Las imágenes del Hotel Punta Piqueros en Concón azotado por las olas que se hicieron recientemente virales, nos demuestran el peligro que representan las construcciones y proyectos inmobiliarios que se desarrollan en la costa, específicamente en campos dunares, roqueríos, o bien sobre humedales y estuarios: al intervenir estos espacios en el contexto del cambio climático y el aumento del nivel del mar, se están acelerando los procesos de erosión que amenazan a muchas playas con desaparecer.
En las últimas décadas, afirma Carolina Martínez, directora del Observatorio de la Costa y académica del Instituto de Geografía de la Universidad Católica, las costas chilenas han experimentado una fuerte presión por el desarrollo económico, con proyectos inmobiliarios, turísticos y otros que actualmente resultan insostenibles. De acuerdo a la evidencia publicada en el Geolibro Hacia una Ley de Costas: bases para una gestión integrada de áreas costeras, desde 2015 las marejadas se han vuelto más intensas y recurrentes en Chile.
“Los efectos de estos fenómenos ya se dejan sentir, y de acuerdo a nuestras investigaciones sabemos que el 86% de las playas entre Arica y Chiloé están siendo afectadas por fenómenos de erosión. Actualmente al menos 10 reconocidas playas del país presentan tasas de retrocesos por sobre 1,5 metros al año, corriendo el riesgo de desaparecer en una década. Un caso emblemático es Algarrobo cuyas marejadas intensas y persistentes, más los proyectos inmobiliarios han acelerado la erosión, presentando tasas de retroceso de hasta cuatro metros por año. Se suma Punta Fraile, también ubicado en Algarrobo.
Situación que se verá agravada en los próximos años debido a problemas como el aumento del nivel del mar derivado del cambio climático global. Una investigación dada a conocer esta semana por expertos de la Universidad Santa María, Universidad Católica y Universidad de Valparaíso, señala que las zonas costeras bajas en Valparaíso, Viña del Mar, Rapa Nui, Juan Fernandez, Coquimbo-La Serena, Pichilemu, Talcahuano, Coronel, Arauco, Puerto Saavedra y Valdivia, estarían más expuestas a inundaciones durante el período 2026-2045.
Sedimentos a las playas
Para dimensionar la magnitud del problema, Carolina Martínez explica que es necesario entender que los litorales arenosos dependen del transporte de sedimentos a lo largo de la costa, los que son movilizados por las olas, las corrientes marinas y sedimentos incorporados por los caudales de ríos. Estos últimos se han visto considerablemente perturbados por procesos de cambio climático y la sequía prolongada, afectando directamente el suministro de sedimentos a las playas.
“Pero paralelamente -complementa la doctora Martínez-, las intervenciones antrópicas están intensificando estos fenómenos, al fragmentar todavía más estos paisajes. Muchos proyectos inmobiliarios causan un deterioro en los ecosistemas que interactúan con la playa, como campos dunares y humedales, impidiendo el ciclo que les permite recuperar sus arenas. Esto ha causado que muchas playas no puedan recuperarse en los períodos estacionales donde lo hacían usualmente, como el verano”.
De acuerdo a la también investigadora de CIGIDEN y SECOS, este escenario adverso obliga a redoblar esfuerzos para mitigar los impactos de estos fenómenos, para lo cual resulta importante reconocer que la zona costera es mucho más que el límite de la línea de playa, como establece nuestra legislación. “Los humedales y campos dunares, que interactúan con las playas, son fundamentales para disminuir el impacto de fenómenos como los tsunamis, sin embargo, vemos proyectos como en Los Molles, donde se rellenó un humedal completo para construir un condominio de edificios: las marejadas han llegado a inundar los primeros pisos”, asegura. Otro caso es el de Horcón, donde un edificio construido sobre acantilados ha sufrido diversos derrumbes, generando conflictos con las comunidades locales.
Conflictos en el litoral
Estos conflictos en la costa se multiplican. Según la experta UC, las tomas VIP en playas, parques naturales intervenidos para construir condominios, zonas rocosas con hoteles, y nuevos proyectos de distintas índole en zonas de ecosistemas costeros riquísimas, dan validez a la urgencia de contar con una nueva Ley de Costas para Chile, la cual actualmente se encuentra en discusión en el parlamento.
“No se trata de frenar el desarrollo, se trata de actualizar conceptos como el de borde costero, que se instauró en la Política Nacional de Uso del borde Costero (PNUB) en la década de los 90 y que resulta insuficiente para enfrentar los desafíos que nos impone hoy el cambio climático. La evidencia científica es clara al respecto: no es un borde, es una zona costera, la que hay que proteger, de mayor alcance. Solo así se podrá preservar nuestros ecosistemas y protegernos frente a desastres de origen natural”, concluye Carolina Martínez.