribo, salían amigos, fiestas, profesores, carreras, trabajos y personajes que, la verdad, parecían no venir al caso.

“¿Al final es como una maldición esto de las vacaciones no? Mi vieja viene recordándome hace meses que me aplique para terminar limpio este año y viajar tranquilo. ¿Y cómo mierda le decía toda la verdad? ¿Cómo chucha le decía que hace rato la carrera de diseño ya se había acabado para mí y estaba marcando el paso? Ellos creen que todo es flojera y que solo webeo, pues no entienden que vivo y hago plata de noche. Junto y muevo gente, para eso soy bueno. En definitiva, ya no es puro webeo, hay plata y he ganado mucha. Y me la he gastado toda. Mientras tanto, mis amigos de la universidad me han ayudado con los trabajos y así he pasado algunos ramos. También he pagado para que me hagan pegas de la u, pero me cagan cuando hay prueba o presentaciones, pues hace rato que perdí el hábito de estudiar, aunque como he visto las materias al menos un par de veces, igual me queda algo y es como una apuesta. A veces paso, pero muchas no. Soy un looser de día, pero en la noche soy otro y aunque no les puedo hablar de esto a mis viejos, a mí me tranquiliza saber que fuera de la universidad me las bato”.

¿Desde cuándo vives de noche?

“Volviendo al tema de las vacaciones… ¿no? Porque a eso vine… ¿verdad? Cachai que de niño me encantaba salir en familia, pero ya en esa etapa los hacía pasar malos ratos a todos, porque era desordenado, me perdía y me mandaba solo. Igual mis hermanos me cuidaban y a los giles les llegaba puteada cuando no aparecía en horas, pero supongo que me fui poniendo peludo y ya a los quince como que caché que mi vida empezaba cuando la de mis viejos acababa. No podíamos estar juntos. ¿Cachai? Para que te hagai una idea. Cuando ellos desayunaban yo llegaba del carrete. Mientras ellos vivían… yo moría en la cama… y cuando ellos querían morir de cansados yo estaba listo para salir”.

¿Y por qué crees que pasaba esto?

“No lo sé, somos muy distintos y con mi viejo al menos no tenemos nada en común. Mi vieja siempre me apañaba, pero tampoco cachaba mi onda e intentaba que fuera como mis hermanos, a quienes quiero, pero ni cagando quería salir con ellos, porque los weones son enfermos de lateros. Son buenos y en las vacaciones se dedicaban a hacer deporte, a leer y hasta cocinar. Igual de repente salíamos los tres juntos, pero eran de tiro corto y yo me arrancaba cuando querían que volviera con ellos”.

En ese momento me puse de pie, abrí la ventana y me apoyé un par de segundos mirando hacia afuera. Necesitaba salir del mundo de Ismael, de sus historias y de sus personajes. Ya más recuperado, le pregunté qué iba a hacer en Santiago mientras sus padres estuvieran en Europa y cuáles eran sus planes para este año.

“La primera pregunta la tengo nítida. No me quedo acá solo ni un minuto. Ya tengo un par de viajes. Si quieres otro día te los cuento. Pero no sé qué decirte de la segunda. Me quedé en blanco. Si me echan y lo más probable es que me echen. Bueno… la verdad es que ya me echaron… pero apelé y aún no se ha oficializado… en fin… si eso pasa… no sé qué voy a hacer… ni idea… tendré que pensar… pero igual hace rato que estar o no estar en la u no hace mucho la diferencia … tal vez ahora tenga tiempo para pensar… tal vez necesite unos días para darle vuelta a todo, para ordenar y desordenar, para reparar y romper… no sé… de repente me da por quemar todo y largarme a la vida… pero no sé… tal vez duerma varios días… ¿me entendí?... creo que no duermo bien hace días… semanas… jajajajjaja… tal vez nunca he dormido bien… tal vez necesite unas vacaciones de mí”.

Faltando 5 minutos para el término de la sesión, Ismael desenchufó su celular y me dijo:

“Se me fue la hora hablando. Me voy como más aliviado, más ordenado y me gustaría volver. No sé si mis viejos me quieran pagar un coach o psicólogo, ya no me acuerdo como era, pero la dura que me ha servido y creo que igual está bueno, mientras ellos están allá, descansando de mí, que yo esté acá, descansando de ellos. ¿Qué pensai?”.

Tras sonreírle, le dije que iba a hablar con sus padres.

Me despedí, cerré la puerta y me desplomé en el sofá. Sentí, literalmente que Ismael había vaciado su carga en mi consulta y que se había ido con el camión vacío, mientras yo estaba todo sucio y empolvado.

En el baño me mojé la cara y al terminar vi que Ismael, me había escrito un WhatsApp. Nuevamente me detuve en la foto de su perfil, foto que hablaba de su otra vida, su vida nocturna, que arrastra en el día, solo para sentarse en su trono de noche.

“Sebastián, salí de tu consulta y me di cuenta que estoy puro webeando. Quiero cambiar, ya no quiero seguir así, llevo 25 años dividido y ya no quiero más. Quiero empezar de nuevo, quiero empezar algo distinto en marzo y me gustaría que me ayudaras”.

Tras leer el mensaje de Ismael suspiré, me senté en el sofá de mi consulta y leí un capítulo titulado Transformación y conservación de los Escritos sobre Aprendizaje de Rafael Echeverría, pensando en lo complejo que va a ser acompañar a Ismael en su proceso de cambio. ¿Podrá empezar una nueva carrera a los 25 años? ¿Qué irá a pasar en marzo? E inevitablemente conecto esta incertidumbre, estos miedos y estas preguntas con lo que irá a pasar con los nuevos estudiantes de pregrado este 2020.

Así, doy por finalizadas estas vacaciones con adolescentes y los dejo con estas palabras ontológicas de Rafael Echeverría.

“Lo anterior asusta a muchos. Produce inestabilidad, incertidumbre frente a lo desconocido, pues no hay transformación que no implique entrar efectivamente en territorios nuevos, no antes explorados. Muchos sienten que estamos presionando a cambiar lo que no quieren, lo que valoran. De este miedo tenemos que hacernos cargo, pues resulta perfectamente legítimo y comprensible (…). No estamos proponiendo objetivos de cambio. No estamos especificando el contenido de la transformación. La dirección que ésta debe tomar, requiere ser definida por cada uno, por cada individuo. Se trata de un desafío que no se orienta a imponer, sino a liberar”.

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