El pasado mes de agosto tuve la suerte de ser invitado al foro Aparición de Stakeholders y Nuevos Riesgos organizado por la consultora Feller-Rate y no pudo dejar de llamar mi atención que entre los panelistas estuvieran los biólogos culturales Humberto Maturana y Ximena Dávila, las cabezas de Matríztica, escuela de pensamiento que, según reza su página web, se ha posicionado a la vanguardia del desarrollo de conocimiento y entendimiento sobre la transformación e integración cultural de personas y organizaciones.
En este contexto -propiciado por una clasificadora de riesgo- me sorprendió, nada más partir, que Ximena Dávila nos pidiera levantar la mano si estábamos vivos y entre risas nerviosas y miradas incrédulas, casi todos los presentes levantamos la mano.
Tras esta pregunta, no pude evitar evaluar cuán vivo me sentía esa mañana y mis pensamientos me llevaron a Joaquín y a los adolescentes que pasan horas de su vida conectados a un dispositivo tecnológico.
¿Estarán vivos?
De repente desperté y la presentadora señaló que los seres humanos no somos como pájaros, no andamos volando por ahí, sino que necesitamos un nicho ecológico para desarrollarnos, entendiendo este nicho como un conjunto de relaciones y conversaciones que permitan el desarrollo de nuestras vidas.
Este nicho, antiguamente construido en base a relaciones, conversaciones y emociones, ha sido en muchos casos, reemplazado por relaciones virtuales, conversaciones on line y emociones disparadas a la red. El dilema es que -según estos biólogos culturales- es muy difícil para el cerebro de los adolescentes y el de todos nosotros, distinguir entre ilusión y percepción… o si quieren… entre juego y realidad…
Y aunque cueste digerir este antiguo postulado de Humberto Maturana, el hecho de que la mayoría de las conversaciones de Joaquín sean en línea y de que la mayoría de sus juegos sean con y contra personajes y monstruos ficticios, da para pensar, pues este adolescente, como tantos otros, no encuentra la satisfacción que les da el mundo virtual cuando se desconectan.
La emoción, la adrenalina y la sintonía que sienten con sus amigos de épicas batallas pixeladas, no guardan ninguna relación con el aburrimiento, el miedo y el enojo que les producen las relaciones y conversaciones sostenidas -fuera de línea- con sus padres, profesores y amigos. Antes de hablar, Joaquín, como tantos otros adolescentes que he visto en mi consulta, prefieren resolver los conflictos a través del whatsapp u otros servicios de mensajería.
Joaquín y muchos de los suyos, hablan cuando no han logrado zafar por otra vía menos directa, lo que suele llenarlos de emociones ligadas al apestamiento, el enojo y la desesperación.
¿Qué diría el doctor Maturana de estas conversaciones?
Independiente de lo anterior, en la tercera sesión con Joaquín descubrí que aunque las conversaciones con el mundo adulto lo tienen sin cuidado, las que verdaderamente lo inquietan y asustan son las que tiene… o no tiene… con sus amigos y compañeros.
Y aunque batallamos las dos primeras sesiones, en la tercera Joaquín tomó conciencia de que sus horas de entrenamiento detrás de la pantalla lo tenían actualmente con escasas destrezas comunicacionales. A sus 20 años Joaquín no sabe cómo sostener las escasas amistades que tiene, ni cómo empezar nuevas relaciones. Y no tiene la más remota idea de cómo acercarse a las mujeres… ni de qué hablar.
Lo bueno, como señaló Ximena Dávila en el foro Aparición de Stakeholders y Nuevos Riesgos, es que los seres humanos somos impredecibles y en la cuarta sesión Joaquín me confiesa que ha comprendido que no puede seguir así.
¿Así cómo?
"Así como estoy, desconectado y siempre enojado. Estoy enojado con el mundo y sobretodo con mis papás, porque me imagino que de alguna manera les echo la culpa de lo torpe que soy. ¿Cómo puede ser que a los 20 nunca haya pololeado? Las únicas veces que he hablado con compañeras ha sido para ayudarlas con algo de sus teléfonos o con las hermanas de amigos que me miran como si tuviera todo lo malo de The Big Bang Theory y me faltara todo lo bueno".
¿Qué significa eso?
"Que no solo somos nerds y desadaptados, sino que ni siquiera nos va bien en los estudios, por lo que nunca seremos como esos nerds que triunfan y se vengan".
Lamenté no haber visto más de la serie y al pedirle que me contara un poco más de ella… se explayó…
"Yo creo que veo esta serie desde que estaba en séptimo u octavo. Al principio la odiaba, odiaba a los personajes, pero inevitablemente me sentía igual de torpes que ellos. A mis papás les encantaba verla, pero yo les decía que no me gustaba, pues no quería verla con ellos. Era doloroso ver que a ellos les parecía divertido ver cuán torpe eran todos. Al que más odiaba era a Sheldon Cooper, el más autista de todos, porque envidiaba que a él no le importara nada ni nadie. Yo fingía ser así y mis padres se lo creían, pero la verdad es que a mí me afectaba mucho todo lo que pasaba en el colegio, ser el raro, el que no habla, el que no hace deportes, el que no sale. Me dolían estos comentarios, pero sobretodo, las miradas, pues estas me dejaban fuera de todos los grupos que no fueran los que estaban plagados de perdedores como yo. Esos que ni siquiera tienen buenas notas y con los que nadie quiere trabajar. Ya en cuarto medio me acuerdo que sentía que tenía lo peor de los personajes de la serie y odiaba pensar que si mis compañeros la hubiesen visto me hubieran encasillado como Raj".
¿Quién es Raj?
"Rajesh es el inadaptado que quiere adaptarse, ser querido, popular. Es buena persona, pero es indio y no encaja por ningún lado en Estados Unidos. Y al final, todos sienten pena por él, o creen que es gay o demasiado sensible, y esto lo frustra y enoja. Es una mierda sentirse así, apagar el computador y darte cuenta que aunque no eres indio ni estás en un país extranjero, te sientes mal en clases y sobretodo fuera de ellas. En los recreos quería desaparecer y apenas sonaba la última campana corría a mi casa, pues ya no aguantaba más el colegio".
¿Y qué pasaba fuera del colegio? ¿En vacaciones, feriados?
"Nada, no pasaba nada, y para no sentir nada, me imagino, me enchufaba a la máquina y supongo que en algún punto dejó de importarme, o al menos eso creí".
¿Y qué vas a hacer para este 18 de septiembre?
"Nada, no quiero hacer nada. Bueno, no quiero salir con mis viejos a ningún lado y me encantaría hacer algo, pero no sé qué ni con quién. Así que supongo que después de haber hablado tanto contigo, me daré una sobredosis de juegos hasta olvidar todo lo que hablamos".
Joaquín se paró, desenchufó su smartphone y sin revisarlo se lo metió al bolsillo. De pie, se detuvo unos segundos mirando al suelo y sin levantar la vista me dijo que, para no escribirlo, que me quería dar las gracias.
"Creo que ya voy cachando lo bueno que es hablar".