“Básicamente me dijeron que necesitaba tener una familia funcional” para realizar el procedimiento. Su padre, con quien ya había tenido suficientes problemas, ahora era la razón por la que no podía donar óvulos.
Ese es parte del relato de Isidora (nombre ficticio), una estudiante universitaria que, el año pasado, estaba haciendo los procesos correspondientes para donar óvulos en la red de medicina reproductiva SG Fertility Chile, pero que no pudo debido a la falta de antecedentes producto de la mala relación con su padre. Cabe destacar que la entidad hizo lo que debía para asegurar un buen proceso de ovodonación, pero es importante visibilizar la experiencia: muchas mujeres no están al tanto de que este puede ser un impedimento para llevar a cabo la donación.
Donación de óvulos en Chile
La ovodonación es el proceso a través del cual una mujer recurre a óvulos de una donante para quedar embarazada, una técnica de reproducción asistida parecida a la fecundación in vitro, pero con ovocitos de donantes anónimas, Antes de que los óvulos estén disponibles, las donantes deben cumplir una serie de requisitos, criterios estrictos y procedimientos, ya que un error o deficiencia puede significar el nacimiento de un niño o niña no sano.
El director de Clínica Ivi, Carlos Troncoso, comenta que se trata de un procedimiento que es cada vez más frecuente. En el caso de Ivi, desde 2010 ha tenido un crecimiento año tras año de alrededor de un 10%, hoy es casi un tercio de la actividad clínica. Pese a que no hay cifras exactas de cuántos procedimientos de donación de óvulos se realizan en Chile, “debiese ser cercano a los 800 a 1000 ciclos de ovodonación al año”, menciona el especialista.
Las personas que pueden donar óvulos en Ivi tienen que ser mayores de 18 y menores de 35 años, deben contar con “evaluación médica, psicológica, genética y serológica normal”, indica el director de Ivi.
Sobre los requisitos, primero se realiza una entrevista en la que le explican a la donante en qué consiste el programa, para luego someterse a evaluaciones previas a la admisión. Luego la mujer debe someterse a una estimulación ovárica a través de medicación subcutánea que “estimula a los ovarios con el fin de obtener más de un óvulo, idealmente cercano a 10-12 óvulos”. Son aproximadamente diez días en los que se realizan un par de ecografías para evaluar la respuesta de los ovarios. Tras lo anterior se efectúa un proceso ambulatorio y simple llamado punción ovárica. Al cabo de dos horas la persona está de alta en su casa, asegura Troncoso.
La relación con su padre le impidió donar óvulos
Isidora tenía muchas ganas de donar óvulos, una de las razones era la compensación económica, que no está definida legalmente como un pago. En SG Fertility Chile, donde se realizó los exámenes para el procedimiento, el monto equivale a $850 mil pesos.
Como no es un proceso del que se habla mucho, lo descubrió a través de una publicidad mientras revisaba sus redes sociales. Investigó en qué consistía y conversó con su amiga estudiante de obstetricia sobre el tema: le dijo que no había riesgos, que estaba super regulado. Entonces se contactó con la clínica de fertilidad.
Desde allí le enviaron un boletín que contenía la información y aseguraba la certificación del centro, luego llenó un formulario que le demandó una cantidad importante de tiempo. “Me pidieron datos, para que resultara bien”, indica Isidora. Debían verificar por todos los medios que la persona que iba a donar sus ovocitos, un servicio estadounidense y costoso, no tuviera alguna enfermedad genética transmitible.
“Igual da un poco de miedo lo desconocido”, manifiesta meses después. Pese a eso, en el momento completó todos los documentos y fue a la clínica un par de veces, no le quedaba cerca. Tras enviar el formulario, que incluía muchas preguntas de rutina, como sus datos personales y enfermedades de base, le anunciaron que pasó a una siguiente fase.
“Estaba contenta, creí que era una buena oportunidad. No pienso tener hijos, pero es bueno ayudar a alguien que quiera hacerlo”.
Isidora estaba ilusionada con la idea cuando fue a la clínica a una cita ginecológica: debía realizarse una eco transvaginal, parte de la evaluación previa para ver que todo estuviera bien. Añade que en todo momento fueron super respetuosos con ella, le hicieron llenar una ficha de consentimiento y le entregaron su bata, para cambiarse. Además, le pidieron llenar un formulario distinto al de la primera vez, pero que tenía que ver con lo mismo: enfermedades y antecedentes familiares.
Estaba en el baño lista para cambiarse cuando le hablaron desde afuera: “Isidora, todavía no te cambies, primero debemos hacerte unas consultas”. Ahí comenzó el problema.
Del personal de la clínica le preguntaron por los antecedentes escritos en el documento, sobre la parte en la que especificaba que no tenía cómo conseguir un informe de la salud de su abuelo paterno. Isidora aclaró la razón: “No tengo relación con mi papá”. Tenía el de su mamá, abuela materna, abuelo materno, hermanos, tíos y primos; pero no era suficiente. Le preguntaron si había forma de conseguir ciertos exámenes o certificados y respondió que haría el esfuerzo, para no sentirse tan mal.
“Nos costó años agarrar a este tipo (su padre) para que pagara una pensión. ¿Cómo iba a conseguir que se hiciera unos exámenes y, además, que su papá se hiciera otros?”, cuestiona Isidora.
Entonces le explicaron, de forma muy clara, que sin esos antecedentes familiares no podían proseguir con las evaluaciones: “Necesitamos todos los antecedentes para que sea perfecto”. Reflexiona que básicamente le dijeron que necesitaba tener una familia funcional, una cercanía con todos ellos.
Isidora se sintió muy mal, inmersa en una sensación de fracaso e impotencia: “Sentí que esta persona me estaba arruinando la vida de nuevo” manifiesta, en relación a su padre. El año anterior se había realizado exámenes que acreditaban su buena salud y fertilidad, razón por la que había decidido dar este paso. Pero fue en vano.
Si bien comprende los requisitos de la clínica, lo considera injusto. Es probable que saliera bien porque soy muy fértil, “pude ser la donante perfecta, pero no tuve la posibilidad de continuar el proceso porque no tengo relación con mi papá”, finaliza.
Un proceso estricto y necesario
“No existe una legislación al respecto, es una recomendación a la cual hay que tratar de ajustarse” asegura Troncoso, sobre la exigencia de los antecedentes genéticos familiares. Esto pese a que en la actualidad hay test genéticos que permiten diagnosticar cientos de mutaciones que pueden ser transmitidas, y se hacen cada vez con mayor frecuencia.
En el sitio web de SG Fertility Chile, se establecen los criterios básicos para ser donante, como el rango etario, haber cursado estudios superiores, estatura mayor o igual a 1.55 metros, padecer ciertos trastornos mentales, entre otros. Ni en esa sección, ni en las preguntas frecuentes, la clínica se refiere a los antecedentes familiares. Esa información está en el proceso de donación de óvulos.
De haber forma de acceder a los antecedentes familiares “por desgracia no hay otra forma de proceder”, indica la doctora de la misma clínica, Karina Sequeira.
Explica que necesitan conocer la historia que abarca hasta los abuelos, maternos y paternos. Deben estar seguros de que no exista ninguna condición genética que las donantes puedan heredar mediante sus óvulos, de que no porten alguna enfermedad grave que luego un problema en los niños: “Por eso somos muy estrictos con el proceso”.
La profesional de SG Fertility aclara que en el formulario de postulación que deben responder las donantes, se les consulta por el historial genético de familiares cercanos. Pero no queda allí, la información se rectifica en entrevistas posteriores.
Respecto de los riesgos de donar óvulos, Carlos Troncoso asegura que los tratamientos “son seguros y poco molestos”. Existen riesgos como el Síndrome de Hiperestimulación Ovárica, una mala respuesta de los ovarios a la estimulación, pero actualmente hay formas de evitar los cuadros. Infecciones y sangrados son infrecuentes y mejoran con tratamientos médicos ambulatorios, añade.