La tecnología y sus aplicaciones se suelen asociar a herramientas impersonales. Frías. Distantes. No permiten el valorado “cara a cara”. Pero hoy esa premisa, gracias al confinamiento por Covid-19, es discutible. No sólo son los medios que han permitido la continuidad del teletrabajo y clases on line, también han sido el nexo entre entre personas en los días de encierro.

Zoompleaños. Reuniones de amigos. Llamar a los abuelos. Son solo algunos ejemplos de cómo las relaciones personales se han mantenido gracias a la tecnología.

No es todo. Hoy herramientas tecnológicas mucho más avanzada están permitiendo un aspecto aún más complejo: que pacientes graves internados por Covid-19, pese al aislamiento, puedan tener comunicación cercana con sus familiares.

Eso es lo que hace Pudú, un robot social, desarrollado por un grupo interdisciplinario de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile (FCFM), el Hospital Clínico de la Universidad de Chile y del Hospital San Juan de Dios, que permite la teleasistencia de pacientes y la comunicación con sus familiares mediante telepresencia profesional.

Con él es posible disminuir los riesgos de contagio del personal de salud y responder a la escasez de insumos de protección personal en atención de pacientes con Covid-19.

Pudú, un robot social, desarrollado por un grupo interdisciplinario de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile (FCFM), el Hospital Clínico de la Universidad de Chile y del Hospital San Juan de Dios. FOTO: AMTC

El proyecto fue liderado por la psicóloga Verónica Vargas-Araya, psicointensivista del Hospital Clínico de la Universidad de Chile y encargada del área de salud emocional de la Unidad de Pacientes Críticos; por Mauricio Salazar, neurólogo del Hospital San Juan de Dios, creador del Proyecto de Teleneurología; y el profesor Javier Ruiz del Solar, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la FCFM y director ejecutivo del Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC).

Robot social que permite a pacientes contactar familiares

Desde 2019 que se trabajaba en un modelo como Pudú, explica Javier Ruiz del Solar, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la FCFM y director ejecutivo AMTC. En ese entonces su objetivo era que interactuara con personas. Es decir, un robot social.

Si bien no tenía una aplicación específica, dice Ruiz del Solar, se pensó como un dispositivo para el hogar. Se bautizó con el nombre de Jaime, en alusión al nombre con el que se suele asociar a los mayordomo. La idea era que, se le pudieran dar ordenes sencillas, como: ‘Jaime quiero llamar por teléfono o ver películas’, que ayudara en eso, dice Ruiz del Solar.

También se pensó podría tener aplicaciones en el cuidado de personas mayores, que requieren más asistencia y entretención. “Su principal característica era su simpleza y el poder ser una forma o medio de comunicación, ya que varias cosas que hace Jaime lo pueden hacer un teléfono, pero a veces para un adulto mayor es complejo usar un teléfono”, comenta.

Ese era su objetivo hace un año. Pero en 2020 los planes cambiaron. Ruiz del Solar fue contactado por otros los socios del proyecto para ver cómo crear un robot con características de soporte médico. Era lo que la crisis sanitaria por Covid-19 requería.

“El tema principal es que las personas enfermas por coronavirus no pueden tener contacto con otros, y en otros lugares incluso algunos mueren y no se pueden despedir”, señala el investigador. Una situación que también se da en hogares de adultos mayores que están confinados y tampoco se pueden usar un teléfono para contactar a su familia.

Lo usual es llevar un dispositivo ya sea tablet o teléfono para el paciente se comunique con sus cercanos. Pero eso soluciona el problema parcialmente, dice Ruiz del Solar. Quien entra para llevar ese teléfono debe no solo sanitizar el dispositivo, sino que además tomar todas las precauciones en cuanto a cuidado para evitar contagios. “Para hablar 5 minutos se requiere mucho tiempo de preparación. Es un proceso complejo y si se comete un error la persona se puede contagiar si no se sanitiza adecuadamente. Entonces en vez de que alguien lleve el teléfono la idea es que esa comunicación la realice un robot que sea sanitizable”, aclara.

Investigadores y estudiantes de la FCFM, liderados por el AMTC, a través del profesor Ruiz del Solar, y con el apoyo del FabLab de la U. de Chile, quienes adaptaron el robot de diseño propio para poder cumplir con los nuevos requerimientos.

En un tiempo récord de tres semanas, Rodrigo Salas, Giovanni País, Ulises Campodónico, Nicolás Marticorena, Pablo Alfesi, Javier Urrutia y Víctor Contreras, generaron una versión final que cumplió con los requisitos para permitir la teleasistencia de pacientes, facilitar una comunicación en modalidad de telepresencia, de fácil operación y construido con materiales compatibles con los estándares sanitarios de los recintos de salud.

Acompañamiento

El proyecto es el primer paso en Chile donde la robótica logra dar a los pacientes atenciones de salud mental y de distintas especialidades médicas que no requieran de manipulación, como también acercar a los mismos con sus familias a distancia, destaca Verónica Vargas-Araya, psicointensivista del Hospital Clínico de la Universidad de Chile y encargada del área de salud emocional de la Unidad de Pacientes Críticos. “Los pacientes que enfrentan hospitalizaciones prolongadas, como los ingresados al hospital con diagnóstico Covid-19, desarrollan importantes síntomas ansiosos, depresivos y angustiosos, por lo tanto, el acompañamiento psicológico es una necesidad”, afirma.

Mauricio Salazar neurólogo del Hospital San Juan de Dios, creador del Proyecto de Teleneurología, resalta que estos tiempos nos han demostrado las fortalezas del equipo de salud y su capacidad de adaptación a enfrentar situaciones límites, y uno de esos cambios ha sido la implementación de la teleasistencia intrahospitalaria: “La robótica viene a apoyar el trabajo clínico y asistencial realizado, permitiendo actividades primordiales en aislamiento, como es el apoyo en salud mental de nuestros pacientes”.

El proyecto es el primer paso en Chile donde la robótica logra dar a los pacientes atenciones de salud mental y de distintas especialidades médicas. FOTO: AMTC

Ya han realizado pruebas en ambos establecimientos y el lunes 20 de julio comenzarán de forma estable. Actualmente existen tres los modelos de robot Pudú que pueden luego tener otro nombre, dice Ruiz del Solar, “después el que lo recibe le puede poner el nombre que quiera”.

La llegada de Pudú a esos centros de salud no fue tan simple, explica el investigador. “Esto no funciona como que alguien que se compre un robot por internet y lo use, requiere varias condiciones, entre ellas que sea fácilmente sanitizable, y eso le impone restricciones a los materiales”.

Pero además su uso tiene que ser aprobado por el comité de ética de cada establecimiento. Porque es más que una herramienta de la robótica. Gracias a Pudú, destaca Ruiz del Solar, pacientes graves pueden sentirse acompañados por sus cercanos.

“Uno siempre piensa que los robots son maquinas impersonales que quitan el trabajo o se piensan cosas negativas sobre su uso. Pero en este caso permite que un ser humano este más cerca y en contacto con otros seres humanos, ya no es una maquina fría e impersonal si no que acerca y permite el contacto entre las personas. Esto ayuda a que el enfermo no esté tan solo”, aspecto importante explica Ruiz del Solar, para no afectar su salud emocional y que eso repercuta en su recuperación.